Asumir la experiencia histórica

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Que en Venezuela Nicolás Maduro no puede ni está en condiciones de seguir gobernando es tan claro como que el pueblo venezolano no quiere ni acepta seguir tolerando un estado dictatorial que viola los DD.HH. Entonces, ¿qué es lo que explica que, luego de reiterados anuncios sobre la inminente caída de Maduro, estos llamados se transformen en derrotas?

En Cúcuta se instaló una gigantesca operación político-comunicacional que incluyó la presencia de tres Presidentes -entre ellos el chileno- con cargamentos de ayuda humanitaria que nunca llegaron a su destino y que pusieron en riesgo la vida de miles de personas, sobre la base de que el poder de Maduro se quebraría sensiblemente a partir de ese día. Tampoco tuvo éxito el levantamiento del 30 de abril reciente, en el que Juan Guaidó anunció el golpe militar que derrocaría Maduro. El resultado final de ese movimiento fue el de un número indeterminado de muertos, decenas de heridos y la frustración de millones de personas que tenían la esperanza de que su larga angustia terminaba. Cuando Guaidó repite que “todas las alternativas están sobre la mesa”, también se está refiriendo a la posibilidad de un golpe militar o de una invasión extranjera en ese país.

Bien vale puntualizar que la formación militar -independiente del signo ideológico o político que se revista- es esencialmente antidemocrática. Se trata de la verticalidad por sobre la horizontalidad, de la voz del mando, opuesta a toda discusión o deliberación y, por cierto, no participativa. Es, en definitiva, la formación para la guerra, no para gobernar, ni menos para implementar la democracia. La experiencia histórica nos ha enseñado que se sabe cuando llegan los militares, pero nunca cuando se van, y ya eso debería servir para no cifrar las esperanzas de democracia y libertad en esa alternativa. ¿Alguien duda hoy que los golpes militares y, más aún, las invasiones extranjeras provocan fracturas sociales, políticas y culturales que marcan por décadas a los países?

Lo que se requiere en Venezuela es la generación de condiciones que precipiten social y políticamente la salida de Maduro y la realización de elecciones libres en ese país. La experiencia histórica nos enseña que no hay dictadura -por más poderosa que sea- que resista la demanda popular cuando ésta se construye con la más amplia unidad y recogiendo las sensibilidades de todos los sectores sociales.

Estos procesos nunca son cortos y precisan que el liderazgo tenga la capacidad de evaluar los avances y de trasmitir mística de triunfo a sus seguidores. Lo contrario, mina la esperanza.

Todo indica que hoy, más importante que las referencias a los días “históricos”, a los llamados al golpe o a la presencia de tropas extranjeras, es la confianza en la vocación libertaria de la gente.

Juan Carvajal/La Tercera

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