La sabiduría o el rechazo-Claudio Hohmann

La sabiduría o el rechazo-Claudio Hohmann

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Con la elección de una nueva mesa, que resultó mucho más compleja que la primera, la Convención Constitucional entrará de lleno al segundo tiempo que la conducirá sin demora –que el tiempo pasa volando ya lo sienten no pocos de sus integrantes– a la recta final de su extraordinario cometido (nunca hubo una tarea de semejantes proporciones encargada a una institución que luego de concluirla dejará de existir). Por cierto, su labor no terminará con la propuesta de una nueva Carta Fundamental, sino que en los hechos ello tendrá lugar con el plebiscito de salida –en el que el voto obligatorio volverá por sus fueros, después que una ley lo dejó sin efecto en enero de 2012–. Sin embargo, sólo uno de los dos resultados posibles dará un fin satisfactorio a la misión encomendada: el Apruebo, votado idealmente por un margen suficiente como para representar una indiscutible mayoría de chilenos.

El problema es que la composición de la Convención Constitucional no refleja ni cercanamente las preferencias de los electores manifestadas en las últimas elecciones, sobre todo las parlamentarias y presidenciales. Lo que ellas reflejaron es más bien un equilibrio entre las fuerzas conservadoras y progresistas del país, nítidamente en el caso de las primeras (lo que también se observa en el caso de la segunda). No es el caso en la Convención, donde un inédito desequilibrio a favor ya no sólo del progresismo, sino qué de la izquierda sin apellidos, ha dejado el espacio de las decisiones –las de mayor trascendencia para el país en décadas– a su casi entera disposición.

Será muy difícil que esa mayoría incontrarrestable, elegida en circunstancias irrepetibles, vaya a abdicar de sus prerrogativas conteniendo las pulsiones de la refundación que la alentaron a participar activamente en el proceso constitucional. Pero una propuesta maximalista desalineada con el equilibrio de fuerzas que se ha expresado en las últimas elecciones podría poner en riesgo el Apruebo. ¿Tendrán esos convencionales la sabiduría para contribuir a elaborar una propuesta que refleje el equilibrio de fuerzas que ahora parece predominar en el país o harán valer el peso abrumador de una mayoría circunstancial en la Convención, que pondría en riesgo el fin último de su misión, es decir, el nuevo pacto social y la Casa de Todos, por el que se pronunciaron con tanta elocuencia los chilenos en mayo de 2021?

Lo cierto es que para terminar bien la obra –cuya extraordinaria exigencia a estas alturas es difícil exagerar– van a requerir sobre todo la sabiduría de Aylwin, esa de avanzar “en la medida de lo posible”, aunque a muchos no entusiasme. La ominosa advertencia de Daniel Mansuy –“el órgano constituyente tiene muchas más posibilidades de fracasar que de acertar” – dibuja un escenario que parecía impensable hasta no hace mucho, pero que así como van las cosas ya no es imposible.

En una expresión que le valió en su momento no pocas críticas a la presidenta saliente de la Convención, Elisa Loncon dijo no poseer “el estándar de Mandela”, para explicar su posición ante la violencia en la Araucanía. Pues bien, valiéndonos de ese símil, harían bien los convencionales –en caso de no poseerlo– en aspirar al elevado estándar de los mejores nombres de la historia del constitucionalismo moderno, sabiduría pura en el caso de los más brillantes, para generar una propuesta de valor que reduzca al mínimo la inquietante posibilidad del Rechazo. (El Líbero)

Claudio Hohmann

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