El futuro ya está aquí- Álvaro Matus

El futuro ya está aquí- Álvaro Matus

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El atractivo de la ciencia ficción radica, más que en su poder de anticipación, en el asombro que ocasiona en muchos lectores -y televidentes- verse enfrentados a un futuro apocalíptico, donde los bosques han sido arrasados, los humanos no son más que un apéndice de las computadoras, los testimonios de la civilización adquieren estatus de reliquia, las emociones ya no cuentan… en fin, podemos considerar a la ciencia ficción una variante del género de terror. El principio básico es la amenaza constante de lo humano por parte de la técnica, como si existiese un “ser esencial” que habría que preservar. Algo de eso ocurre también con el fenómeno de los “nuevos rurales” o en los seguidores de Thoreau, tan de moda hoy, con la fantasía de vivir en contacto directo con la naturaleza, en búsqueda de paz y silencio.
Jack Haldane, quien aventuró la energía eólica y los cambios que traerían los anticonceptivos, escribió en su libro Dédalo e Ícaro: el futuro de la ciencia, unas líneas que a más de 90 años conservan su actualidad: “No hay ningún gran invento, del fuego al avión, que no se haya recibido como si fuese un insulto a tal o cual dios. Pero, si cada invención física o química es una blasfemia, todos los inventos biológicos son una perversión. Es difícil encontrar uno que, al captar por primera vez la atención de un observador, del país que sea, y que hasta entonces no había conocido de su existencia, no parezca indecente y antinatural”.

¿Está perdiendo el hombre su anclaje metafísico? ¿La revolución digital debilita lo humano? ¿Hasta qué punto somos independientes de los artefactos y pantallas que usamos a diario?

Son interrogantes que una serie como Black Mirror se esfuerza por plantear con singular cautela. Diría que la precaución a la hora de indagar en los conflictos que genera nuestra relación con los más diversos dispositivos tecnológicos se impone a la visión oscura del futuro. Los capítulos no se limitan a exponer el horror de la distopía; se trata más bien de una serie de ideas, política en un sentido profundo: el poder como una entidad ubicua, la capacidad de las mercancías de cobrar vida propia, la noción de comunidad ligada a ciertas aplicaciones.

Los mayores aciertos de Black Mirror dicen relación con el futuro inmediato, algo que podría estar sucediendo ahora mismo, como el capítulo donde la aceptación social depende de los like que se reciben o el del chip que monitorea qué están haciendo los hijos. En la medida en que las historias se alimentan de los deseos, ansiedades y temores que todos tenemos, la serie sugiere que la tecnología no es algo externo y que los problemas que muestra son, desde luego, profundamente humanos. (La Tercera)

Álvaro Matus

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