Anuncian cierre de central en Alto Bío Bío por ataques incendiarios

Anuncian cierre de central en Alto Bío Bío por ataques incendiarios

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Con una pérdida cercana a US$ 3,6 millones, la familia Wild, dueña de la minicentral hidroeléctrica Boquiamargo, ubicada en Alto Biobío, pasa por un difícil momento. La madrugada del sábado pasado fue víctima de uno de los atentados más cuantiosos registrados desde el inicio del llamado conflicto mapuche, cercano a lo que fue la quema de 29 camiones en San José de la Mariquina, y el primero que afecta al sector de la energía eléctrica.

Hace casi exactamente un año, Otto Wild y su mujer Verena -quienes llegaron a Chile en 1975 mientras trabajaban en un proyecto para potenciar y mejorar el riego en la zona de Alto Biobío a cargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)- se enfrentaron de golpe con la violencia rural cuando encapuchados quemaron uno de sus galpones con seis caballos, maquinaria y productos de la temporada en su interior.

«En esa oportunidad, lo que mostraron las cámaras era a cuatro personas; lo que ellos dejaron entrever, por medio de un lienzo y consignas escritas, tenía que ver con el asunto mapuche y se lo atribuyeron a la CAM», detalla el asesor de la familia, Alberto Núñez.

Luego de esa primera pérdida, cercana a US$ 1 millón, la familia quedó con rondas policiales para resguardar su integridad. Presencia policial que no evitó que el fin de semana pasado, en un predio cercano al primer atentado, los Wild sufrieran un segundo ataque y con ello la pérdida total de la maquinaria de la minicentral hidroeléctrica construida para paliar los problemas de energía de la comunidad y que entregaba un megavatio al Sistema Interconectado Central (SIC).

Tras comenzar como un proyecto de riego, el empresario contó con la ayuda económica de 11 de sus amigos para construir la central, inversión que ahora piensa devolver con los seguros que logre conseguir. «Ellos entienden lo que pasó, pero yo quiero devolverlo porque no quiero quedar chueco delante de mis amigos. No son cinco chauchas, son más de 3 millones de francos suizos», explica.

Para Wild, el futuro de la minicentral es incierto. Pese a que sus trabajadores se mostraron dispuestos a seguir, «en un primer instante digo, cómo voy a seguir, no tengo ningún ingreso más, no tengo cómo pagar a la gente y ahora hay que ver cómo responde el seguro».

Núñez agrega que «hay toda una revisión de cómo volver a tratar de conseguir los fondos para poder recuperar la inversión y eso es lo principal. Hay un seguro comprometido, pero que probablemente no vaya a cubrir todo».

REGRESO A SUIZA

Según el representante, el impacto que les provocó el ataque ha llevado a la familia a analizar el regreso a Suiza, poniendo fin a 43 años en Chile. «Por ahora estamos abocados a recuperar la mayor parte de las inversiones y una vez que ya tengamos esa cartera, lo más probable es que ellos retornen a su país, que es lo que quieren», asegura.

Una decisión que ya había tomado el hijo de la pareja luego del primer atentado. Vivía a escasos metros del lugar siniestrado y decidió volver a Europa, abandonando la vida en el campo. «Vivió más de 15 años acá arriba, administraba todo, estaba a cargo y ayudaba a los lugareños de aquí. Hicimos todo lo que se puede hacer por la comunidad y pasa eso, para él fue el final, no quería seguir arriesgando a la familia y se fue de regreso a Suiza», detalla Otto, quien desde esa fecha comenzó a espaciar sus visitas a Chile. «Yo vengo un mes en invierno para revisar como está nuestra gente. Antes vivíamos medio año en Suiza y medio año acá, y como pasó lo del año pasado, cuando nos quemaron caballos, nos quemaron los talleres, el forraje y todo, desde ahí decidimos venir solo un mes«, detalla.

Con el pasar de los días, la sensación de inseguridad se mantiene. «Ayer fuimos arriba (al lugar donde está la central) a buscar documentos y la verdad es que íbamos con miedo, de tal forma que pasamos a buscar una escolta policial y estuvimos con ellos durante toda la tarde, porque no nos sentimos seguros de estar arriba«, manifiesta Núñez. Agrega que la presencia policial no impide que los atentados continúen. «No estaban en el mismo lugar, eso es verdad, pero todo es perfectible. Por eso nos gustaría mucho colaborar con el gobierno para poder mostrarle que hay cosas que sí se pueden mejorar», concluye. (El Mercurio)

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