El interesante Sr. Xu-Joaquín García-Huidobro

El interesante Sr. Xu-Joaquín García-Huidobro

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Si tuviera que explicar brevemente por qué no me gustaría vivir en un mundo donde China fuese la potencia hegemónica les pediría a los lectores que repasaran en YouTube las ceremonias de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing (2008) y Londres (2012). Así entenderán la inquietud que me produce un mundo donde todo marcha perfecto porque la persona individual no existe, en contraste con la insuperable imperfección de un universo donde están Mr. Bean, Paul McCartney y otros seres de carne y hueso.

En todo caso, China está aquí y muestra interés en nosotros, un país minúsculo pero influyente en la región. Además, se ha dado cuenta de que, en nuestro caso, no basta con entregar créditos cuantiosos o realizar gigantescas inversiones, las fórmulas que ha elegido para Bolivia o Perú. Chile requiere un tratamiento especial, y eso exige contar con alguien que puede ser sutil, duro, activo o pasivo según las circunstancias lo requieran. Para esa delicada tarea eligió a Xu Bu.

Para entender en alguna medida la figura del embajador chino hay que tener presente que no estamos ante una persona simple. En él podemos constatar la presencia de tres estratos o capas que resumen la historia de su país. En primer lugar, está la experiencia propia de una cultura milenaria; en segundo término, se halla el comunismo, que intentó destruir el pasado, pero lo consiguió solo de modo parcial; por último, está el nuevo capitalismo autoritario, como lo llaman algunos, que en parte supera y en parte conserva la herencia comunista.

Esos tres niveles se entremezclan de manera continua tanto en la China actual como en Xu. Veamos un ejemplo tomado de sus últimas intervenciones públicas.

En sus declaraciones con ocasión de la polémica que mantuvo con unos diputados chilenos, uno aprecia su orgullo por el extraordinario progreso económico de su país. Con la suficiencia propia de un capitalista puro, compara sutil pero inequívocamente el peso de la economía china con el microscópico tamaño de la nuestra. Este tercer nivel, el del capitalismo, envuelve una paradoja, pues solo en la medida en que abandonó las fórmulas comunistas el régimen chino se puso en condiciones de jugarle a los EE.UU. de igual a igual.

Ante esas declaraciones, algunos más viejos hemos recordado el episodio de los dos granos de uva “envenenados” con cianuro, donde una pequeña decisión del gobierno norteamericano nos hizo perder en unos días 330 millones de dólares y asustó al régimen de Augusto Pinochet mucho más que la acción de los grupos opositores de la época. ¿Qué pasaría si mañana al gobierno chino se le ocurre hacer algo semejante con nosotros?

Xu Bu también se molestó por la iniciativa de nuestros parlamentarios en orden a condenar la situación de los derechos humanos en China. Aquí aparece la segunda faceta, el Xu comunista, que no acepta críticas a su sistema político. Pero su aproximación es más sofisticada que la habitual en los diplomáticos chinos de antaño: a su manera, no deja de mostrarnos que, comparado con el siniestro régimen de Mao, el sistema actual significa un progreso incluso desde el punto de vista de nuestros cánones occidentales. Y muchos han quedado satisfechos con esta explicación, comenzando por nuestro propio canciller, que ha sido extremadamente diplomático en este asunto.

En la dura respuesta del embajador Xu a los parlamentarios también observamos su dimensión más interesante, esa que proviene de una historia milenaria. Es evidente su desagrado ante unos políticos que cometen el despropósito de hacer público el contenido de una reunión privada. Para una diplomacia que se respete, eso es una herejía. Y haríamos bien en no olvidarlo al tratar con él, especialmente quienes somos críticos del régimen chino. Debemos entender que la persona que tenemos enfrente es el fino Sr. Xu Bu y no algún tosco diplomático occidental. (El Mercurio)

Joaquín García-Huidobro

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