La derecha en la encrucijada

La derecha en la encrucijada

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Los votantes de la centroderecha se encuentran frente a una encrucijada el próximo 26 de abril: aprobar o rechazar el camino de una convención constitucional para reformar nuestra Carta Fundamental. Los políticos del sector se han dividido. En la UDI, la gran mayoría está por el rechazo y solo un par de figuras por el apruebo. En Renovación Nacional, la mayoría está por el rechazo, pero hay un grupo importante por el apruebo, entre ellos, nada menos que la directiva del partido. En Evópoli, la mayoría es favorable al apruebo, pero un no despreciable 40% está por el rechazo.

Despojada de contexto, la decisión no tendría por qué ser unánime. Teóricamente, se puede estar o no de acuerdo con un determinado mecanismo para cambiar la Constitución sin renunciar a los principios e ideas que nos ligan a una determinada corriente política. Es más, han surgido ciertos grupos, la Coordinadora entre los más interesantes, que promueven un diálogo sobre la materia incluyendo a partidarios de un rechazo “con propuesta”, que sí están de acuerdo con hacer cambios a la Constitución, pero no por el mecanismo impuesto por el acuerdo del 15 de noviembre; y partidarios de un apruebo “no ingenuo” que pretenden exigir ciertas condiciones para seguir el itinerario constitucional, entre las cuales, la paz social es fundamental. El trabajo conjunto de estos grupos es importante, porque más allá de la decisión que tome cada persona, que será inevitablemente individual, refleja la voluntad de buscar una solución a los problemas que vive el país, pero hacerlo de manera soberana, sin la imposición por la fuerza de ideas que repugnan, ni renuncia a los principios e ideas propias por la presión ni por los vientos populistas que soplan con fuerza por estos días.

La evaluación del contexto en los términos que comentábamos recién es fundamental. No solo porque nos entrega criterios valiosos para tomar una decisión el 26 de abril, sino que también porque fija los contornos para un trabajo político futuro; ya sea porque si gana la opción apruebo habrá que trabajar juntos para lograr una Constitución con mínimos comunes aceptables, que por lo demás es el espíritu de todo este proceso; o porque si gana el rechazo hay importantes elecciones a realizarse en los próximos dos años.

Así, cada uno tendrá que reflexionar bajo qué condiciones puede tomar una u otra opción en el plebiscito del 26 de abril. Para alguien podrá ser la mantención del orden y como símbolo de éste, la recuperación para los ciudadanos del espacio público de la Plaza Baquedano y la Plaza Italia. Para otros, acuerdos previos en materias de libertades y derechos que no estén sujetos a la teoría de la página en blanco.

Será, al final, un voto por la dignidad, esa palabra tan manoseada por estos días. (La Tercera)

Luis Larraín

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