Algo más de cien días al frente del Ministerio del Interior completó esta semana Jorge Burgos. Lo hizo enfrentando un cambio de intendentes y una movilización de camioneros donde no pocos percibieron su mano. Pero él no lo considera una demostración de liderazgo, porque -como dice- «no hago nada en mi cotidianidad para demostrar el poder que tengo».
Es viernes. La Moneda luce en calma y, salvo el cansancio que reflejan los rostros de algunos funcionarios en el Ministerio del Interior, no se observan rastros de la tensión vivida en la jornada anterior, con enfrentamientos entre partidarios y detractores de la movilización de los camioneros y un enorme atochamiento en las carreteras que sólo se solucionó cuando el jefe de gabinete autorizó el paso restringido de algunos manifestantes frente al Palacio de Gobierno.
¿Qué ocurrió? ¿Improvisación, error de cálculo o, al final, tiene un balance positivo de la forma como se enfrentó el problema?
Hubo, como en todas estas cosas que son complejas, evaluaciones distintas según circunstancias distintas. Cuando surgen evaluaciones distintas, en el marco de un período relativamente corto de tiempo, es inevitable que se interprete que hubo una voltereta o una vuelta de carnero, pero yo tengo la convicción de que, desde el punto de vista del rol que la Presidenta me asignó en este ministerio, que incluye el orden público, actuamos correctamente, porque en estas decisiones nunca hay perfecciones ni caminos únicos. Todas las alternativas tenían complejidades y creo haber tomado la menos compleja. Como dije, al final de la jornada, todas las rutas quedaron abiertas, los camioneros fueron recibidos, cumplieron con su compromiso y el país terminó el día en plena normalidad. Y eso siempre es bueno para un gobierno y un ministerio encargado de ello.
Pero ese resultado al final de la jornada, ¿no se podría haber conseguido mucho antes?
Siempre queda la duda. Yo voy a hacer un análisis interno, asumiré mis autocríticas, pediré que otros hagan las suyas y aprenderemos las lecciones. Yo creo en la transparencia, pero no al extremo de hacer las autocríticas en público.
Está bien, ¿pero quién fue el de la idea de la resolución del Seremi que impidió el paso de camiones por la Ruta 5? ¿No terminó eso agravando o potenciando la movilización?
Bueno, cuando digo que hay que hacer análisis y autocrítica de decisiones hay que tener presente ese hecho. En todo caso, las decisiones son colectivas y de los errores respondo yo.
¿Fue una mala idea?
Hay que analizarlo.
¿No refleja un cierto déficit en la gestión de crisis? Después de todo, si algo se sabía es que los camioneros llegarían a Santiago.
Sí, se sabía, pero hubo que analizar momentos distintos. La mañana era compleja, porque había otras marchas autorizadas y teníamos que evitar el riesgo de que se cruzaran ambas marchas. Cuando ya no estuvo esa circunstancia, yo tomé una decisión distinta y creo que al final de los finales fue la mejor decisión.
Más allá de esta situación de crisis, la propia Presidenta ha reconocido ese problema de gestión, a lo que se suman reclamos de improvisación tras varias de las decisiones del gobierno.
Pero en el caso de la movilización de camioneros aquí no hubo ninguna improvisación. Reconozco el derecho de las personas a opinar, que se debió haber hecho algo antes, etc. Siempre desde afuera es fácil opinar, pero hay que estar adentro para saber cómo hay que ir tomando las decisiones. Aquí no hubo improvisación y no hubo falta de gestión. La crítica de la Presidenta hace referencia a la implementación de políticas públicas y en eso, obviamente, hay que asumirla, trabajarla y en eso hemos estado.
¿Concuerda con esa crítica?
Creo que el aparato público chileno es un gran aparato con relación a países de la región, basta ver las cifras al respecto. El otro día recibí a la jefa de la Cicad, que es el organismo de la OEA en materia de drogas, y me pidió que por favor enviáramos expertos nuestros a contar la experiencia chilena en materia de prevención y lucha contra la droga, porque es un ejemplo para los miembros asociados. Aunque es sólo un caso, yo me quedo con la sensación de que, aunque probablemente hemos cometido muchos errores, tampoco debemos creer, como se ha instalado en este cierto ambiente de crispación, que todo se hace mal. Eso no es cierto.
¿No hay improvisación en la forma como se enfrentan algunas reformas?
De repente puede haber elementos de improvisación o cambios de criterio y eso hay que terminarlo, porque hay que mejorar la gestión y porque nada improvisado termina siendo una buena gestión.
¿Hay improvisación, a su juicio, detrás de la forma como se ha llevado el proyecto de gratuidad para la educación superior?
No soy de calificar conductas de otros ministerios de manera tan categórica. No me corresponde ni tengo fundamentos para afirmar eso, pero no tengo ninguna duda de que la política de la gratuidad en régimen y en esta excepcionalidad en 2016 requiere de más claridad. En eso está trabajando la ministra y la decisión que ha tomado, en el sentido de tener un equipo consultivo de alto nivel, constituye una buena medida.
Ese equipo incluye a un ex ministro muy crítico de la forma como se ha llevado a cabo el proceso. ¿Significa eso un reconocimiento o un cambio?
No, yo diría que la ministra toma la decisión precisamente para romper ciertas lógicas de críticas respecto de decisiones y de gestión, convocando a gente de confianza y conocimiento del área para hacerse asesorar.
Igual llama la atención que, entrando al último cuatrimestre del año, se convoque a un consejo asesor para una política que se iniciará en 2016.
El consejo no está dirigido a la etapa inicial, sino más bien a lo que será la búsqueda de los elementos centrales de la política definitiva.
Que por razones obvias estará condicionada por lo que se establezca para 2016. Ese será el piso, porque difícilmente podrán excluir el día de mañana a estudiantes o instituciones que entren en la gratuidad el próximo año.
Pero el derrotero definitivo será más bien parte de la política pública definitiva. Ahora, si me va a hacer la entrevista sobre materias de educación no va a salir buena, porque no soy experto en eso.
Le hacía la pregunta en su calidad de jefe de gabinete, porque se trata de la reforma más relevante, tanto por alcance como por impacto en el presupuesto. La cuestión, en definitiva, como han planteado algunos rectores, es si no considera más prudente que una reforma de esta envergadura se postergue y sea debatida sin tanta premura.
Los rectores tienen derecho de hacer sus planteamientos y la ministra Delpiano tiene la bendita virtud de escuchar a todas las personas. Es una persona que se abre al diálogo y creo que las instancias que ha creado van en esa línea. Yo soy el jefe de gabinete, tengo un seguimiento sobre los temas, pero no soy un experto educacional y, en consecuencia, sería muy presumido de mi parte estar sentando sentencia definitiva al respecto.
Vuelvo, entonces, a la movilización de los camioneros. ¿Usted tomó la decisión de permitir que circulara frente a La Moneda un número más limitado de camiones?
Así es y lo dije públicamente. Esa es una típica decisión de este ministerio.
¿Se podría interpretar como una señal de su autoridad en la misma semana en que también removió al intendente de La Araucanía?
Ese cambio lo hizo la Presidenta. Huenchumilla, en esta lógica nueva en la República de que los cargos de confianza se quejan durante días, ha centrado las críticas en mí y pretende hacer parecer que soy yo el que le quité la confianza. Yo lo notifiqué, simplemente. Es la Presidenta de la República la que decide quiénes son sus intendentes. Estoy convencido, en todo caso, de que fue una buena decisión.
Igual algunos interpretan que esta semana se les apareció el ministro del Interior en propiedad.
Créame que yo soy un roto raro en la política. En primer lugar, ninguno de los cargos que he tenido la suerte de desempeñar, tanto los ejecutivos como los legislativos, los he buscado. Yo tengo hartos defectos, pero la ambición desmedida es algo que no conozco. En consecuencia, tal como nunca los he buscado, yo no hago nada en mi cotidianidad para demostrar el poder que tengo. Las cosas las hago porque creo que hay que hacerlas, nunca estoy pensando si ello me ayudará a demostrar que el empoderado soy yo ni que me ayudará en la próxima encuesta. Lo que digan los otros me da lo mismo, porque no tengo ninguna, pero ninguna aspiración política. Y no le voy a contestar eso de que el tiempo lo dirá ni nada de eso. Ninguna de esas corre conmigo. Estoy en este cargo que me nombró la Presidenta, lo voy a tratar de hacer bien por el tiempo que tenga su confianza y después de eso vendrán más días de sueño, algún ingreso como abogado, libros y, como soñamos con mi mujer, cuando viejos irnos a vivir a la Recoleta, en Buenos Aires. No lo podremos hacer porque no tenemos plata, pero iremos lo más posible.
No busca cargos, pero cuando los asume me imagino que tiene claros los objetivos respecto de lo que quiere hacer ahí.
Mi objetivo fundamental es ser eficiente y eficaz y poder contribuir al país.
¿Nada de cambiar el rumbo del gobierno, como esperaba el presidente de su partido?
Los rumbos de los gobiernos los cambian los presidentes. Yo estoy acá porque la Presidenta me nombró y sé por qué lo hizo, porque me lo ha dicho y reiterado. Me nombró porque me tiene confianza y porque cree que mis características ayudan en el momento que vive el país. Cuando decidió cambiar a parte importante de su gabinete, porque debió tener la evaluación de que no lo estaban haciendo bien, me nombró con mis características: soy un hombre de centro, soy un democratacristiano, soy más prudente que imprudente, más gradualista que revolucionario, más reformista que revolucionario y no creo en monsergas de que aquí hay que echarle para adelante y no conversar con nadie. Eso lo conoce la Presidenta, lo respeta y valora.
¿Y esa impronta se está reflejando en la forma como el gobierno desarrolla e impulsa sus distintas reformas?
Yo veo que es un gobierno que mantiene los objetivos que ha tenido desde el comienzo y que yo comparto: una sociedad más justa, relaciones más simétricas entre las partes, una sociedad mejor educada. Comparto todos esos objetivos y detrás de ellos yo me inserto con mi impronta. Estoy contento con lo que he hecho. Hay días buenos y días malos, en este ministerio en particular, pero vamos para adelante. El aporte que puedo hacer en la etapa que se inició en mayo, por decisión de la Presidenta de la República, quiero que surja más de la interpretación de las personas más que de lo que yo diga de mí mismo. Creo que eso se ha dado.
Pero también se ha interpretado que el ministro del Interior no forma parte del núcleo de decisiones o que se ha visto sorprendido…
No ha pasado eso. Cuando he tenido algún inconveniente he sido capaz de conversarlo serenamente y de mí nunca encontrarán un recado a través de un trascendido de prensa. No trabajo así.
¿Hubo entonces un problema de expectativas o una interpretación errónea respecto del rol que venía a cumplir al gobierno? Usted y la famosa dupla con Valdés. ¿Exceso de wishful thinking, como dijo la Presidenta?
Probablemente. Algunos creyeron que este era un régimen parlamentario o algo así, donde los ministros toman decisiones por su cuenta. Eso no es así. Este es un régimen profundamente presidencial e incluso la figura del jefe de gabinete no está contemplada en ninguna parte de la institucionalidad. Esa ha sido más bien una creación, porque es el ministerio que subroga a la Presidenta cuando sale del país. Ahora bien, tampoco me molesta que la gente haya interpretado que aquí venía una dupla, porque trabajamos de forma muy mancomunada y coordinada. Eso es cierto, porque tenemos que hablar y resolver juntos muchas cosas, pero la misma relación tengo con Nicolás y Marcelo. En esta misma sala almorzamos, ordinariamente, a lo menos una vez a la semana y en la de Marcelo Díaz a lo menos un desayuno a la semana. Discutimos, a veces debatimos, y tomamos decisiones cuando corresponden al comité o se las elevamos a la Presidenta.
¿Usted se declara fiel partidario del programa de gobierno en toda su extensión?
Yo creo que los programas son una carta de navegación y las cartas de navegación fijan el rumbo hacia donde se quiere llegar, pero indican que cuando hay aguas procelosas o hay obstáculos, hay que ser capaz de vadearlos. En eso estoy.
¿Le resulta majadero a esta altura que siempre se esté especulando con su grado de compromiso con el programa o su nivel de cercanía y confianza con la Presidenta?
No me molesta. Con la Presidenta tengo una relación de respeto. Ella me tiene respeto, me considera, me tiene confianza, pero no soy amigo personal de ella. Además, desde cuándo que los ministros tienen que ser amigos de los presidentes. Eso nunca ha sido así. Yo no tengo una amistad social con ella. He estado con ella en reuniones sociales, le tengo respeto, he votado por ella en las dos veces que ha sido candidata y participé en el área de defensa de su programa. No voté por ella en la primaria, porque fui uno de los pocos parlamentarios democratacristianos que estuvo con Orrego y estoy muy orgulloso de eso.
Pero siempre existe la idea de que el ministro del Interior tiene que ser el brazo derecho, la persona más cercana a la Presidenta, el hombre de confianza…
En la cotidianidad de la política yo soy muy cercano a la Presidenta, tengo línea abierta, me reúno mucho con ella y hablamos mucho por teléfono. Ayer (el día de la movilización de camioneros) habremos hablado unas cuatro o cinco veces por teléfono. En ese sentido, tengo puertas abiertas. Pero como se instala que Burgos tiene un problema porque no es “amigo social”, quiero aclarar que no tengo ningún problema ni ella tampoco.
¿Qué significado tiene para usted el “realismo sin renuncia”? ¿Preferiría incorporar algo de renuncia a ese realismo?
Es una frase de resumen que, como todas, da para interpretaciones.
¿Cuál es la suya?
Que en esta etapa hay realismo, en el sentido de que tenemos que darnos cuenta de que ciertas cosas estaban creando problemas en la forma y modo en que se estaban haciendo y, segundo, que tenemos una situación económica distinta de la que presumieron las autoridades económicas anteriores. Además, se agregó ahora una situación internacional incluso más compleja de cuando se estableció la idea del “realismo sin renuncia”. El precio del cobre nos está golpeando y nadie puede hacerse el leso al respecto. Y una de las gracias que ha tenido la centroizquierda chilena, cuando nos ha tocado vivir estas dificultades, es que hemos sido capaces de enfrentarlas bien, con realismo e inteligencia para salir lo más rápido posible, y eso hay que volver a hacerlo.
Con el “realismo sin renuncia” todas las reformas se mantienen, pero -como dijo la Presidenta- se van a demorar un poquito más.
Los objetivos de tener relaciones laborales más simétricas, de tener un país más educado y con más oportunidades, obviamente que no se pueden renunciar. La forma y modo, los tiempos y cómo se implementan, sí es bien trascedente.
Reforma laboral, previsional, educacional, isapres, descentralización, aborto, constitucional. ¿Todas tienen que seguir adelante o pondría alguna en el congelador?
El tiempo dirá si alguna debe ser puesta en momentos distintos de acuerdo a la perspectiva económica. Tengo la impresión, por ejemplo, aunque no me corresponde tomar la decisión, que la reforma previsional probablemente tendrá que esperar un tiempo más.
O sea que el criterio es sólo por razones económicas.
La económica es una razón bastante importante y la segunda es la forma y modo en que se proponga la reforma y eso todavía está en etapa de discusión.
¿El nivel de respaldo del gobierno no debiera ser también un elemento a considerar al momento de impulsar o no ciertas reformas?
También es un elemento y esa es una decisión que nosotros, como comité político, tendremos que conversarla constantemente con la Presidenta y ella tomará las decisiones.
¿Es conveniente que un gobierno con el respaldo actual inicie un proceso constitucional?
En el sentido de iniciar un proceso constitucional, lo puede hacer perfectamente. Un proceso para evitar que una futura Constitución carezca de participación se puede hacer perfectamente y es bueno que se haga para más adelante, en el momento político oportuno, derivar en una nueva carta constitucional. Pero una nueva carta que surja de un gran acuerdo político y se haga institucionalmente. Y en Chile las reformas constitucionales no tienen otra forma de abordarse que no sea su discusión en el Congreso.
Estamos a semanas de que la Presidenta dé inicio al proceso constituyente que anunció para septiembre. ¿Qué tienen previsto?
Estará centrado fundamentalmente en una propuesta de participación ciudadana. De tal forma que en su momento político lo que se discuta, primero en el Ejecutivo y luego como propuesta al Congreso, provenga de una propuesta que recoge participación incidente. Habrá una propuesta en septiembre que no puedo adelantar y que incluye un procedimiento de participación cívica constituyente. Pero esa es una etapa para derivar en una propuesta que, a mi juicio, y como lo dice el programa, debe ser institucional. Institucional es a través de nuestro Congreso Nacional.
Detrás de la demanda por gradualidad en las reformas subsiste el cuestionamiento al liderazgo presidencial. Un camarada suyo y ex ministro de Interior, Carlos Figueroa, planteó que Bachelet “no tiene capacidad de conducción política”.
No sólo es ex ministro de Interior y camarada mío, sino que, además, es amigo mío. Pero sus declaraciones no las encontré malas, las encontré pésimas. Espero tener la oportunidad para conversar con él.
¿Y por qué es tan reiterado, a su juicio, esta inquietud respecto del liderazgo presidencial?
Probablemente están vinculadas a lo que dicen las encuestas. Pero al final la baja de apoyo es a la política en general. Es distinto hacer un análisis respecto de las dificultades que puede tener el liderazgo cuando bajan las encuestas a hacer juicios tan categóricos e injustos.
¿Son injustos?
La Presidenta tiene un liderazgo, qué duda cabe. Un liderazgo que le ha permitido ser dos veces Presidenta de la República. Eso lo cuentan muy pocos: don Arturo y la Presidenta. Los liderazgos pasan por mejores o peores momentos y, obviamente, hoy, en una sociedad que mide permanentemente, se pone en duda un liderazgo que, a mi juicio, lo tiene y va más allá de las encuestas.
¿Percibe cierta desafección hacia el gobierno en el oficialismo?
Otro fenómeno es que cuando los gobiernos pasan por malos momentos las personas pueden tender a alejarse un poco para cuidar su propia adhesión. Pero ese es un error analítico, porque el juicio crítico ciudadano es a la política. El que cree que se salva solo está absolutamente equivocado, porque va a profundizar sus problemas.
¿Falta más compromiso por parte de parlamentarios y dirigentes de la Nueva Mayoría con el gobierno?
En general, creo que ha habido compromiso. Nadie podría decir que los problemas que hemos tenido son por falta de compromiso del mundo parlamentario, eso sería injusto. Hay ciertos elementos que de repente requieren más conversación, pero como regla general, nuestra coalición, en el ámbito parlamentario, ha sido disciplinada y eso hay que mantenerlo.
¿La aparición de candidaturas presidenciales es un síntoma también de esta desafección?
No, yo creo que en gobiernos de cuatro años empieza muy pronto a hablarse de candidaturas y eso lo hemos visto en las administraciones anteriores. A mi juicio, con un cierto grado de irrealismo, tomando en cuenta el bajo grado de adhesión que las encuestas muestran hacia los partidos políticos.
¿Ve proyectarse a la Nueva Mayoría más allá de esta administración?
Tengo tanto trabajo aquí que me queda poco tiempo para pensar en política partidista. Eso pregúnteselo al presidente de mi partido.


