Bullying fiscal- Jorge Navarrete

Bullying fiscal- Jorge Navarrete

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La salida de Jorge Burgos del gabinete parece haber complicado la situación del ministro de Hacienda. Más allá de “duplas” u otras construcciones semánticas que tanto gustan a nuestros medios de comunicación y periodistas, ambos parecían sintonizar en una frecuencia básica, que consistía en reconocerse como parte de una misma tribu, distinta a la que predomina al interior del gobierno y de la coalición que lo sustenta. Esa notoriedad que exhibe una minoría influyente, más todavía cuando se detentan los dos cargos más relevantes del gabinete -aquellos que representan el poder político y económico- facilitaron una serie de hitos que hacían pensar en un mejor equilibrio de las fuerzas que libran una batalla al interior de la Nueva Mayoría.

A diferencia de lo que acontecía con Jorge Burgos, cuya disputa se daba en un espacio discursivo y predominante ideológico, su homólogo de Hacienda tenía la ventaja de poder declarar por clausurado algún debate o propuesta de política pública, apelando a la objetiva evidencia de que restaban cada vez menos recursos en caja. Sin ir más lejos, y en nada despreciando las cualidades retóricas de Valdés, dudo que haya convencido políticamente a algún detractor, tanto dentro como fuera del Ejecutivo, de la necesidad de mayor gradualidad, responsabilidad fiscal o de la urgencia de volver a concentrase en el crecimiento económico. Más bien lo suyo, y que no es poco, era apelar a las condiciones de posibilidad fiscal, transformándose aquello en una gran muralla de contención.

Sin embargo, y especialmente por estos días, esa represa parece haberse agrietado. Las dificultades que venía arrastrando Rodrigo Valdés eran sólo un síntoma o voz de alerta de que su actuar y preocupación, por más razonables que a muchos nos parezcan, comenzaron a incordiar a los miembros de la coalición y a otros varios de sus propios colegas del gabinete. Su mayor esfuerzo lo desplegó con motivo de la negociación de la reforma laboral, que una vez representada parcialmente por el Tribunal Constitucional, lo dejó sin espacio de maniobra frente a sus contraventores internos. Fue así que no sólo terminó por imponerse la tesis original del veto presidencial, sino también esta semana se generó otro impasse a propósito de la negociación del salario mínimo, el que pese a la “retractación” del Partido Comunista, augura un complejo escenario para los inquilinos de calle Teatinos de cara al reajuste del sector público o el próximo presupuesto de la Nación.

Y aunque todo esto podría hasta catalogarse de normal en la vida de un ministro de Hacienda -nunca el tesorero es el mejor amigo del curso- lo preocupante es la distancia, cuando no el desdén, que respecto de estos temas tiene Michelle Bachelet. En ausencia de la profesora jefe, una parte del curso tiene menos pudores en cuestionar o interpelar al transitorio custodio de la alcancía, quien además de pasarlo mal y ya ni siquiera salir a jugar en los recreos, podría eventualmente cansarse del acoso de sus compañeros. (La Tercera)

Jorge Navarrete

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