Lecciones de una acusación

Lecciones de una acusación

Compartir

Es cierto aquello de que “después de la guerra son todos generales”, porque efectivamente, después de la derrota de la acusación constitucional que se votó en la Cámara, desde el oficialismo se ha instalado una sensación de triunfo que le ha dado una buena excusa para impulsar ahora un nuevo sello, vinculado al tema medioambiental de cara a la COP25 y relegando su principal promesa que no tendrá posibilidad de cumplir, la del crecimiento económico. Al mismo tiempo, desde la oposición han surgido acusaciones cruzadas y una sensación de derrota que, al menos en el corto plazo, ha generado una mayor desesperanza frente a la posibilidad de reunir a las oposiciones tras una estrategia común.

Ya es algo espurio debatir si había o no mérito suficiente para aquello, lo cierto es que el resultado está claro y es preciso aprender de este y del proceso que llevó a la oposición a esta situación.

Lo primero que hay que señalar es que una acusación constitucional es un recurso de la carta fundamental que inevitablemente genera un riesgo, porque dado el tenor de lo que busca- la destitución de una autoridad- genera una polarización que siempre deja perdedores y ganadores, aun cuando el margen de la derrota o el éxito sea un número limitado de votos. En el proceso, además, se generan fricciones, no por nada desde que se anunciara la acusación se produjeron intercambios duros entre gobierno y oposición -especialmente con el Partido Socialista-, que terminaron en el bloqueo de los subsecretarios en las comisiones del Parlamento.

En el pasado aprendimos, a partir de las destituciones de los titulares de Educación en los gobiernos de la Presidenta Bachelet y Piñera, que una acusación constitucional, más allá del mérito jurídico, es ante todo un instrumento político cuyo efecto es la crispación del debate.

En tal sentido, era también un riesgo transformar el libelo en un motor de unidad para la oposición, porque ante la derrota, la esperanza de constituir una oposición alineada se vio, al menos, mermada. Cierto es que constituye una exageración decir que después de esto no existe oposición. Pero también es cierto que la posibilidad de emprender nuevamente un camino de unidad está, por el momento, en duda.

Por lo pronto, el Ejecutivo ha encontrado un nuevo espacio para levantar cabeza, después del difícil momento que significó tener que reconocer que su principal promesa, el crecimiento económico, no se podrá cumplir. Despejada la acusación constitucional en el Congreso y con un nuevo eje articulador como es el tema medioambiental, estará en mejor pie para enfrentar una agenda legislativa compleja a partir de la reforma tributaria, la de pensiones y la del presupuesto 2020.

Por su parte, no todo está perdido para las oposiciones. Si bien está claro que el camino de la unidad no se encontraba en esta acusación, sí será clave para el futuro encontrar un tono adecuado para enfrentar debates sustantivos como los que se avecinan. Al mismo tiempo es imprescindible que, como diría un buen amigo, la izquierda o el progresismo logren por fin abandonar la estridencia y recuperen el camino del diálogo y la propuesta seria y sostenible de futuro, sin abandonar sus convicciones. La política y la construcción de futuro no es cuestión de trincheras. (La Tercera)

Gloria de la Fuente

 

Dejar una respuesta