Lejos, muy lejos de una unión monetaria con países vecinos

Lejos, muy lejos de una unión monetaria con países vecinos

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Siempre luego de una crisis económica o financiera que genera alta volatilidad cambiaria vuelve con alguna intensidad la discusión del régimen cambiario apropiado. Luego de la crisis asiática de 1997 se discutía sobre los ASEAN y una moneda común; en la crisis subprime, sobre la perdurabilidad del euro, y ahora, en el período pospandemia, se levantan ideas sobre la misma temática en Latinoamérica con uniones monetarias o monedas de cuenta.

La academia ha discutido hace largo tiempo que economías pequeñas y con apertura de su cuenta de capitales tienen opciones: la adopción de un régimen de flotación libre de su moneda o pegarla firmemente a algún referente. Sobre la segunda opción, se tiene la alternativa de un régimen de tipo de cambio fijo con una moneda de otro país (dólar americano, por ejemplo) o la adopción de una nueva moneda común para un grupo de países (unión monetaria). Brasil y Argentina han anunciado su interés por avanzar en una moneda de cuenta que facilite el comercio exterior.

El mayor beneficio de una moneda única es que facilita el comercio de bienes y servicios, así como la inversión. Una misma moneda evita volatilidad de los precios de los bienes intercambiados, evita que un inversionista del otro país quede atrapado por un corralito. Una misma moneda también es como un mismo lenguaje. Cabe poca duda que tener un mismo idioma facilita enormemente la movilidad de capitales, la firma de contratos y, en última instancia, el mejor entendimiento para los negocios.

Un país debería evaluar seriamente adoptar una moneda común si el costo de perder autonomía nacional de la política monetaria es superado por el beneficio de una unión monetaria. La literatura académica, donde varios destacados economistas chilenos han contribuido, indica que los beneficios de una unión monetaria aumentan cuando existe alta flexibilidad de salarios y precios entre los países de la unión, se tiene una significativa movilidad de trabajo y capital entre los países, los shocks que enfrentan las economías son similares y la apertura financiera y comercial es alta, así como la existencia de comercio entre los países que la confirman.

Por último, y muy importante, se requiere que los países tengan políticas fiscales similares, en términos de responsabilidad fiscal. Si un país mantiene un déficit fiscal que financia con emisión de dinero, genera inflación en ambos países, y son los ciudadanos de ambos países los que pagan el impuesto inflación. Si ahora el país con déficit lo financia con deuda, presiona la tasa de interés de ambos países.

Veamos el caso de Chile, siguiendo la opción de Brasil y Argentina en las dimensiones anteriores.

Las exportaciones de Chile a Argentina y Brasil representan menos del 5% de las exportaciones totales, en tanto las importaciones desde esos países son menos del 14% de nuestras importaciones anuales. Nuestros principales socios comerciales se ubican en Asia, Europa y América del Norte.

Por el lado de la apertura financiera, son bien conocidas las restricciones financieras que afectan a empresas y personas en ambos países vecinos. Asimismo, cuando vemos la flexibilidad de salarios y precios, también sabemos que existen innumerables restricciones a la fijación libre de varios precios, en tanto los salarios están altamente sometidos a negociaciones sindicales. Nuestro país se ha caracterizado por una política fiscal ordenada y confiable, no así la política fiscal de Brasil y mucho menos la de Argentina.

Finalmente, ¿Chile enfrenta los mismos shocks financieros y económicos? Sí, cuando se trata de shocks sistémicos globales, pero nuestra principal preocupación se orienta a la salud económica y financiera de Asia y el mundo desarrollado.

La última reflexión es la pérdida de autonomía en nuestra política monetaria. Qué duda cabe el importante rol que ha cumplido el Banco Central desde el logro de su autonomía e independencia. Hemos consolidado un sistema de flotación cambiaria que nos permite absorber los golpes externos. En ese escenario la inflación ha ido consolidándose en torno a 3%, y estamos seguros de que se logrará ese objetivo nuevamente en el mediano plazo. Las empresas han sido capaces de tomar cobertura cambiaria y tenemos acotados descalces de monedas gracias a un creíble régimen cambiario flexible. La política monetaria es creíble, tanto que nuestro Banco Central es considerado uno de los de mejores prácticas en el mundo.

¿Estamos dispuestos a perder todo esto a cambio de un camino incierto y con tan pocos beneficios potenciales? (El Mercurio)

Ximena Rincón
Senadora