La esencia humana y la pandemia

La esencia humana y la pandemia

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Carl Jung, psiquiatra y filósofo: “Tarde o temprano el ser humano tendrá que volver a sí mismo. Es más fácil llegar a Marte que encontrarse a sí mismo; si no lo logra, la humanidad corre el más grande de todos los peligros: su aniquilación”. Cuando el mundo se paraliza por la pandemia del coronavirus, sus proféticas palabras chocan con la ignorancia y altanería de quienes conducen hoy las principales potencias, EE.UU. y China.

El gran avance científico y tecnológico del último siglo no ha estado acompañado de una reflexión filosófica que ayude a asimilar el significado de un mundo tan interconectado. Las democracias de masa suelen elegir a personas que carecen de la sofisticación intelectual para interpretar el espíritu de los tiempos, el Zeitgeist. Son escasos los políticos preocupados por entender el efecto de los avances científicos y así iluminar sobre lo que viene. El signo de los tiempos es: a pesar de la tecnología moderna, la humanidad es una sola y cada vez más interdependiente; por lo tanto, son inadecuados los socialismos exagerados, los liberalismos extremos, los nacionalismos chovinistas. Tanto las democracias —cuando caen en el populismo— como los Estados totalitarios, como China, son malas formas de enfrentar las necesidades de los tiempos modernos, con problemas comunes como la actual pandemia del coronavirus.

China representa la devoción dogmática por el comercio y los resultados económicos, a costa del respeto humano y medioambiental. La forzada evolución comercial china no ha estado en conexión con el espíritu de los tiempos. La falta de información rápida y veraz de Beijing sobre el virus de Wuhan contribuyó a su expansión, y su escaso aporte para el trabajo conjunto con datos verificables en este momento clave de la historia de la humanidad, refleja un sesgo ideológico extremo.

Para saber quién saldrá victorioso en la lucha entre EE.UU. y China, análisis que se ha puesto tan de moda, no sirve considerar el PIB actual o las armas de cada Estado, sino analizar cuál de las dos visiones representa mejor la naturaleza humana y el respeto por los derechos inalienables de cada ser.

La “victoria” en esta absurda carrera la tendrá la potencia cultural que respete mejor las necesidades humanas, su biología y psicología. La buena política implica tener criterio para equilibrar las tradiciones con las nuevas tendencias, siempre respetando la esencia del ser humano. Las respuestas no las tienen economistas ni financieros, sino los científicos, con sus aportes, y los filósofos y humanistas, con sus interpretaciones. Es hora de darles la tribuna que merecen. (El Mercurio)

Karin Ebensperger

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