Humanidades en la infoesfera

Humanidades en la infoesfera

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Nunca las humanidades habían sido tan necesarias como ahora, ahora más que nunca. Porque enfrentamos como civilización un desafío y un peligro que no han sido suficientemente dimensionados, tanto o más grande que el cambio climático. Mientras escribo estas líneas (escritas por mí, no por ChatGPT, te pido lector que me creas) está en curso una carrera por el control de los datos, por hacerse de una inteligencia artificial “fuerte” (mucho más que la que apenas conocemos ahora). Es la nueva carrera armamentística, la carrera por el dominio algorítmico de la realidad, en la que están lanzados EE.UU. (liderado por los gurúes de Silicon Valley) y China (liderado por un Partido Comunista que combina despotismo con consumismo), una carrera que no ahorra recursos ni pierde tiempo, pues el que se haga con la inteligencia artificial más fuerte tendrá el poder, ganará la guerra que se está librando hoy en el mundo. Ese será el nuevo Leviatán (más poderoso que el pensado por Hobbes), el “Ciberleviatán”, un Atlas que llevará sobre sus hombros el mundo de la “infoesfera”, donde estaremos alojados como especie; la “infoesfera” será nuestro nuevo invernadero (para usar la expresión empleada por el filósofo alemán Peter Sloterdijk).

¿Distopía apocalíptica? No. Descripción de lo que está en curso. Las grandes distopías y novelas de ciencia ficción fueron visiones, adelantos que grandes escritores y artistas tuvieron sobre el mundo que vendría: cómo olvidar a Ray Bradbury, a Asimov, a Stanislav Lem y en el cine a Tarkovsky, el director ruso que en su película “Solaris” creó un nuevo género, la “conciencia ficción”. En ella, un astronauta altamente preparado y concientizado por un materialismo dialéctico y su fe absoluta en la ciencia y la técnica vivirá en el espacio una crisis existencial que le mostrará que lo interior, lo espiritual, la conciencia humana no pueden ser tan rápidamente desdeñadas.

Nuestros hijos y nietos se encontrarán en el mismo estado de Kris Kelvin, el protagonista de “Solaris”, agobiados por las grandes preguntas del sentido y los dilemas éticos y, tal vez, será demasiado tarde. Ese “demasiado tarde” podría ocurrir pronto, cuando la inteligencia artificial logre tener “conciencia”: entonces surgirá la tentación de ser suplantados por estos nuevos “hermanos” (o “Grandes Hermanos”). ¿Y es posible que la inteligencia artificial logre tener “conciencia” tal como la tenemos los seres humanos? Este es el tiempo de colocar estas y otras preguntas sobre la mesa. Heidegger ya planteó que la “técnica debe ser pensada”. No se trata de retroceder en el desarrollo tecnológico, eso es un imposible, pero sí de plantearse preguntas éticas y también ontológicas y, sobre todo, retomar el control sobre una inteligencia artificial desbocada para darle una dirección y un sentido. Lo otro sería abdicar ante un nuevo nihilismo, el “nihilismo digital”. Así lo llama José María Lassalle (exministro de Cultura de España, ensayista y profesor de filosofía del derecho que visita Chile en los próximos días) en dos libros imperdibles suyos: “Ciberleviatán” y “Civilización Artificial”. En ellos se siente un escalofrío en la espalda (en este “cuerpo en retirada” que podría ser suplantado por la “conciencia digital”), por el lúcido análisis y descripción del mundo que viene, pero también una esperanza por la posibilidad de una alternativa humanista que gobierne una inteligencia artificial más amigable con lo humano.

Es la sabiduría nuevamente la que puede salvarnos de la alienación, sabiduría que es superior al conocimiento y a los datos. Ahí está la pregunta de T. S. Eliot: “¿Dónde quedó la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?/ ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”. Sin humanidades, sin Sabiduría, solo seremos un dato más, no una pregunta abierta en el Misterio que hay que proteger de la manipulación y la voluntad de poder. (El Mercurio)

Cristián Warnken