Corbyn y Pablo Iglesias-Tamara Avetikian

Corbyn y Pablo Iglesias-Tamara Avetikian

Compartir

Se les viene pesado el futuro político a dos líderes «progresistas» que creían tener el camino pavimentado para llegar al poder. Pablo Iglesias en España y Jeremy Corbyn en Gran Bretaña están viviendo el fin de una luna de miel al interior de sus partidos que los puede dejar muy magullados, y con pocas esperanzas de que sus sueños se realicen.

Si Iglesias y Corbyn, con sus añejas propuestas socialistas, antisistema y tratando de representar a los llamados «indignados», buscaron revolucionar la política de sus países, los resultados electorales recientes les demostraron que falta mucho para eso.

Iglesias, con su alianza de Podemos con Izquierda Unida, quiso darle un sorpasso al socialismo español. Aspiraba a arrebatarle los votos al PSOE en las últimas elecciones y dejarlo relegado a un deshonroso tercer lugar. Nada de eso ocurrió, porque Unidos Podemos resultó un fiasco que perdió sobre el millón de votos, aunque, por el sistema electoral, mantuvo los 71 diputados que ganaron sumados en diciembre.

El líder de Podemos y su gente están desconcertados, y ese desconcierto los tiene en una pugna interna que tratan de acallar, si no por las buenas, con órdenes autoritarias. Encargaron sondeos para saber qué pasó, han llamado a análisis interno para ver si la alianza, el Brexit o la campaña de sus opositores fueron la clave del mal resultado. Consultan todo, salvo acerca del liderazgo de Iglesias. Ahí, el «progresismo» de Iglesias choca con su personalismo que no permite el disenso o las críticas. Ninguna de las preguntas a los militantes pone en tela de juicio el mando de Iglesias, e incluso se filtró una nota en la que los amenazan si alientan conflictos internos. Tiene toda una legislatura, en todo caso, para ordenar o desordenar más la casa. El tiempo dirá si fue líder de un partido de un día o tiene aliento hasta los próximos comicios.

A Corbyn le pesa la derrota en el referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea, y en su partido, el Laborista, le sacan en cara que no hizo una campaña a la altura de las circunstancias. El laborismo estaba jugado a fondo para evitar el Brexit, y tras la derrota, la revuelta no se hizo esperar. Falta de liderazgo, poco entusiasmo en sus mensajes y cierta lejanía de los votantes es lo que le han reprochado. Temen que si hay elecciones adelantadas no será un buen candidato para vencer a los conservadores. Con un voto de censura, los parlamentarios laboristas trataron de desbancarlo. Se resiste, y apela a las bases, que lo eligieron en septiembre pasado, para permanecer en el cargo. Pero la mitad del «gabinete en la sombra» renunció, y todo el comité asesor económico también lo hizo, incluido el francés Thomas Piketty. Mala cosa.

A diferencia de lo que ocurre con Iglesias, Corbyn lidera un partido con democracia interna y que tiene reglas claras para elegir al líder… pero también para sacarlo. (El Mercurio)

Tamara Avetikian

Dejar una respuesta