El despertar interminable

El despertar interminable

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Las encuestas estuvieron en lo cierto. Como nunca sus pronósticos se convirtieron en realidad. Kast y Boric disputarán la segunda vuelta en pocas semanas. Dos visiones que están en las antípodas y que hace apenas dos o tres meses nunca habríamos imaginado que estarían en la papeleta. Pero ahí están. Y ahí estarán.

Por primera vez las dos coaliciones protagonistas de la transición han quedado fuera. Y esa es la primera noticia que se debe consignar: por si había todavía alguna duda, la transición ha terminado. Durante 30 años vivimos ocho elecciones donde los resultados eran predecibles y donde entre la centroderecha y la Concertación se repartían tres o cuatro puntos hacia arriba o hacia abajo. El resto era predecible. Ayer se marcó el fin definitivo de ese escenario.

Si la Concertación ya había muerto, ayer se marcó la desaparición de su domicilio político. Fruto de una eutanasia autoinfligida, el apedreamiento de los 30 años no podía augurar otra cosa. La candidatura de Yasna Provoste no hizo más que poner la lápida a un proyecto político de centro con un discurso confuso y con un domicilio indistinguible.

El corazón del Partido Socialista ya saltó hacia el Frente Amplio, como lo trató de hacer infructuosamente en la primaria, y los otros tres partidos quedarán en una especie de limbo. Con dirigentes que seguirán añorando la izquierda mientras sus votantes cruzan por montones el Rubicón hacia el otro lado. El caso más dramático es el de la Democracia Cristiana: en la última elección de 2017 sacó 14 diputados, en el postrer esfuerzo por el camino propio, alejado de la izquierda más dura. Ayer, sin embargo, sacó ocho diputados. Uno más que el Partido de la Gente…

La votación de Parisi es sorprendente. Las malas prácticas y la insólita ausencia en la campaña le ponen un toque de farándula. Sus votantes probablemente están lejos de la izquierda, son poco ideologizados y explican un voto de castigo a la clase política en general. De paso, los diputados elegidos del Partido de la Gente se transformarán en una bisagra. Pero para ello se deberá primero saber quiénes son.

Pero el triunfo de Kast ayer necesariamente hay que leerlo en clave 18 de octubre. Supuestamente el país había decidido abandonar los 30 años. Así lo había mostrado la masiva marcha, el plebiscito constitucional y la elección de constituyentes.

Pero parece que Chile volvió a despertar.

La elección de ayer es el último termómetro que tenemos de la sociedad chilena. Y la temperatura marca algo muy distinto a lo que ocurrió en la elección de constituyentes. Ayer no solo el triunfo de Kast, sino que la elección parlamentaria, mostraron un país mucho menos hegemónico del que estamos viendo en la Convención.

Es cierto que la historia nos muestra que después de toda reforma viene una contrarreforma. Y lo de ayer de cierta forma se puede interpretar en esa clave.

La tesis de las tres comunas ha volado en pedazos. La tesis refundacional no se ha ratificado. El votante de Kast, Sichel y el de Parisi se encuentra dentro del votante popular, no de los sectores acomodados. El 40% que votó por la derecha, el 13% que votó por Parisi, y parte del voto de Provoste, no está bailando al ritmo de la Plaza Dignidad.

Así, el resultado de ayer inevitablemente es una especie de plebiscito de cara al plebiscito de salida de la nueva Constitución. E instala una enorme señal de interrogación. A menos que la Convención se modere, pero nada augura que así sea.

Y gane quien gane, la gobernabilidad se hará particularmente difícil para el próximo Presidente. Con 21 partidos en la Cámara de Diputados, la posibilidad de conformar mayorías es casi imposible, un drama que nos deja el actual sistema electoral.

A partir de hoy comienza una nueva elección. Tradicionalmente se espera que en la segunda vuelta los candidatos busquen el centro, pero es probable que ello no ocurra y que la polarización se instale en las próximas semanas. Y será en clave dialéctica. Orden versus cambio. Libertad versus dignidad. Certezas versus esperanzas.

Un país que se dividirá en dos. Un resultado incierto. Un futuro complejo.

Francisco José Covarrubias

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