El Mito de Sísifo y el problema de la seguridad en Chile

El Mito de Sísifo y el problema de la seguridad en Chile

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La mitología griega nos ilustra del drama de Sísifo quien, al caer en desgracia con los dioses, es condenado a quedar ciego y a tener que llevar, por siempre, un enorme peñasco a la cima de una montaña para que una vez allí, ruede nuevamente al suelo. Una vez ocurrido lo anterior, Sísifo, dramáticamente, tiene que volver a empujar la roca a la cima. Esta condena a perpetuidad que sufre Sísifo, la toma el filosofo existencialista Albert Camus y la transforma en su notable libro “El mito de Sísifo”, publicado en 1942, donde reflexiona sobre el absurdo y la falta de sentido de la vida.

La metáfora, basada en la mitología griega y en el genio de Camus, nos proyecta a una situación que ocurre a diario en el Estado de Chile y que afecta, por tanto, a todos los ciudadanos que respetan el estado de derecho.

El problema mas angustiante de la sociedad chilena es, sin duda, la seguridad en todas sus formas. Incluyo desde la seguridad individual del ciudadano común que transita por la calle, tanto como el que descansa tranquilamente en su casa y hasta quienes a diario tienen que correr riesgos en la región de la Araucanía. Todo ellos, de una u otra forma están bajo el riesgo de un asalto o del robo en su propio domicilio, de un “portonazo”, tal vez de un incendio terrorista en la zona en conflicto o una bala loca u otra no tan loca. Es una mezcla de amenazas a la seguridad que dan cuenta de un país donde se ha debilitado el estado de derecho y la institucionalidad.

Afirmo que el problema de la seguridad es el más grave que tenemos los chilenos porque, a diferencia de otros igualmente acuciantes, no se resuelve únicamente con dinero.

El ejercicio de la política se sostiene entre dos valores republicanos que son fundamentales e interdependientes. Estos son la “Autoridad”, que representa al Estado (institucionalidad) y los deberes ciudadanos y; la “Libertad”, que representa los derechos de éstos últimos. Ambos están en tensión, porque no es posible que esta dualidad se exprese en toda su dimensión en forma simultanea. Siempre una limitara la extensión de la otra. A mas autoridad tendré que disminuir libertad y viceversa. Con la paradoja que para que exista libertad real, habrá que aceptar que esta sea garantizada por la “autoridad” del Estado, que no es otra cosa que la vigencia del estado de derecho. Se conjuga, entonces, otro valor republicano cual es la “seguridad”.

En las ultimas décadas, en el mundo occidental y en nuestra región en particular, las ansias de libertad en todas las formas se llevó por delante a la autoridad del Estado. Con ello, se quebró el equilibrio entre y deberes y derechos. En este proceso convergieron desde los mas liberales que detestan al Estado, hasta los más de izquierda que impugnan la autoridad del que llaman estado “burgués” y que, además, lo consideran como el protagonista del “neoliberalismo”.

Lo que ocurre hoy arranca de situaciones precedentes ya que nuestros gobiernos han sido incapaces de solucionar la problemática de la inseguridad, agravada con el narcotráfico y una inmigración ilegal que ya fue advertida como grave amenaza en las primeras reuniones de ministros de Defensa de la región y reiterada en las siguientes. De esto hace ya 30 años.

Estamos ciertos que encontrar una solución al problema de la inseguridad ciudadana y de  la violencia, tan propia del ser humano, no es fácil porque su solución no es unívoca.  En efecto, al escuchar a los personeros públicos referirse a este tema, se percibe una gran incapacidad para ver el problema en toda su magnitud y en tiempo y espacio.

El gobierno anterior, en el caso de Macrozona sur, al igual que se hizo en el Plan Colombia, apostaba a mas presencia del Estado y generar inversiones en la región. El actual, por su parte, levanta la opción del diálogo, como que si esto pudiera resolverse de solo una u otra alternativa. Lo mismo ocurre cuando se refieren a la delincuencia urbana. Unos señalan que hay terminar con la pobreza, acusándola de causante del problema y otros esgrimen mano dura, mas policías y ejecución de la ley. No se enfoca el fenómeno desde una mirada global.

Cabe la interrogante ¿no es posible pensar en un plan integral consensuado entre gobierno y oposición, para resolver un ingente asunto que va dejando un reguero de victimas?

Tradicionalmente, en los temas de seguridad se consideran tres caminos a seguir. Estos tres ejes tienen tiempos y actores diferentes, deben ser aplicados en forma convergente y con mucha voluntad. Estos son:

  • Conocer los fundamentos y motivaciones de las acciones violentas (delincuencia, urbana, narcos o terrorismo) para resolverlas más profundamente. Esto toma tiempo y no debe paralizar las acciones de corto plazo. Esta tarea es multidisciplinaria.
  • Determinar los tipos armas que se están empleando para impedir el acceso a éstas y conocer los recursos económicos que poseen.
  • Disminuir el rango de oportunidad para evitar que se cometan estos actos violentos, lo que debe hacerse con fuerzas policiales capacitadas, empoderadas y un adecuado sistema de Inteligencia. Respecto a la policía, su empleo debe ser esencialmente cualitativo ya que la mera opción cuantitativa nunca será óptima solución al problema.

Pareciera que el Estado y su gobiernos, ora de derecha, ora izquierda, han claudicado en su lucha contra la inseguridad por razones distintas. Y lo peor es que los ciudadanos no vemos que las autoridades ofrezcan verdaderas soluciones.

El Estado de Chile, cual Sísifo ciego, cada día lleva la enorme roca del problema a la cumbre para luego esperar absurdamente que esta ruede al llano para repetir el ejercicio al día siguiente. Esperamos que mientras la piedra roda, al igual que Sísifo que, según Camus, era su único momento de libertad, nuestras autoridades  consensuen soluciones para reforzar el estado de derecho como una política de Estado. (Red NP)

Jaime García Covarrubias

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