Help!-Iris Boeninger

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I need somebody, help! not anybody, help! you know I need sombody, help! (The Beatles)

Chile está enfermo de asesinatos, narcos, secuestros y miedo. La sociedad necesita a alguien que resuelva, no a cualquiera.

Asesinaron al teniente Emmanuel Sánchez Soto de solo 27 años. Lo mataron delante de su mujer e hijo. Otra vida truncada. Otra familia destruida. Detuvieron a tres personas, tres de ellos venezolanos.

Los expertos dicen que ven pocos avances en seguridad prevención del delito. El subsecretario de Prevención del Delito dijo que los homicidios estaban quebrando su tendencia al alza. Parece que el diagnóstico se refiriera a dos diferentes países.

¿A esta altura de los acontecimientos sirven solamente las disculpas y la condena discursiva por los asesinatos? No.

Recordemos la muerte de los anteriores tres carabineros Rita Olivares Raio, Alex Salazar y Daniel Palma. El Presidente Boric dijo: «Movilizaremos toda la fuerza del Estado para hacer justicia». Pocos días después anunció un presupuesto adicional de mil quinientos millones de dólares para combatir la violencia. ¿Y?

La justicia restaurativa comprende la reparación a las víctimas y la condena de los delincuentes. Tanto los familiares de las víctimas como la sociedad entera necesitan mucho más que eso. Necesitan que se termine este flagelo. Punto.

En 1963, en su obra Eichmann en Jerusalén, Hanna Arendt habló de la “banalidad del mal”. Causó estupor en aquella época. Se refería a las atrocidades cometidas por el régimen nazi y nada es comparable. Sin embargo, es un concepto que tiene mucha validez en el mundo en que vivimos. Suena contradictorio. ¿Cómo puede el mal ser trivial? La falta de pensamiento analítico y de un análisis profundo del impacto social que tiene la maldad, puede llevar a decisiones que no serán suficientes, lo que derivaría en la “banalidad del mal”.

¿Cuán malo es lo malo que vivimos? ¿Cuánto más es necesario hacer? Chile está tomado dicen muchos. Inmigración descontrolada y fronteras permeables son una invitación al ingreso de la droga y del crimen organizado.

La desidia transformada en normalidad es peligrosa. Violencia, secuestros, muertes y homicidios se transforman en algo cotidiano.

Los ciudadanos se mueven en una ambivalencia emocional entre la ira y el miedo. Ante la falta de efectividad de las medidas tomadas para eliminar este flagelo, cada vez más lejos están los tiempos de calma y seguridad que antes se daba por sentado.

El filósofo inglés, Thomas Hobbes, decía que la sociedad estaba fundada sobre un solo cimiento: el miedo, donde el hombre decide ceder parte de la libertad para ganar en seguridad y así evitar la confrontación.

Se han ido perdiendo libertades, por temor. El ciudadano elige quedarse en su casa por temor. Ha cambiado sus hábitos por temor. Ha eliminado ciertas localidades que solía visitar por temor.

Está en juego el hoy y el futuro de Chile; las condiciones no son viables para un desarrollo sostenible. No es sólo la inseguridad. Es la salud, la educación, la vivienda propia, la inmigración descontrolada, el estancamiento económico.

El mal está presente en Chile.

La conciencia converge en todos los seres humanos. Cada cual tiene la libertad de atenderla o no. Caso contrario, lejos se estará de ser inocentes. Así como desconocer una ley no nos libera de cumplir con ella.

¿Qué pasa entonces con la autoridad?

La violencia del “octubrismo” me viene a la mente. Algunos funcionarios del actual gobierno validaron aquella violencia, indultaron a los violentos, denostaron a los carabineros. Frases como: “La actuación de carabineros es criminal”, “La bandita de los peligrosos carabineros”, “Actúan bajo la lógica del enemigo interno”, “Carabineros torturadores, como los peores tiempos de dictadura!”, dejaron esta amarga sensación de contradicción.

Nadie duda que se perdió mucho tiempo. Es absolutamente necesario un verdadero Plan de Seguridad Nacional de Emergencia dado que la convocatoria al Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) no ha sido suficiente.

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación. Así se está en Chile. (El Líbero)

Iris Boeninger