La crisis sanitaria ha hecho patente cuán extraviada está la oposición. Con cada paso que da parece perder más el norte.
En el plano legislativo, además del cúmulo de mociones e indicaciones populistas que han presentado en el contexto del covid-19 (que más que remediar los problemas que aquejan a la población los agravarán), se suma una actitud irresponsable de presionar al Ejecutivo para aumentar más y más el gasto público, como si los recursos cayeran del cielo o no hubiera otras necesidades que considerar o como si no tuviera costo alguno seguir presionando el erario.
A esta tanda, en todo caso, se suman a ratos algunos parlamentarios oficialistas. Con esa actitud, la oposición ralentiza la discusión de proyectos que son urgentes y muy esperados por la ciudadanía. Ello ocurrió recientemente con el proyecto de ley sobre ingreso familiar de emergencia, en que los diputados opositores rechazaron artículos esenciales de la iniciativa con el objeto de efectuar un punto político y terminaron aprobando una entelequia incoherente e incomprensible, asumiendo que la arreglaría el Senado.
Y no es la primera vez. Así, muchos proyectos llegan a la cámara revisora en estado de “catástrofe” para que sea esta quien se haga cargo de aprobar algo que haga sentido y ayude a la población. Tras ello, los cambios deben ser refrendados en un tercer trámite constitucional por la misma cámara de origen que se dio el lujo de despachar un mamarracho de proyecto de ley a la otra instancia, en circunstancias que, de haberse hecho bien la pega en la primera etapa, negociando sensatamente con el Ejecutivo, podríamos ahorrarnos la tercera fase o la eventual comisión mixta.
Pero como los parlamentarios no son los que están esperando los beneficios y recursos, los ciudadanos más vulnerables tendrán que armarse de paciencia para que la oposición haga sus puntos políticos.
Fuera de estos problemas, la pandemia ha revelado la verdadera intencionalidad ideológica que moviliza a buena parte de la oposición, incluidos a aquellos que teníamos por moderados o que considerábamos que actuaban con mayor responsabilidad en la esfera pública. Y es que el covid-19 les ha servido de excusa para perseverar en su intento por dividir a la sociedad y profundizar en aquel mañoso discurso que fustiga a quien crea riqueza y brinda oportunidades.
El bienestar de las personas pasa así a segundo plano, pues lo que vale es primar la ideología.
De esta forma, reiteradamente, buscan excluir a las grandes empresas de proyectos que vienen a otorgar alivios financieros o proteger el empleo, o les hacen a estas mucho más difícil el acogerse a sus disposiciones. Poco les importan los trabajadores que en ellas se desempeñan o proveedores con las que estas trabajan, que necesitan que las empresas subsistan, incluidas las grandes compañías. En realidad, lo que está detrás es castigar al “rico”.
La retórica es tal que en los últimos días les ha servido de base para presentar un proyecto de ley que, sin pudor alguno, busca apropiarse indebidamente de un suculento botín para los políticos opositores: los ahorros para la vejez de todos los chilenos (eliminando, de paso, a las AFP). ¿Se imagina usted que su esfuerzo de años fuera entregado a los políticos para que hagan con esos recursos lo que les plazca? Hoy la Constitución, tan denostada, impide que los parlamentarios presenten iniciativas en materias de seguridad social, por lo que debiese declararse inadmisible.
Ello además de la abierta vulneración al derecho de propiedad que usted tiene sobre sus fondos y que la Constitución, tan vapuleada, hoy protege. Y es que las constituciones, aunque no les guste a algunos, están justamente para protegernos del abuso del poder en que pueden incurrir quienes lo tienen, como los políticos.
Más allá del plano legislativo, en lo político tampoco dan con el tono. La reunión virtual entre líderes opositores y el Presidente de Argentina es de antología.
Esa ansiedad por recibir consejos del mandatario de la nación vecina para recuperar el poder en Chile, cuestión que asumo es para conducir la suerte de nuestro país hacia el lamentable desenlace en el que se encuentra la nación trasandina, es inexplicable.
En un plano más local, en que por estos días se reactiva la violencia, no vemos a ningún político de oposición salir a condenarla y apoyar al Ejecutivo en la tarea de mantener el orden público.
Hoy, la ciudadanía está asustada porque teme contagiarse, pero también porque teme perder su empleo o emprendimiento, por lo que seguir avalando la violencia es no entender nada de lo que preocupa a la población.
El expresidente Lagos dijo que la oposición no está dando el ancho y los hechos avalan sus dichos, aunque a esta le moleste y conteste enlodando al mensajero. (El Mercurio)
Natalia González
