Jaime Guzmán y los contextos-Gonzalo Cordero

Jaime Guzmán y los contextos-Gonzalo Cordero

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El asilo concedido al terrorista que asesinó a Jaime Guzmán -quien además participó en el homicidio de otras personas y el secuestro de Cristián Edwards- ha permitido apreciar que subsisten dos grupos en nuestra sociedad: los que han asumido las lecciones del pasado y los que siguen capturados por la odiosidad.

Los primeros son un grupo transversal, al que no le complica separar sus diferencias con las víctimas de la violencia política, con la condena a los hechos que dichas víctimas sufrieron. Nuestro pasado está plagado de crímenes, algunos son hitos históricos, otros son un conjunto grande de víctimas menos conocidas, pero dignas del mismo respeto y consideración.

Allí están, por ejemplo, Edmundo Pérez Zujovic, Orlando Letelier, Jaime Guzmán, los detenidos desaparecidos, los que sufrieron distintas formas de tortura, los carabineros asesinados, los escoltas del general Pinochet fallecidos en el atentado. Todos y cada uno de ellos, además de otros que omito únicamente por razones de espacio, fueron vulnerados en sus derechos fundamentales, vieron resignada su vida, su integridad y dignidad, como consecuencia de la perversión brutal del sentido de la política.

Nuestra sociedad, como casi toda América Latina, fue arrastrada por la Guerra Fría, envenenada por la ideología de la lucha de clases, que concebía a las personas de distintos estratos socioeconómicos como enemigos llamados a un enfrentamiento inevitable, que descalificaba a la democracia, por considerarla un mero instrumento de dominación y que tuvo como reacción distintas formas de represión que, exentas de los mecanismos de control propios de un estado democrático de derecho, dejó también una estela de horror y divisiones.

¿Cuántas veces hemos escuchado que ningún contexto justifica las violaciones a los derechos humanos? Muchas, y si alguien osara contradecirlo sufriría un repudio generalizado, porque hay bienes que están por sobre cualquier justificación para vulnerarlos. Pero, curiosamente, cuando se trata del terrorista que asesinó al senador Guzmán, en un crimen tan cobarde como bárbaro, hay algunos que apelan al contexto en que fue juzgado, que apelan al rol político que la víctima jugó entre 1973 y 1989, o que defienden la soberanía de Francia, como una manera solapada y cobarde de justificar el crimen, eximiendo al autor del castigo que merece.

Pero hay otros, que desde una izquierda democrática y digna, condenan sinceramente el crimen, reivindicando para su adversario el mismo derecho a la justicia que invocan para los suyos. Con ellos me quedo, porque sólo con ellos es posible darle el único contexto capaz de dar paz y traer progreso a nuestra sociedad. (La Tercera)

Gonzalo Cordero

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