Dos grandes herencias

Dos grandes herencias

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Han transcurrido 36 años de la muerte de Miguel Kast Rist. Muchos jóvenes desconocen quién fue este economista y sus importantes aportes al desarrollo de nuestro país. En ese contexto es responsabilidad de quienes sí lo conocimos y compartimos tareas con él hacer no solo conocida su gran labor profesional, sino en gran medida hacer trascender lo que fue en definitiva su gran propósito: hacer de Chile un país con igualdad de oportunidades que permitieran una disminución sustancial de la pobreza.

Desde esa perspectiva, Miguel Kast puso todo su empeño y conocimientos en generar políticas públicas inclusivas y que permitieran movilidad social, conceptos que se han acuñado con mucha fuerza en los últimos años. Esa preocupación tuvo su primera demostración cuando habiendo finalizado sus estudios de posgrado en la Universidad de Chicago y teniendo la oportunidad de radicarse en México, optó por venirse a Chile y vincularse en la estrategia de desarrollo económico y social que estaba emprendiendo nuestro país.

Innumerables fueron las iniciativas en las que se vinculó Miguel Kast desde Odeplan, hoy el Ministerio de Desarrollo Social, pero sin duda hay al menos dos que marcaron nuestra economía: su gran preocupación era la falta de oportunidades y con ello los grandes bolsones de pobreza que el país enfrentaba. Por ello y con el objeto de saber cuál era el orden de magnitud de esta, fue precursor del llamado “Primer Mapa de la Extrema Pobreza”, estudio que permitió dimensionar que más del 30% de nuestra población vivía en esa condición. Pero el gran mérito de ese estudio no fue solo el guarismo señalado, el que de por sí era lamentable. Ese fue su gran argumento para defender con fuerza la necesidad de modificar la forma como se distribuían los recursos públicos, iniciándose la focalización de los dineros del Estado implementando desde Odeplan una herramienta que hasta el día de hoy es usada para priorizar la asignación de los recursos: la evaluación social de proyectos.

Sin embargo, hay otra gran tarea en la que Miguel puso quizás más esfuerzo personal. Ella fue la formación de servidores públicos del más alto nivel, y esa necesidad que el país requería la demostró comprometiendo a cuanta autoridad mediana y superior podía contribuir a ese propósito, y de una manera simple y económica inventó los famosos “almuerzos de Odeplan”, que eran una reunión de no más de 20 jóvenes universitarios que alrededor de un “simple sándwich y una bebida” tenían la opción de escuchar, conocer y preguntar semanalmente a autoridades sobre las políticas y responsabilidades que tenían. Fue tal su preocupación que este compromiso era asumido con gran rigurosidad por quienes participaban, y los que actuábamos de coordinadores debíamos informar cada vez que algunas de estas autoridades no concurrían. Fueron tan exitosos que nadie se excusaba y muchos servidores públicos que prestaron valiosos servicios al país se iniciaron en esta actividad.

Muchas fueron las iniciativas en las que Miguel tuvo directa participación y protagonismo. Las relatadas son sus dos grandes herencias: lucha sin cuartel a la extrema pobreza y entusiasmar a los mejores para servir a Chile desde el sector público. Legado de un servidor público ejemplar. (El Mercurio)

Miguel Bejide C.
Presidente de la Fundación Miguel Kast

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