Arturo Fontaine: «En Chile los profesores están mal pagados»

Arturo Fontaine: «En Chile los profesores están mal pagados»

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No habla solo desde el rol de intelectual. Es decir, no habla de la educación con la fría distancia que a veces otorgan las cifras. En su libro Educación con patines -que escribió junto a Sergio Urzúa- están los datos técnicos y una base teórica, pero frente a una taza de aromático té, Arturo Fontaine es capaz de emocionarse, de enrabiarse incluso cuando analiza el momento que atraviesan los profesores en Chile.

¿Qué es lo que lo irrita? Es el prejuicio que aún impera de que los profesores enseñan por vocación, de que sus remuneraciones no son tan importantes, o más bien, de que hay otras cosas mucho más importantes por resolver. “Existe la idea de que ser profesor es como ser sacerdote, como que es una vocación que te hará feliz. Entonces, al médico le tenemos que pagar bien, pero al profesor da un poco lo mismo. Se supone que es lo que le gusta hacer. Es bien tremendo que se crea que es posible tener grandes profesores trabajando muchas horas y, además, haciendo clases particulares para poder llegar a fin de mes. La vida del profesor es muy dura en Chile”.

Quizá por eso, Fontaine criticó a la ministra Marcela Cubillos en la fase en que se resistía a reunirse con los profesores. No simpatizó con la dureza como actitud política. No obstante, precisa aquí que la respeta y admira. Que la encuentra una mujer valiente, corajuda.

Da la impresión de que en esta vuelta está a favor de los profesores. ¿Es así?
Sí y no. No, en el sentido de los procedimientos, de la división interna que han tenido. Tampoco suscribo el ciento por ciento del petitorio, pero sí hay un tema que es de fondo y que explota cada cierto tiempo: los ingresos de los profesores y su formación. Ese es el factor clave para mejorar la educación en Chile.

¿Han sido maltratados los profesores?
Creo que el profesorado chileno ha sufrido una merma impresionante de su poder adquisitivo real. Si lo comparamos con lo que ganaba un profesor en los años 70, hoy gana casi lo mismo.

Pero hay expertos que dicen lo contrario. Que los profesores han aumentado considerablemente sus ingresos…
Obviamente, los salarios han subido, pero el poder adquisitivo real sigue siendo muy bajo. Yo estoy hablando del profesorado de liceo, de enseñanza media y básica, no de universitarios. Estamos en niveles que son impresentables desde el punto de vista de lo que es Chile hoy. En ese sentido, el profesorado está rezagado gravemente en sus ingresos.

Teniendo esa consideración, ¿cómo cree que ha sido la aproximación de la ministra Cubillos? ¿Se ha manejado bien? ¿Mal?
Ha habido momentos y momentos. Y como no conozco el detalle de las negociaciones, no me atrevería a juzgar. Lo que me interesa es el tema de fondo, que se reactiva cada tanto. Yo me doy cuenta de que estamos en una situación económica difícil. Es un mal momento para pensar en una subida fuerte de ingresos a los profesores, pero Chile tiene que plantearse este tema seriamente.

¿Cómo?
Probablemente, haciendo un plan de mejora gradual del ingreso del profesorado. Nuestra propuesta con Sergio Urzúa es que el ingreso del profesorado debería estar un 10% por sobre el ingreso del profesional promedio. Y eso tiene un costo de 60 millones de dólares anuales, lo que es mucha plata. Pero hemos puesto tanta plata en la gratuidad universitaria, en eliminar el copago… Si es por prioridad, el sueldo de los profesores se nos ha quedado atrás.

A su juicio, ¿no hay conciencia sobre eso?
Bueno, en la encuesta Cadem vimos que el 69% apoyaba el paro de los profesores, que es un paro discutible por el tema de qué pasa con los alumnos. Sin embargo, no hay conciencia de que en Chile los profesores están mal pagados. Y, además, tenemos un problema muy serio del prestigio de la profesión.

¿Y eso podría cambiar solo por aumentar los sueldos?
En parte, porque, en el fondo, se trata de dar una señal de que la sociedad valora la labor de sus maestros.

Hay un contexto complejo. La violencia en el emblemático Instituto Nacional; la polémica por Admisión Justa, el paro de profesores, ¿esto muestra un malestar crónico con la educación?
Hay un malestar que es como un mar de fondo y que también tiene un correlato con lo que ha pasado con los emblemáticos. Lo que sucede en el Instituto Nacional, por ejemplo, es súper grave. Y ahí el proyecto Admisión Justa de la ministra Cubillos es clave. Si tú eres una persona que se ha esforzado por llegar a un colegio de alta calidad académica, y te dicen que ahora ya no es de alto rendimiento, claro que esos alumnos tienen una sensación de desorientación, de crisis…

Pero lo del Instituto Nacional no va por ahí.
La crisis del Instituto empezó cuando se estableció el ranking. En el fondo, el desprestigio de la selección académica tocó el corazón de los colegios selectivos. Entonces, claro que la situación del Instituto Nacional es particularmente crítica, pero yo creo que tiene que ver con un ambiente que deslegitimó el proyecto. Hace unos años, llegar ahí era motivo de orgullo.

¿No hay un tema más bien ideológico? Bachelet quería igualdad. Piñera optó por favorecer el esfuerzo personal…
Pero el proyecto de Admisión Justa de la ministra Cubillos tuvo mucho eco en la ciudadanía, porque representa una intuición, un sentido común. O sea, la idea de que el mérito académico influye en tus posibilidades educacionales está metida en la esencia de la educación. La ministra tomó una bandera que refleja un sentir popular profundo.

Pero hay quienes dicen que la desigualdad del país exigía nivelar la cancha.
Obviamente que es muy desigual y, efectivamente, hay segregación, pero el diagnóstico que se hizo para solucionar el problema fue un error. Los colegios selectivos son muy importantes, porque hay talento repartido de manera proporcional en todas partes. No es verdad que hay más talento en La Dehesa que en La Pintana. Hay niños con un talento extraordinario en La Pintana y tienes que darles oportunidades. Eso les permite saltar, en una generación, a la élite de Chile. Eso teníamos en los liceos emblemáticos.

Pero el porcentaje de personas que logran dar un salto y cambiar su destino es bastante poco, ¿no?
Por eso que había que potenciarlo y aumentarlo. En ese sentido, fue muy bueno lo que hizo Joaquín Lavín cuando fue ministro de Educación y planteó lo de los Liceos Bicentenario. Ese sí que fue un empuje fuerte a la educación pública. Fue casi lo único importante que se ha hecho por la educación pública en los últimos 20 años.

¿Quién lleva la batuta?


A propósito de los climas de malestar, muchos están preocupados por la institucionalidad en Chile y por la amenaza del populismo. ¿Tiene ese temor?
Yo creo que el populismo está de baja en el mundo.

¿De baja?
Sí. Mira lo que pasó en Grecia, lo que ha pasado en España con “Podemos”.

Y mire lo que ha pasado en Brasil, Estados Unidos…
Vamos a ver hasta dónde llega…

¿Qué gatilla al populismo? ¿De qué se alimenta?
Lo que gatilló el populismo fue básicamente la crisis económica del 2008. Muy parecido a lo que pasó con la crisis del 29, que gatilló el fascismo. Pero en la medida en que las economías se ordenan, eso cambia. Lo que pasó en España es muy revelador para América Latina.

¿En qué?
En que “Podemos” empieza a demostrar que no tiene un proyecto real. Y lo que pasó con Alexis Tsipras en Grecia es todavía más elocuente. Su planteamiento era destruir el statu quo y al final terminan cediendo. ¿Y qué pasa? La gente les da la espalda y con toda razón. Se sienten engañados, porque les ofrecieron un camino imposible.

¿Lo de “Podemos” podría ser un reflejo del Frente Amplio?
Absolutamente. El Frente Amplio es un espejo de lo que es “Podemos”. Leen los mismos autores; tienen el mismo enfoque y, por lo tanto, uno puede prever que van a tener los mismos problemas.

O sea, ¿los fenómenos que creemos en alza son en verdad mundos muy pequeños?
A ver, depende cuál. El Frente Amplio no es pequeño. En popularidad y prestigio, aparece en las encuestas por encima de la Nueva Mayoría. Su agenda política está dominando al sector. En general, son los diputados del Frente Amplio los que están llevando la batuta.

¿Y que le pasó a la clásica centro-izquierda?
Se arranaron.

¿Qué significa arranarse?
Que se durmieron en sus laureles. Y la juventud se ha ido al Frente Amplio. Es una juventud que está buscando algo que no saben qué, pero lo único más o menos claro es que no quieren el capitalismo.

Y en la vereda del frente, ¿ha logrado emerger una derecha liberal?
Sí, yo creo que sí. Y está bien que la derecha tenga distintas líneas.

¿Le sorprende que por primera vez tengan tantos liderazgos con proyección?
Así es, y es una paradoja. La encuesta Cadem muestra primero a Chile Vamos, luego al Frente Amplio y detrás viene la ex Nueva Mayoría. Además, la derecha tiene más liderazgos que cualquiera de los otros grupos, con la excepción de Michelle Bachelet. Excepción muy interesante.

¿Por qué tan interesante? Para muchos, Bachelet salió derrotada y con una coalición quebrada.
Los políticos renacen siempre.

Bueno, Lavín es un ejemplo.
Absolutamente.

Mirado así, ¿hoy Lavín representa algo distinto a lo que representó en el 99?
Sí. Lavín está en sintonía con el clima de opinión actual de una manera más real y más fuerte que nunca.

¿Y eso ya no es visto como cosismo?
No. Hay un giro entre el Lavín de antes y el de ahora. Efectivamente, el cosismo eran cosas, eran gestiones. Por ejemplo, hacer una playa en la ciudad, pero ahora él está haciendo algo distinto.

¿Qué?
Está conectando un proyecto específico, muy concreto, con un tema ético. Y eso lo deja a él como un hombre con sensibilidad moral.

¿Las viviendas sociales, por ejemplo?
Claro. Ahí Lavín está intentando solucionar un problema concreto, pero, además, está queriendo decir: “Yo estoy preocupado de la gente”. O sea, “soy una persona que tiene sensibilidad moral”. Eso es lo distinto. Antes planteaba proyectos entretenidos, pero que no tenían esta nueva connotación a la que veo que él está apuntando. Es una diferencia importante.

¿Lo muestra con una mayor sensibilidad?
Genera que la gente diga: “A este tipo le importa la gente”. Eso está instalando y es más sutil de lo que parece. Está jugando inteligente Lavín. La gente tiende a pensar que no. De hecho, hay gente de élite que lo considera menos de lo que es. Yo le tengo mucho respeto. Lo veo construyendo una imagen, pero en el buen sentido de la palabra, como debe hacerlo un político en el mundo de hoy.

¿La última persona que transmitió esa sensibilidad fue Bachelet?
Sin duda. Ella representó la esperanza de ser oído, de ser acogido. Bachelet acercó la política a la gente y lo hizo en una actitud de servicio. Tenía una cosa muy particular. En su momento de gran popularidad, ella representó una figura arquetípica: que es la madre pura, la madre sin padre. Porque su figura se construyó sobre la base de que nunca hubo un hombre alrededor.

Cierto. Su gran compañera era su madre.
Su madre, sus hijos, pero en el fondo, Bachelet era la gran madre. No es la mujer esposa de nadie. Ella se constituyó como una mujer que es como la Virgen María, que es como la pachamama, la maternidad pura.

Pero después cae en popularidad justo por esa misma maternidad…
Claro, cae en el momento en que sitúa a su hijo en el rol del marido, de consorte. O sea, en el momento en que aparece un hombre en su vida, que es como una especie de equivalente simbólico del marido, ella se hunde. Bachelet necesitaba seguir siendo ella misma, fuera de los hombres. Una mujer con una feminidad pura.

¿La ve de vuelta?
Es posible.

¿En serio?
Yo pienso que sí. Es una intuición nada más.

¿Es una intuición o es por el descampado de la centroizquierda?
Cuando Cameron perdió dijo: “Nunca un político se retira si no es por una derrota”. Los políticos siempre vuelven si ven posibilidad de triunfar. Incluso, aunque la victoria sea muy improbable. Es muy difícil que un político renuncie si se le dan las cosas.

El informe de Bachelet como alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, ¿la trajo de vuelta como figura?
Ese informe fue muy importante y lapidario. Ella estaba en una postura difícil. Bastaba con ver los tuits de Miguel Bosé. Sin embargo, logró hacer un giro importantísimo. Puede haber sido muy tarde, pero lo hizo. Respondió. Puede que sea de reacciones lentas, pero son contundentes.

Y, por último, ¿Lavín es arquetipo de algo en este Chile actual?
Yo creo que él recién está construyendo una figura sobre la base de ser una persona con sensibilidad para entender al otro. En consonancia con eso, construye un liderazgo más bien horizontal, que escucha. Eso es lo que él está tratando de armar. Ahora, es complejo. Hay que ver cómo transita para hacerlo viable en el terreno político.

¿Cómo?
Tiene que ver con el tránsito de ser una figura de alcalde a la figura del político. Porque ahí aparece el tema del conflicto. La política es conflicto. Y, por tanto, su personaje tiene que tolerar el conflicto. Ese tránsito no es obvio. Vamos a ver cómo lo hace.

La Tercera/Agencias

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