Cerrar la brecha

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Sugiero el siguiente ejercicio, que por razones de formato habrá de ser imaginario. En una línea horizontal pongamos los diferentes eventos políticos desde 2019 en adelante: el “estallido”, el plebiscito constitucional de octubre de 2020, las elecciones de convencionales y autoridades locales y regionales en mayo de 2021, la elección parlamentaria y la de primera vuelta presidencial de noviembre de 2021, el balotaje de diciembre. En la línea vertical, entre tanto, dibujemos un eje que marca la inclinación del electorado, colocando en la base a la derecha y en el extremo superior a la izquierda. Si se sigue la línea de tiempo, se verá que el peak de la izquierdización ciudadana se produjo en el lapso que transcurre entre el “estallido” y la elección de convencionales; esto es, entre octubre de 2019 y mayo de 2021. De ahí en adelante la tendencia se ha movido hacia una derechización, y nada indica que este proceso esté en vías de agotamiento.

Téngase presente que la primera vuelta presidencial la ganó José Antonio Kast, el candidato más a la derecha desde 1990. Su partido, de paso, alcanzó una significativa representación parlamentaria y la derecha tradicional se recuperó de la hecatombe de la elección de convencionales. En el balotaje venció Boric, cierto, pero lo hizo justamente porque tuvo la habilidad de adaptarse a los nuevos vientos y poner en stand-by su discurso izquierdista. Kast, en este sentido, puede decir lo mismo que señaló Marine Le Pen tras su reciente derrota ante Macron: “las ideas que representamos han llegado a la cumbre”, con una votación récord para un candidato desacomplejadamente de derecha y con una agenda de orden y seguridad que se volvió hegemónica en la campaña electoral y después.

El comportamiento electoral fue consistente con lo que venían mostrando las encuestas. La pandemia, la situación económica, la delincuencia, el desborde de la inmigración y la violencia en el sur exacerbaron el miedo y la inseguridad. La Convención, con su agenda y sus conductas, se encargó de acentuar esos sentimientos, en lugar de atenuarlos. Esto produjo la inflexión de la tendencia izquierdista que nació del “estallido”. Las expectativas de cambio y la confianza en el futuro fueron sustituidas por una actitud más conservadora, orientada a proteger lo alcanzado. La entrada de Boric a La Moneda pareció revertir la ola conservadora, pero fue solo un espejismo. No bien se apagaron las celebraciones, la misma ha seguido avanzando. Prueba de ello son las dificultades que ha enfrentado el nuevo gobierno, la caída de su popularidad y el aumento del rechazo hacia la Convención.

El Presidente Boric parece haber tomado nota de la situación; no así la mayoría de la Convención. Muchos de sus integrantes se resisten a reconocer la brecha que se ha creado entre el clima de opinión pública que ellos encarnaron cuando fueron electos en un momento excepcionalísimo en la historia del país, y el que reina en la actualidad, afectado por nuevas urgencias. No tenerlo en cuenta puede llevar a que su esfuerzo derive en un ejercicio meramente testimonial o se materialice en una Carta Fundamental con inminente fecha de caducidad.

La eficacia y sostenibilidad de una Carta Fundamental no descansa solamente en sus intenciones, su coherencia, o su origen; descansa, sobre todo, en el soporte que encuentra en ese mar de fondo que llamamos sociedad. Lo hemos visto con la actual Constitución, que progresivamente se fue volviendo letra muerta porque no supo dialogar con su tiempo. Lo mismo podría ocurrir con la que está en gestación. Para evitarlo basta con que los convencionales se abran sin temor al mundo de hoy, en lugar de permanecer aferrados con dientes y uñas al mundo de ayer, al que los eligió. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

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