Centroderecha: ¿ideas o calle?, ¿principios o diálogo?-Isabel Plá

Centroderecha: ¿ideas o calle?, ¿principios o diálogo?-Isabel Plá

Compartir

Es interesante el intercambio que ha tenido lugar durante la semana en Cartas al Director de este diario, en torno a dos debates permanentes en la centroderecha en la última década, que tocan las fibras vitales del sector.

Un debate aborda si lo que se necesita es trabajo en terreno (o “territorio” como se le denomina ahora) y sentido de urgencia; o reflexión en torno a los principios que representa el sector y al diagnóstico de los problemas que enfrenta hoy Chile. El otro presume un dilema entre sostener esos principios, manteniéndose firme dentro de sus fronteras, o reconocer los dolores que arrastra nuestra sociedad desde hace décadas, dando paso a un diálogo que permita influir en decisiones políticas, particularmente sensibles si nos remitimos a la Convención Constitucional.

Sobre el primero, la tensión ha ido creciendo desde la primera experiencia de gobierno, en el 2010, y es, a mi juicio, más humana que política. Se origina en la desconexión entre los centros de pensamiento que les dan sustento a las ideas de la derecha y los equipos que participan en el diseño de políticas públicas; y quienes, por sus cargos, se relacionan a diario con la ciudadanía como dirigentes de partidos políticos, alcaldes, concejales, parlamentarios.

Si ambos mundos convivieran con naturalidad e intercambiaran experiencias con más frecuencia (como parece ocurrir en la izquierda), comprenderían que ambas misiones son muy importantes. Que, por una parte, las ideas son la base de un proyecto político y que los cambios que vive nuestra sociedad exigen reflexión en torno a ellas. Y que, por la otra, no hay desprecio a las ideas en el propósito de actuar con efectividad y, más importante aún, de conectar humana, social y territorialmente con la ciudadanía, para ponerlas en práctica.

El debate en torno a los principios del sector, y con cuánta inflexibilidad deben sostenerse a la hora de buscar acuerdos con la centroizquierda, ha cruzado la historia de la centroderecha en los últimos 30 años. Si bien tiene raíces profundas referidas a su identidad, responde también a una capacidad no del todo desarrollada aún en el sector: comprender que en un conglomerado conviven matices en materias incluso esenciales, con diferencias irreconciliables en otras y, sobre todo, con una diversidad de estilos y sensibilidades (que en este caso se expresan en más o menos disposición al diálogo; y en el purismo o pragmatismo).

En efecto hay dos almas en la centroderecha chilena. Es sano reconocer tanto su existencia, como que su conciliación no puede estar desvinculada de lo que el país exige hoy a la política: respuestas. En todo el mundo, la centroderecha organiza conglomerados al interior de los cuales se reconoce en la partida cuáles serán los principios inamovibles (libertades, dignidad de la persona humana, democracia representativa, por de pronto), para luego convivir con la diferencia y resolver las cuestiones políticas con una enorme dosis de realismo, siempre y cuando se haya cultivado antes la vocación de mayoría.

Si la centroderecha tiene la voluntad de participar activamente del presente y del futuro de Chile, bienvenidos sean los debates que enriquecen su ideario y contribuyen a la nitidez de su identidad. Después de todo qué es la política sino intercambiar visiones, para cumplir con su propósito: aspirar al poder para responder a las exigencias del país desde su óptica y abrir el camino para que pase el filtro de las reglas más elementales de la democracia. (El Mercurio)

Isabel Plá

Dejar una respuesta