Cambiar el sujeto político

Cambiar el sujeto político

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Una tenaza amenaza la convivencia de los chilenos por todos los costados, por lo que es una obligación moral e intelectual explorar nuevas soluciones que la alivien.

Es importante que los tribunales apliquen las leyes; que los políticos -partiendo por la Presidenta- no vayan a intentar soluciones de transacción (o sea, que se aplique el «es urgente no hacer nada») y que la oposición reestructure sus partidos, disolviendo sus actuales dos polos para conformar una tripleta de opciones nuevas y consistentes.

¿Podrá suceder?

Casi con toda seguridad, no: los juicios llevarán un derrotero tan zigzagueante como extraño; los políticos se darán y tomarán las manos, después de aprobar un acuerdo menor contra la corrupción; y la oposición centrará su catarsis en la búsqueda de candidatos locales y regionales para que compitan a nombre de sus mismos actuales cuatro grupos.

¿Se puede pensar en otra fórmula, que rompa el triple esquema de tribunales acomodaticios, políticos transaccionales y oposición dormida?

Sí. Es lo que Sebastián Burr viene sugiriendo al interior de Foro Republicano, una corporación pensada justamente para humanizar a Chile y ayudarlo a salir de sus variadas pobrezas. Se lo podría llamar «el cambio de sujeto político: pasar de los carismas individuales, las manipulaciones comunicacionales y una infantil lucha por el poder, a la presentación y conocimiento de proyectos sociopolíticos que apunten al ejercicio activo de la libertad de todos y cada uno de los ciudadanos».

Sin que las instituciones dejen de funcionar -vaya uno a saber con qué vitalidad lo harán en los próximos meses-, Burr propone una asamblea de hombres buenos que lideren una «primaria de proyectos sociopolíticos».

Su diseño implica tres elementos centrales.

Por una parte, la convocatoria hecha por los cuatro ex presidentes de la República a todos los grandes ex con los que cuenta Chile, pero que hoy no cuentan casi para nada: ex presidentes de los otros poderes del Estado, ex contralores, ex ministros de áreas decisivas, ex rectores, ex presidentes de las Academias, ex embajadores, ex presidentes del Tribunal Constitucional, ex presidentes de la Confederación de la producción y de la CUT, ex presidentes de colegios profesionales y otros tantos ex. Una reunión de notables, una verdadera asamblea para sugerir cómo constituir, no una populista asamblea constituyente.

En segundo lugar, unas organizaciones habilitadas para presentar proyectos. Solo las entidades con personalidad jurídica vigente al 31 de diciembre pasado: nada de inventarse grupos ad hoc . Y proyectos elaborados con un formato serio, en que familia, trabajo, política, naturaleza, ciudad y economía sean requisitos a llenar, al modo de un concurso de investigación de estándares internacionales.

Finalmente, la asamblea de notables debiera agrupar esos cientos de proyectos en tres o en cuatro, y pedir que una legislación aprobada al caso «le permita a la ciudadanía elegir informada y libremente el mejor». Una consulta de verdad, un llamado a esos millones de chilenos que no quieren votar por personas en las que confían cada vez menos, pero que quizás -un quizás que será negado por los mismos políticos, obviamente- experimentarían un renacer republicano si de grandes proyectos en consulta se tratase.

Nada vinculante jurídicamente, todo en el plano de la verdadera participación ciudadana, ahí donde las personas saben que pueden aportar, sin miedo a las ideas que provengan de afuera de las élites.

Una campaña de solidaridad con un Chile devastado por la emergencia de esos aluviones y erupciones políticos que lo tienen al borde del colapso.

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