En busca de un escenario

En busca de un escenario

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La pandemia ha estallado como una bomba de racimo de efecto prolongado en todo el planeta. Ningún país puede salvarse solo. Es un desafío global que, a diferencia de otros semejantes como el cambio climático, exige una respuesta impostergable.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), que debiera ser el foro para debatir sobre la epidemia y concordar políticas eficaces de respuesta, hoy aparece debilitada por la arremetida de Trump acusándola de inclinarse en favor de China. La amenaza de quitarle financiamiento, si bien no es significativa en los montos -el aporte de EE.UU. es poco mayor que el de la Fundación de Bill Gates- sin embargo debilita a la institución. Trump ha demostrado una vez más su fobia al multilateralismo.

Chile, en cambio, aparece en sintonía con la OMS. No sólo invoca reiteradamente sus consejos para justificar sus decisiones, sino que participa activamente en la organización. Recientemente el ministro Mañalich fue uno de los 5 participantes en una conferencia donde se abordó el tema de la “nueva normalidad”, junto con India, Sudáfrica, Fiji y Suecia, un país por cada continente. Es significativo que la OMS haya seleccionado a Chile entre los países de América Latina.

Sin embargo, parece urgente encontrar otro escenario más apropiado para discutir sobre el coronavirus y sus múltiples efectos, que van más allá de lo estrictamente sanitario. Y aquí se echa de menos un papel más activo del Gobierno, tanto en el campo regional como internacional.

En lo regional el Presidente promovió al inicio de la enfermedad una video conferencia de PROSUR, el organismo recientemente creado que sustituyó a UNASUR, pero la iniciativa no tuvo mayor trascendencia. Lo que ha ocurrido, en cambio, es una rivalidad entre países sobre los efectos de sus políticas y la negativa de algunos para permitir el retorno de sus nacionales. Todos los demás organismos regionales de integración o coordinación política han brillado por su ausencia, comenzando por la OEA, enfrascada como estaba en la elección de su Secretario General. Almagro, recientemente reelegido, no ha tomado ninguna iniciativa sobre la materia. Esta parálisis revela el precario estado de nuestra integración. Es cierto, por otra parte, que con la presencia de líderes disfuncionales como Maduro, Bolsonaro y Ortega no resulta fácil establecer una mesa de coordinación política.

Una situación análoga se produce en la ONU. El organismo no ha podido crear un escenario acorde con la magnitud de la amenaza. Recuerdo que cuando surgió el SIDA, la ONU llamó a una conferencia especial. Ahora no ha ocurrido, siendo que el peligro es mucho mayor. El Consejo de Seguridad no ha concordado ninguna propuesta  por las tensiones que existen entre los EE.UU. y China. Pero el tema será insoslayable en la próxima Asamblea General de septiembre. Para esa ocasión Rusia está proponiendo una reunión especial de los miembros del Consejo de Seguridad sobre la pandemia y una nueva arquitectura del sistema internacional, y su iniciativa ha encontrado bastante apoyo. Mucho dependerá de cómo vaya la campaña electoral en los EE.UU.

La situación actual demuestra las dificultades que encuentra el sistema multilateral para funcionar y la ausencia de liderazgos políticos capaces de movilizar las energías dispersas y responder a las urgencias del momento. Figuras morales como el Papa Francisco y ex Presidentes, Primeros Ministros y Premios Nobel han formulado llamados en favor de la cooperación internacional. Pero hasta ahora no han sido recogidos. Los responsables de los gobiernos parecen consumir sus energías en responder a la urgencia sanitaria de sus países.

Ante esta ausencia, varios países de menor tamaño, pero que suelen influir en la escena internacional están tomando la iniciativa para llenar el vacío. Entre ellos México, Costa Rica y  Noruega. Sería interesante que la diplomacia chilena se sumara a ese esfuerzo, haciéndose intérprete de una necesidad urgente y aprovechando su buena llegada a la OMS. Los temas son múltiples, pero no es difícil señalar que no admiten dilación: cooperación científica para encontrar una vacuna y medicamentos adecuados, fijación de estándares de seguridad para vivir la “nueva normalidad”, intercambio de experiencias sobre el equilibrio dinámico entre el cuidado de la salud pública y el funcionamiento de la sociedad, reforzamiento de la OMS para detectar a tiempo nuevas pandemias o el rebrote de este virus, nueva regulación de los viajes y de los incontrolados flujos migratorios, establecimiento de medidas adecuadas para enfrentar la recesión económica y papel del FMI, Banco Mundial y bancos regionales, planes de ayuda a los países más vulnerables, etc.

El Instituto de Derecho Internacional acaba de crear una comisión sobre las pandemias y el Derecho Internacional con el propósito de clarificar el marco legal internacional para enfrentar la crisis actual y las que pudieran venir en el futuro. De ese grupo forma parte Claudio Grossman. Es una loable iniciativa, cuyos resultados debieran ser luego recogidos por una instancia política internacional, y sus conclusiones irán a incrementar el acervo de las fuentes subsidiarias del Derecho Internacional, que después serán invocadas por tribunales y organismos internacionales. Chile, que siempre se ha apegado al Derecho Internacional en su política exterior, debería seguir con atención los trabajos de esa comisión.

Chile podría sumarse al establecimiento de un escenario internacional adecuado para discutir y enfrentar la pandemia. (El Líbero)

José Antonio Viera Gallo

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