El gobierno de la igualdad no reduce la desigualdad- Pilar Molina

El gobierno de la igualdad no reduce la desigualdad- Pilar Molina

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Si uno tuviera que elegir una palabra para graficar la prioridad del programa y del gobierno de Bachelet, ésta sería “desigualdad”. Desde Nueva York aterrizó en Chile en 2013 con el discurso del malestar originado por la inequidad. “La enorme desigualdad en Chile es el motivo principal de enojo”, señaló en su primer discurso como virtual candidata de la ex Nueva Mayoría. Todos sus afanes estaban en disminuir la desigualdad, a su entender, el origen del malestar, del enojo, la mayor amenaza al desarrollo de Chile y a la paz social como lo reiteró tantas veces. Ella tenía el antídoto para cambiar el rumbo y disminuir la inequidad: las reformas estructurales que puso en obra en materia tributaria, educación y laboral, básicamente, además de muchas otras.

En su última cuenta pública, el 1º de mayo de 2017, alabó los resultados de la Casen 2015, que arrojó que la pobreza había caído del 14,4% al 11.7% de la población. Eran 400 mil familias, dijo, que salían de la pobreza. Pero lo mejor: “Por primera vez el índice Gini, que mide las desigualdades de ingresos en el país, baja del 0,5, ubicándose en un 0,495. Esta cifra puede parecer menor”, advirtió la Mandataria, “pero cada décima menos representa un esfuerzo arduo y creciente”. Bueno, ese mismo indicador, el coeficiente Gini, después del “esfuerzo arduo y creciente” por bajar cada décima, creció 8 décimas (a 0,501) en la Casen 2017 (que recoge resultados entre noviembre y febrero pasado). Los expertos dicen que estadísticamente no es relevante, pero lo claro es que no fue un avance, a lo más un estancamiento en la principal lucha del gobierno socialista de Bachelet.

El Ministro Alfredo Moreno, al dar a conocer los resultados de la Casen 2017, señaló que “la distribución del ingreso empeoró (…) cualquiera sea la medición, la distribución del ingreso empeora”. Y el titular de Desarrollo Social lo atribuye a un deterioro del mercado del trabajo que golpea sobre todo a los más pobres. Los seguidores de Bachelet, rápidamente salieron a proponer aumentar la medicina, atribuyendo el alza de la inequidad a una baja dosis de medicamento. Es decir, las reformas debieron ser más radicales aún. “Hay que aplicar retroexcavadora si queremos de verdad un Chile más justo”, señaló Jaime Quintana, “porque las bases del modelo” siguen siendo las mismas. Como el senador PPD, el diputado comunista Hugo Gutiérrez  cree que la culpa es de “un modelo económico neoliberal que profundiza cada vez más la desigualdad”.

Otros espadachines de las reformas estructurales justifican los malos resultados con que todavía no se ven los frutos de los grandes cambios. En un acto en la Universidad de Chile el jueves pasado, la ex Presidenta Bachelet se auto congratuló: “Me alegra haber podido a ayudar a poner en movimiento al país en la dirección correcta”. La pregunta es si su receta puso al país en la dirección correcta o hay que corregir el rumbo. Uno entendía que la ex Nueva Mayoría estaba dispuesta a sacrificar crecimiento para todos a cambio de una mayor igualdad, en la teoría que el crecimiento no es justo porque “el chancho está mal pelado”. Los ricos obtienen una tajada mayor que los más pobres cuando el país crece, nos hemos acostumbrado a escuchar.

Pero aunque “el chancho mal pelado” se le adjudica al “neoliberalismo”, lo cierto es que cuando el  país creció a un 5.3 por ciento promedio anual durante los  cuatro años de Sebastián Piñera, se crearon casi un millón de empleos. Cuando la economía en Bachelet II se expandió apenas a un 1.7% promedio anual, se crearon  484 mil empleos, del cual sólo el 26% fue asalariado privado; el resto, a cuenta propia (sin previsión) y asalariado público.  Y si los indicadores de desigualdad mejoraron en el período “capitalista” de Piñera fue porque los ingresos de los sectores más bajos crecieron proporcionalmente mucho más que los de los más ricos. Ello no se repitió en la última Casen, en cambio, donde la brecha fue más significativa con los más pobres. El ingreso del 10% de las familias de mayores ingresos fue 39 veces lo que recibió el 10% de los hogares más vulnerables. Esa diferencia era 34 veces en 2015.

Si la comparación se hace sumando a los ingresos todos los subsidios que da el Estado, la brecha no se acorta porque la política social no alcanza a compensar el menor ingreso de las familias  producto  del inferior  crecimiento económico y la precarización del empleo.

La pobreza, por último, que ha estado por debajo de la desigualdad como prioridad de la ex Nueva Mayoría, continuó bajando en la última Casen, pero a otro ritmo. Si en el primer mandato de Piñera se redujo en 11 puntos, en el segundo de Bachelet sólo cayó 5,8 puntos, a un 8,6 por ciento de la población nacional. Esa cifra significa que aún hay más de un millón y medio de chilenos viviendo en la pobreza o en condiciones de extrema pobreza. Si con Bachelet no hubo mucha más riqueza y tampoco redujo la desigualdad, ¿no sería justo para esos chilenos que el gobierno vuelva a probar la receta de apostar todo al crecimiento? (El Líbero)

Pilar Molina

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