El Chile que se fue…aunque no del todo

El Chile que se fue…aunque no del todo

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“Vosotros habéis olvidado completamente que las instituciones valían lo que valen los hombres, la sociedad lo que valen los miles y miles de pasos particulares que les dan sentido, y la voluntad de una nación lo que valen las voluntades individuales”.
Antoine de Saint-Exupery. Carnets, 1953


Hasta hace muy poco, cuando se hablaba de la imagen-país de Chile resultaba natural destacar cuatro ejes muy nítidos: fortaleza institucional, estabilidad económica, estabilidad política y cohesión social. ¿Qué era todo eso y porqué estamos en un momento de profunda impugnación?

Así como en el mundo de la cultura se habla de poner en valor un objeto artístico, destacando sus atributos y la intención del artista, en la política se da algo similar y también lo contrario: la depreciación. Es el caso de la tensión entre los denominados complacientes y flagelantes de la Concertación o, recurrentemente, entre los sectores liberales en la derecha versus los autoritarios. ¿Cuál es la puesta en valor y la depreciación de nuestra reconstituida democracia?, quizás la clave está en visibilizar ciertos límites y decisiones que hoy pesan en la sociedad.

Las primeras dos décadas de vuelta a la democracia enfrentó literalmente el problema de hacer Estado. El traspaso funcionario entre dictadura y democracia fue áspero, contando que perduraron enclaves autoritarios en muchas áreas de la administración, más allá de las instituciones uniformadas, como Extranjería y otras. La institucionalidad que se creó en esos largos años empezó a erosionarse ya a fines de la primera década. La fortaleza institucional comenzó a crujir por varios lados: la corrupción y el cohecho en entidades públicas y el parlamento, el nepotismo en los tres poderes del Estado y una creciente corrupción privada que puso en cuestión los mecanismos de fiscalización y sanción. Ninguno de estos problemas ha sido razonablemente superado.

¿Por qué con Piñera la crisis institucional toca fondo? En primer lugar, hay una cuestión de contexto; la tolerancia hacia los abusos hace rato que alcanza también los abusos políticos, ese fue el costo para Bachelet del caso CAVAL y la factura ex post que pagó Lagos por el MOP-GATE que desplomó la alta valoración con que terminó su gobierno. En lo que respecta a la actual administración los abusos se dan en las sillas musicales a la hora de ocupar cargos y también en el aterrizaje desde y hacia el mundo de los negocios con conflictos o incluso promiscuidad de intereses. También se ve en beneficios económicos a algunas empresas y perdonazos tributarios a grandes contribuyentes, replicando el esquema utilizado en Piñera 1.

Además, existen dos factores exclusivos de este gobierno que potencian la destrucción de institucionalidad: por un lado, el uso indiscriminado de la fuerza que repuso, de la peor manera posible, el tema de los Derechos Humanos y, por otro, la demolición de la institución presidencial basada en arbitrariedades, mentiras y desprecio por los rituales propios del cargo. Como no recordar en esto la famosa guerra interna; o el “estamos preparados para la pandemia” para después reconocer lo contrario; y un sinnúmero de cosas de conocimiento público como el K-POP en el estallido del 18/O.

En cuanto a la alabada “estabilidad” económica chilena, ésta fue interpretada por los partidos de derecha y la derecha fáctica, desplegada en la prensa y algunos think tank, como inamovilidad tributaria. El permanente bloqueo conservador en el Congreso inhibió la implementación de políticas sociales más agresivas y oportunas, en especial a partir del gobierno de Lagos. La única apertura conservadora fue un alza del IVA al 19% que, de transitoria, pasó a permanente. Cabría preguntarse cuanto de eso incubó el malestar social que ha calado tan hondo y que sorprendió a tanto político. Y si esto suena a historia antigua basta recordar que el actual Ministro de Hacienda, Ignacio Briones, los días del estallido social vendía con entusiasmo la idea de subir el impuesto al consumo a 20% para mejorar las pensiones rechazando, de paso, subir los tributos a las empresas. Pobres financiando a pobres debería haber sido la consigna de todos estos años, de no mediar la accidentada reforma tributaria en Bachelet 2 que, por cierto, Piñera quiso retrotraer.

Con la idea de “estabilidad” política pasó algo análogo. Cuando se debilitó la subvención del sistema proporcional se fueron reformando las elecciones de alcaldes, concejales, parlamentarios o presidencial. La última reforma que impulsó Bachelet, en las elecciones parlamentarias, facilitó la entrada al Congreso de partidos pequeños o incipientes. La lógica del binominal se terminó, en buena hora, pero perduraron y exacerbaron vicios no menores. Entre los más importantes están la posibilidad de elegir parlamentarios con escasísima votación, distritos extensos y heterogéneos y cantidad de parlamentarios por zonas sin proporción con la población que representan. Como resultado de lo anterior tenemos un parlamento más disperso y con fuertes incentivos de los “honorables” a correr por su cuenta.

En lugar de construir un sistema de representación, la élite política optó por fortalecer el peso de la ingeniería electoral. Así llegamos a un sinfín de elecciones, a las que se suman primarias de todo tipo, pero lo cierto es que los votantes terminan valiendo muy poco. Paradójicamente, lejos de salir de este embrollo se establece para la constituyente un modelo análogo a la elección parlamentaria, replicando distritos y complicando el acceso de candidatos independientes…la porfía ad infinitum.

Por otra parte, la debilidad política del Presidente va instalando la idea de un acortamiento de mandato que obliga a Piñera a decir que “no va a renunciar” y a apelar a los votos que lo llevaron a la Moneda. Una derivada de esto es si la constituyente barajará el naipe del poder hacia un semi presidencialismo, aun con un Congreso desprestigiado, impredecible y ramplón. Esto encierra una trampa para las oposiciones: revisar la institución presidencial de cierta manera diluye la responsabilidad del actual mandatario. La tesis de colgarse del hiperpresidencialismo suena a “…para que me invitan si saben cómo me pongo”. Por eso el debate del régimen político, si “prende”, tendrá adherentes entusiastas desde la misma derecha.

Por último, hablemos de cohesión social, quizás el tema más esquivo. La sociedad chilena sigue muy cohesionada en el rechazo, pero también en la ilusión que es posible construir una convivencia más justa. Esa es la parte llena del vaso porque no es un país polarizado; sino una impugnación a las élites que seguirá presente con distinta intensidad. Los derechos sociales son el dato esencial y la clave será como financiarlos. Es claro que el Estado no tiene espaldas para ello, ni siquiera para retrotraer la privatización del agua o consolidar la educación pública. ¿Cuál será entonces el modus vivendi entre Estado, empresas y sociedad frente a tantas demandas?

Si conciliar el interés público y privado nunca es fácil no hay que perder de vista que el Chile real no es de ideologías sino de intereses económicos. Ese es el país estático y el que nos puede llevar a un quiebre sin retorno dadas las urgencias sociales en su sentido más amplio (ambiental, territorial, de género, étnico, generacional, etc). Pese a esta evidente tensión, el Presidente Piñera, con su 7% de aprobación en la encuesta Criteria o 5,1% en Activa Research, anuncia nuevas concesiones hospitalarias, sin explicar todavía los sobrecostos de Espacio Riesco….los negocios suman y siguen sin importar nada, en la opacidad y si no apelando al secreto de Estado, como los correos del MINSAL.

Todo lo descrito esboza algunas de las luces y sombras del Chile que se fue, pero que sigue en su inercia o cegado en su propio empeño. Como conclusión de este apretado balance, deberíamos coincidir con Saint-Exupery en aquello que el valor de las instituciones está en “lo que valen los hombres”…por eso éstas pueden llegar a valer muy poco, volverse mediocres o peor aún, en el extremo, ser totalmente intrascendentes o peligrosamente disruptivas. (lamiradasemanal.cl)

Luis Marcó

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