Luego hacían un análisis a fondo de lo que ocurría para invitar a un gran diálogo social y advertían que si no se lograba aquel diálogo social se podría llegar a un quiebre institucional, que dolorosa y lamentablemente ocurrió. Afirmaron: “Cuando se desata el dinamismo de la fuerza, nadie puede asegurar su control final. La imposición de una política por el terror, la dictadura o por las armas trae consigo o la represión brutal de los que se oponen y la supresión de todas las libertades consideradas peligrosas por los que detentan el poder. El país entraría en la vía de los juicios políticos, de las relegaciones, de las injusticias flagrantes, de la supresión de toda prensa libre, de toda posibilidad de defenderse, de las sospechas, de las calumnias, y por último del paredón”. Palabras proféticas, que se hicieron triste realidad desde el 11 de septiembre de 1973 por largos 17 años. Heridas dolorosas y dramáticas que aún persisten en el alma de nuestra Patria.
Hoy, 2019, en democracia, surgen nuevas demandas sociales, legítimas y justas, que el pueblo de Chile reclama. Enfrentarlas de verdad y resolverlas es hoy tarea urgente de todos, del Gobierno y de la oposición, y de toda la institucionalidad del país. ¡El pueblo está sufriendo mucho!
San Juan Pablo II dijo en Chile (1987): “Los pobres no pueden esperar”. Los chilenos más vulnerables, los jubilados y ancianos, esperan pensiones dignas y remedios al alcance de sus ingresos que les permitan vivir sin angustias en la última etapa de sus vidas; los trabajadores mal remunerados esperan trabajos estables y sueldos éticos; Chile espera empresarios con mayor sentido social, que produzcan los bienes necesarios y sean capaces de compartir sus ganancias con sus trabajadores, y que tengan de verdad capacidad de compartir y no solo de acaparar; Chile espera parlamentarios ocupados y preocupados por resolver los problemas de las grandes mayorías, sin partidismos e ideologizaciones, sin pérdidas de tiempo en acusaciones políticas que no conducen a nada, salvo crear más polarizaciones; Chile espera legislaciones que permitan una salud pública digna y justa, que llegue a todos y que cree alianzas con la salud privada, para que en solidaridad se puedan resolver las largas listas de espera y las operaciones urgentes, que a veces se demoran dos o tres años en ser realizadas. ¡Cuántos han fallecido por no haber sido operados a tiempo!
Chile espera de sus jueces, magistrados y fiscales una justicia equitativa para ricos y pobres, y valentía para defender la verdad y el respeto a todos los ciudadanos; Chile espera de sus Fuerzas Armadas y de Orden, de la Policía de Investigaciones, que sean garantes del orden público y la seguridad de todos los chilenos; Chile espera de sus Iglesias y pastores una mayor coherencia con la Persona de Jesucristo y su mensaje de amor, de paz, de respeto de la sagrada dignidad humana. Chile espera tanto…
¡Chile espera un gran diálogo social! De todos los chilenos, sin violencias verbales ni físicas. Sin destrozos de los bienes públicos, patrimonio de todos los chilenos. Los que más sufren hoy son los trabajadores —especialmente en Santiago— por el metro destruido, que es de todos los chilenos. Deben levantarse aún más temprano para llegar a sus trabajos.
Ayer, 1969, los dirigentes políticos y sociales no escucharon el llamado de millones de chilenos y de la Iglesia que pedían diálogo social. Vino el drama y la tragedia.
Hoy, 2019, en otro contexto y otra realidad, con Gobierno y Parlamento elegidos democráticamente, ¿escucharemos el llamado de otros millones de chilenos para buscar soluciones adecuadas a los grandes problemas que nos afectan y que podemos resolver entre todos?
¡Señor Dios! ¡Concédenos la gracia de un gran diálogo social por amor a Chile y a todos los que vivimos en esta bendita tierra!
+Alejandro Goic Karmelic
Obispo Emérito de Rancagua