Alí Babá y las 40 horas-Paula Schmidt

Alí Babá y las 40 horas-Paula Schmidt

Compartir

La agenda del país ha estado monopolizada (algunos dirían “cooptada”) por la moción de las diputadas comunistas Karol Cariola y Camila Vallejo de reducir la jornada laboral. Más de 40 días de discusión y la participación de prácticamente todo el espectro empresarial, académico, mediático y político ha estado presente a la hora de aprobar la idea o, por el contrario, manifestar reparos a una iniciativa que no sólo sería contraproducente, sino que, además, afectaría la ya precaria productividad que genera el trabajo en Chile. Como pocos, este tema ha resultado extremadamente resiliente. Curioso fenómeno que ha sobrevivido a semanas de opiniones y explicaciones técnicas que aún no esclarecen del todo por qué nuestro mercado laboral amerita o no una reforma de este tipo. Sin embargo, pareciera que las parlamentarias dieron en el clavo. Además de lograr su presencia (casi) eterna en los medios, introdujeron un tema controversial que mantiene atenta a una audiencia transversal.

Para lado y lado, las 40 horas se han transformado en una bandera de lucha. Con un gobierno que eligió seguirle la corriente al PC y hoy se encuentra enfrascado en un diálogo de sordos y, por otra parte, con una oposición que desea opacar su fragmentación interna moviendo el péndulo hacia una discusión que se ha vuelto estéril. ¿Y, los ciudadanos? Bueno, ahí seguimos esperando a que nuestros líderes se hagan cargo de definir de verdad un asunto que es importante, pero sumamente complejo de alcanzar. Sobre todo para un país que lleva décadas tratando de lograr el desarrollo, cuyo mercado laboral es cualquier cosa menos flexible (lo que haría viable hablar en serio sobre reducir la jornada) y que insiste en compararse con naciones cuyos índices per cápita, productividad y la capacitación que brindan a sus trabajadores no sólo los transforma en más competitivos, sino también en más capaces de insertarse en la dinámica mundial.

No obstante, el olfato de las parlamentarias fue en la dirección correcta: todos quieren trabajar menos. ¿Quién no? Pero a qué costo, ya que en el mercado del trabajo (sea bajo un régimen capitalista u otro) hay un “Moya” que siempre paga. Lo que ha faltado es resaltar cómo los “Moya” de Finlandia, Hungría o España se han coordinado para que la torta la saboreen entre todos.

La leyenda de Alí Babá cuenta que no era figura pública, ni consultor o empresario, sino que un humilde y empobrecido leñador. Sin embargo, supo reconocer la oportunidad que le brindó la vida al conocer la manera de abrir el escondite que albergaba el tesoro de los 40 ladrones. Fue así como… ¡Ábrete Sésamo! le brindó nuevas oportunidades, no sólo para él y su familia, sino también para todos los habitantes de su región, a quienes repartió el oro escondido.

La principal riqueza de Chile son sus habitantes, por lo que seguir repitiéndoles que 38, 40 ó 41 horas son el remedio a todos sus problemas, además de mezquino, es generarles falsas ilusiones, porque nuestra realidad, posibilidades y desafíos nos imponen otro tipo de soluciones; menos mágicas, pero mucho más duraderas.

Ya que perseveramos insistentemente en equipararnos con los miembros de la OCDE u otras economías de menor escala, comencemos por analizar, descubrir y transparentar la llave de su éxito, ya que el ¡Ábrete Sésamo! de los países desarrollados no se circunscribió a sólo alterar horas, sino a un proyecto nacional responsable, cuyos líderes generaron cambios profundos que los hizo superar el escenario ficticio en el que Chile ha estado envuelto por demasiado tiempo. (El Líbero)

Paula Schmidt

Dejar una respuesta