Josef y Vladimir

Josef y Vladimir

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¿Está Rusia volviendo a la era de Josef Stalin? Es lo que plantea Adrian Karatnycky en un artículo que analiza la última elección presidencial (o más bien, farsa electoral) en la que Vladimir Putin, como en los mejores tiempos soviéticos, obtuvo una votación del 87 por ciento. A todas luces, un ejercicio de “legitimación” (bien aprendido por su discípulo Nicolás Maduro) y de demostración para quienes no hayan entendido que el control total está en sus manos.

Igual que en la URSS, donde los comicios no eran la expresión popular, sino el sometimiento a las decisiones de la jerarquía comunista (quién se hubiera atrevido a oponerse), esos que un politólogo describió en la época como “curiosidad sicológica” o una “afirmación performativa ritualizada del régimen”. Algo así ocurrió con esta nueva elección de Putin, en medio de una guerra fabricada por él y una campaña electoral que lo celebra como un jefe militar comparable a Stalin en la “Gran Guerra Patriótica”.

De acuerdo a Karatnycky, con la elección reciente se vuelve a las prácticas de la era soviética y se cierra el círculo de la transformación de Rusia en una sociedad con características del totalitarismo soviético. En Rusia, dice, se vive hoy una represión peor que en cualquier período de gobierno comunista post Stalin. No sorprende. En febrero supimos de la extraña muerte en prisión del opositor Alexei Navalny. Es el caso más conocido, pero hay cientos que, como Navalny, recibieron condenas al gusto de las autoridades o huyeron al extranjero para evitarlas. Según Proekt Media, un grupo de periodistas exiliados, en los últimos seis años han sido enjuiciadas 5.613 personas por causas políticas, y 105 mil por cargos como participar en protestas. Esos casos se suman a otros de persecución a la prensa y a defensores de derechos humanos, y a la prohibición de actividades a ONGs y fundaciones que promueven la democracia. (Puede que este foco en los opositores distraiga a los servicios de seguridad del monitoreo a terroristas, como los que atacaron un teatro en Moscú.)

Lo de Stalin va en serio. Ya desde hace un tiempo que el gobierno de Putin limpia la imagen del exdictador soviético. Reaparecen sus estatuas en diversas ciudades, se le hacen homenajes públicos y ahora brilla como gran prócer en nuevos textos escolares que atizan el fervor bélico y buscan reclutar jóvenes para luchar en Ucrania. Con un legislativo dócil, tribunales obsecuentes, sin siquiera un Politburó comunista que lo limite, Putin tiene un poder incontestado. Es el más parecido a Stalin de todos los líderes rusos de los últimos 70 años. ¡Culto a la personalidad y cultura del terror incluidos!

Tiene puño de hierro, como Stalin lo tenía de acero. Ha avivado el nacionalismo y militarizado Rusia para derrotar a los “nazis” ucranianos, paradójicamente liderados por un Presidente judío. Todo vale para afianzar su dominio sobre una sociedad que se doblegó en unas elecciones que le ratificaron el apoyo, envalentonándolo para seguir en guerra y desafiando a Occidente. (El Mercurio)

Tamara Avetikian