La Constituyente y el ejemplo de Picasso

La Constituyente y el ejemplo de Picasso

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En ciertos momentos de la historia los pueblos pasan por encrucijadas que deben ser resueltas con liderazgos capaces de encauzar la mejor salida o, a falta de datos, aquella que sentaría las bases para el desarrollo de las generaciones futuras. Estos episodios pueden ser más o menos dramáticos, más o menos urgentes, pero tienen un factor común: quienes lideran están dispuestos a asumir costos y sacrificios más allá de sesgos políticos o ambiciones particulares.

Estamos ad portas de la ceremonia que inaugura la Convención Constituyente, programada para el próximo 4 de julio. Por estos días los medios se han centrado en especular sobre quien presidiría la instancia, los detalles de la ceremonia y los alcances del “mandato” constituyente. En esas pocas cosas se vislumbra que el “paño no está fácil de cortar”. Mientras, el Ministro Juan José Ossa, no abandona un libreto estudiado: la Constituyente tendrá autonomía; el gobierno solo está para prestar los apoyos necesarios; la tarea tiene “bordes” que han sido señalados por el Presidente (defensa de la democracia, respeto a los tratados y no revisión de sentencias ejecutoriadas, como mínimo, porque la lista original era más larga);  la ceremonia será “minimalista”, no se sabe si a falta de vinito navegado o por no decir que ni el Presidente ni otras autoridades serían bienvenidas.

El minimalismo refleja el rechazo y desconfianza hacia el establishment. Para el gobierno esto se traduce en una postura inconfortable acentuada por el magro resultado electoral de la derecha en la elección de constituyentes. Esto limita las tentaciones “intervencionistas” del actual Presidente. No es fácil que en un país tan centralista y habituado a un rol muy activo de La Moneda se de esta circunstancia donde el Ejecutivo esté prácticamente censurado; ¿será el único?. Hagamos un  breve recuento.

El acuerdo del 15 de Noviembre de 2019 fue la culminación de casi un mes de protestas masivas en el plano nacional que estuvieron, aparentemente, cerca de desestabilizar al gobierno pese al Estado de Excepción. El denominado “Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución” de ese día había sido pedido por el Presidente Piñera bajo el argumento de proteger la democracia y no acudir al uso de la fuerza para pacificar el país. El mandatario llegó a sostener que tuvo sobre la mesa las dos opciones la noche previa y que optó por la democracia…lo cierto es que al parecer no hubo mayor disposición militar para una aventura represiva que, al parecer, era alentada por el entonces Ministro de Defensa, Alberto Espina.

La negociación que se estableció en el Congreso venía ya condicionada a poner sobre la mesa la Constitución del 80. Esa era la piedra angular del eventual acuerdo en un contexto social explosivo que no admitía medias tintas ni parches como tantas veces antes. Este paso largamente esperado por la oposición requería, sin embargo, hacer fe de la palabra del Ejecutivo y sus partidos aliados…no pocos dudaron incluso que se llegaría hacer el plebiscito de entrada. Dudas que aumentaron al correr de las semanas cuando la UDI y personeros de derecha buscaron borrar con el codo lo que había escrito con la mano: amenazaban con desconocer el acuerdo si era sujeto a modificaciones y apostaron erradamente por la opción “rechazo”.

Pese a todo el Acuerdo Constitucional se materializó con once firmas que vale la pena recordar: diez presidentes de partido (DC, PS, UDI, RD, PPD, RN, PARTIDO LIBERAL, EVÓPOLI, COMUNES, PR) y un ciudadano (Gabriel Boric Font).[1] Lo de Boric fue una acción política tan valiente como incomprendida por muchos de sus pares, entendió que más que salvar al gobierno se estaba abriendo la posibilidad de una nueva democracia. El diputado magallánico hizo su apuesta con altos costos inmediatos, pero que se ha ido valorando y será un activo que marcará su vida política. Una consideración adicional, sólo cinco meses después, con la llegada de la pandemia al país, ni las protestas ni un acuerdo de este tipo podrían haber sido viables.

Pese a todo lo descrito es interesante que los dos representantes de los partidos del “rechazo” lideren las febles y dudosas encuestas: Joaquín Lavín y Daniel Jadue. La historia del gremialismo en este proceso es cosa conocida, se aferró al estatus quo, y quiso trasladar el alto quorum parlamentario, que asegura el inmovilismo, a la instancia constituyente. En tanto, la actitud de rechazo del PC frente al acuerdo constitucional tenía una lectura distinta. El partido se negó a participar denunciando una supuesta “cocina” política. Se instaló en la lógica de la sospecha y la desconfianza absoluta en el gobierno y sus partidos. No creyó en el proceso ni en su culminación.

¿Cuál era la alternativa si las oposiciones hubiesen bloqueado la instancia de diálogo?. Una opción posible era dejar que el gobierno naufragara para entrar a un estado de anarquía con sucesivos gobiernos provisorios como lo vimos en Argentina y más tarde en Perú. Pero también se abría la posibilidad de un “autogolpe” o que se impusieran sectores de ultra derecha. Otro escenario improbable era una salida Constitucional que pusiera término anticipado al mandato, cuestión que requería un quorum inalcanzable. Una cuarta  opción igual de incierta era esperar que las protestas se incorporaran a la “normalidad”, generando una suerte de “ingobernabilidad gobernada”, en buenas cuentas un esquema de crisis permanente. Eso podría haber ocurrido con protestas acotadas y movimientos tipo “piqueteros” de Argentina, pero la mezcla entre protestas legítimas y oportunismo del narco y la delincuencia lo hacían inviable. Cualquiera fuese la alternativa una cosa es clara, el desarrollo de los acontecimientos se habría canalizado en los términos de la actual Constitución más allá de si se desestabilizaba o no el gobierno. En consecuencia la opción de rechazar el diálogo, como lo hizo el PC, para acordar una instancia constituyente resulta bastante inexplicable.

Me atrevo a pensar que lo anterior no tiene que ver con la ideología, sino más bien con una forma de entender la política y el momento histórico. Un contrapunto a esto se encuentra en la apasionante historia del éxodo artístico español contada por Arturo Colorado Castellary. En plena Guerra Civil el gobierno republicano abandonó Madrid llevando consigo las obras de los principales museos para protegerlas de los bombardeos enemigos. Los encargados de coordinar la operación, Josep Renau y Timoteo Pérez Rubio, dedicados funcionarios públicos, pertenecían al Partido Comunista. Asimismo, el gobierno nombró a Pablo Picasso, también comunista, como director de El Prado, aun viviendo en Francia, para sensibilizar a la comunidad internacional sobre los acontecimientos españoles y el riesgo que pesaba sobre su patrimonio. Las obras, tras un increíble tránsito terrestre y varias escalas, se salvaron de los estragos de la guerra y encontraron refugio en la sede de la Liga de Las Naciones en Suiza. Tras la derrota republicana los impulsores del rescate no fueron impedimento para el retorno de éstas al museo de El Prado a una España bajo la dictadura franquista, primando el mejor interés colectivo. Picasso no renunció por ello a sus convicciones: vivió en el exilio y legó al mundo su famoso Guernica, que denunciaba la barbarie franquista.

¿Cómo entender entonces los imperativos de cada tiempo?, ¿qué alternativas abres o te encargas de cerrar y qué consecuencias se generan con ello?, ¿cuál es el propósito que mejor interpreta las expectativas e intereses de una sociedad?. En fin, más allá de las preguntas que cada uno pesará en lo que le toca, lo que importa es que habrá Convención Constituyente a pesar de los ripios. Esto deja también una interesante lección para quienes fueron electos porque, así como hubo generosidad de la mayoría de sectores políticos en el origen de la constituyente, es relevante que ésta sea una instancia donde los intereses personales estén lejos de ser la opción predominante. Empleando el “sutil” y cuidadoso vocabulario del gobierno: éste es quizás el principal “borde” que debiera tener la tarea constituyente y, porque no pensarlo, su mayor base de legitimidad. (Red NP-lamiradasemanal)

Luis Marcó

[1] https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/76280/1/Acuerdo_por_la_Paz.pdf

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