EN EL fútbol, cuando un equipo juega mal, en general, cambian al entrenador. Llega uno nuevo, que puede o no renovar la plantilla, pero sobre todo se encarga de modificar la forma de juego, la estrategia. Por eso, llama la atención lo que está haciendo la Universidad de Chile, al conformar un plantel de lujo, pero mantener un entrenador que todos saben que no da el ancho. En vez de aquello, trajeron una suerte de interventor, Luis María Bonini, quien si bien entra como preparador físico, todos esperan que sea el mandamás en las sombras.
Con este gobierno pasa algo similar. Ahora se anuncia un nuevo cambio de gabinete, pero todos saben que el problema no pasa por ahí. Que la verdadera razón de la situación que afecta a esta administración tiene que ver con la conducción y la estrategia. Claro, en política no se puede cambiar al entrenador. El punto es que este gobierno tampoco tiene un Bonini, un hombre fuerte que pueda enmendar el rumbo.
Lo más parecido a aquello fue Burgos. El exministro del Interior jugó un rol así, siendo una voz disonante en varias oportunidades, pero por lo mismo le costó la pega. Quedó claro que Bachelet no estaba para eso. Tan claro, que en reemplazo de Burgos puso a un ministro, Mario Fernández, que apenas asumió se declaró incondicional a ella y su programa.
Y, como era de esperar, la cosa mantuvo su rumbo. El gobierno y la Presidenta siguieron bajando en las encuestas, marcando ahora récords históricos de desaprobación, una prueba más de que hacer más de lo mismo siempre asegura los mismos resultados. Por eso, ahora que el cambio de gabinete está en manos del ministro Fernández, nadie espera un cambio sustancial en lo importante. La “cirugía mayor” que pide incluso el oficialismo no tiene por dónde aparecer.
En este escenario, surge un segundo problema, que ya advierte el propio Fernández: la falta de candidatos competentes. La razón es simple: este gobierno está para arrancar. Embarcarse en un barco que hace agua y que mantiene el rumbo de colisión, no parece ser atractivo para muchos. Menos si no hay un Bonini, que de seguro es la clave para que la “U” pudiera rearmar su equipo.
La cosa no es menor. Todo esto sucede en la misma semana en que el expresidente Lagos sacó su dedo acusador con una fuerza inusitada. En una entrevista en este diario, no se aguantó y dijo que el país vive la peor crisis institucional desde 1973, que no sabe si se aguanta un año y medio más así y que pareciera haber un vacío de poder. O sea, un escenario incendiario.
La verdad es que la cosa está jugada. La sensación de que este gobierno terminó antes de tiempo es compartida por demasiada gente. Ya todos apuestan a que los problemas actuales se resolverán sólo cuando termine esta administración. Queda mucho tiempo, es cierto, pero parece no quedar otra salida. Por eso, el verdadero cambio en el equipo que espera el país, es el cambio de gobierno, de entrenador, con la esperanza de que el que llegue cambie las cosas, tenga una nueva hoja de ruta.
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