¿La excepción chilena?

¿La excepción chilena?

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El alegato de irresponsabilidad que hace ayer Jaime Ravinet -irresponsabilidad propia puesto que él fue ministro de Defensa- en el control de las diversas formas de corrupción que han salido a la luz revela el profundo problema que ha aquejado a la relación entre el poder civil y quienes tienen el monopolio de las armas. Se trata de un punto ciego, un defecto intelectual, del que la carta de Ravinet es una espléndida muestra: la incapacidad de comprender la situación.

El problema central de las instituciones armadas, sugerí en la columna, es el corporativismo que poco a poco, y como resultado de la exclusión de la esfera pública durante el estado de compromiso (1932-1970), y la dictadura después, se fue gestando en ellas (sobre el tema sugiero a Ravinet la lectura de Augusto Varas, Felipe Agüero y Fernando Bustamante, «Chile, Democracia, Fuerzas Armadas», Flacso, 1980; «The Military Institution Revisited: Some Notes on Corporatism and Military Rule in Latin America», George Philip, en Journal of Latin American Studies, Vol. 12, N° 2, Nov., 1980). El corporativismo hace brotar intereses propios, autónomos y distintos a los de la sociedad civil y genera, poco a poco, una ideología del autocontrol que, como muestra la experiencia, conduce a la corrupción. Y como lo muestra la literatura, allí donde hay corporativismo existen estrategias de cooptación que, por la vía de incorporar a los terceros, a ritos y prácticas, acaba anestesiando su ánimo crítico.

Hasta la fecha, quienes han ejercido el cargo (de cuyo ministerio dependió también Carabineros) no han sido conscientes de ello y más bien parecen haberse dedicado a fortalecer ese rasgo contribuyendo así a la verdadera anomia que aqueja a las instituciones armadas. ¿Será necesario recordar los desfalcos que desde hace mucho tiempo vienen ocurriendo en Carabineros? ¿Repetir las revelaciones que el propio comandante en jefe del Ejército ha hecho de la conducta de sus subordinados? Creer que todo eso es fruto de reglas defectuosas, o ¡casos aislados! y sugerir que examinar el problema con claridad es «enlodar» a las Fuerzas Armadas -ocultando que el lodo lo han arrojado sus propios miembros al apartarse de su deber y contribuyendo así a que se mantenga- es alarmante.

No es pues solo un asunto de reglas jurídicas lo que aquí está en juego -como erróneamente lo sugiere Ravinet-, sino de comprensión del problema que aqueja a la corporación militar y a Carabineros. Es increíble que un ex ministro de Defensa muestre tal nivel de incomprensión del corporativismo: el riesgo que acecha permanentemente a las instituciones armadas en las democracias. (El Mercurio Cartas)

Carlos Peña

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