A mediados de los 90 Chile discutía cómo modernizar la educación. Se propuso un innovador cambio: la Jornada Escolar Completa (JEC). Si hasta entonces la rutina para muchos colegios por falta de infraestructura y recursos eran dos turnos -mañana y tarde- ahora tendrían solo uno.
La política educacional fue propuesta en el discurso del 21 de mayo de 1996, donde el presidente Eduardo Frei resaltó que “si queremos calidad en nuestra educación, necesitamos más tiempo de nuestros alumnos en clases (…) Esta medida favorece especialmente a los niños que carecen de espacio pedagógico en sus hogares”.
La ley de JEC se promulgó en noviembre de 1997. Con ella se mejorarían los aprendizajes y atendería a los estudiantes vulnerables, gracias a más tiempo en el colegio. Horas que se dedicarían a actividades curriculares no lectivas (como matemáticas o lenguaje), es decir, talleres.
Se agregaron 232 horas anuales entre 3° y 6° básico, 145 para 7° y 8° y 174 horas de 1° a 4° medio, con 40 semanas de clases anuales, alza equivalente a dos años más de tiempo escolar. La subvención escolar aumentó un 35%.
Para el 2002 todos los colegios debían contar con JEC. Sólo podían exceptuarse los de excelencia. Pero cumplida la fecha, la JEC era realidad sólo en el 65% de los colegios.
En 2004 los plazos se extienden al 2007 para colegios municipales y al 2010 para el resto. En 2007, 2 millones de estudiantes y 7.500 establecimientos ingresaron a JEC. A la fecha, cifras del Ministerio de Educación (Mineduc) indican que de los 11.339 establecimientos, 7.910 cuentan con JEC (69,8%).
Que el 30% de los establecimientos aún no tengan JEC se relacionaría con falta de infraestructura y espacios como aulas, comedores, servicios higiénicos, patios cubiertos y otros. Según un informe de 2016 de la Cámara Chilena de la Construcción, el país debe invertir 10.385 millones de dólares en infraestructura de educación para cumplir con todos los colegios al 2025, dice el informe.
Logros modestos
Veinte años han pasado de la reforma. ¿Se cumplieron los objetivos? “Gran parte de la promesa se ha cumplido, en términos de establecimientos que pasaron de medio tiempo a jornada completa”, resume Sergio Martinic, académico de la Facultad de Educación de la U. Católica. “La JEC implicó un esfuerzo en infraestructura enorme para alimentación, apoyo, etc. Es un salto notable”, agrega.
Es de las políticas más importantes de los últimos 15 años, coincide Cristián Bellei, sociólogo del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la U. de Chile (CIAE). “Para muchos colegios ha sido el espacio para innovar y una oportunidad de tener más tiempo docente”.
Cambió la dinámica escolar. “Antes había que salir del colegio para dejar entrar a los compañeros de la tarde. Hoy existe un uso intensivo de la infraestructura, sobre todo para niños que no tienen en sus casas condiciones para el estudio”, añade y reconoce que su implementación ha demostrado efectos académicos positivos, “pero pequeños frente al aumento considerable de tiempo y recursos”, dice Bellei.
Bellei estudió cómo la JEC influye en los resultados del Simce de lenguaje y matemática, concluyendo que los estudiantes en esa modalidad tenían mejores resultados a los logrados por esos mismos colegios antes de la ley.
Pero Juan Pablo Valenzuela, economista e investigador del CIAE, dice que los logros académicos no han sido alentadores. “Fue una política pública que tenía un deseo de equidad pero escasa evidencia que la sustentara”, indica
En Nueva Zelanda un estudio analizó los beneficios de la JEC, concluyendo que la posibilidad de mejora se vincula a los docentes. “Si están débilmente preparados, ¿por qué más horas con ese docente van a permitir aprender más? La evidencia e implementación tuvo un enorme sesgo”, dice Valenzuela.
Antes de la JEC los profesores tenían contratos por horas en la jornada de la mañana y la tarde. Ahora tenían horario extendido con talleres en la tarde. Pero no hubo reacomodo del diseño, dice Valenzuela, y los profesores tuvieron que negociar para que ese tiempo fueran horas lectivas y así mantener sus horas de contrato. “Sería una política que entregaría más oportunidades, porque el tiempo sería de calidad. Y claramente eso no se logró. En 2006 el movimiento estudiantíl decía “¿donde están los talleres?”, porque fue más Simce, con matemática y lenguaje”, dice.
La expectativa al cambio de estrategia académica por la JEC era mayor, dice Bellei. “Muchos establecimientos ocupan ese tiempo en actividades innovadoras, pero también se ha visto que la pedagogía no fue alterada. Las clases de la tarde son iguales a la de la mañana y hay un énfasis en el reforzamiento y probablemente no era la idea original de la JEC”.
Las actividades extra o talleres no son contrarias al aprendizaje. Los estudios muestran que si los alumnos están motivados, su desempeño es mejor. “Pero el énfasis está centrado en el aprendizaje cognitivo. Se puede ir al museo o vincular el teatro con lenguaje, etc. Pero implica un cambio cultural profundo en profesores y escuela”. dice Martinic.
Juan Eduardo García Huidobro, jefe de División de Educación de Mineduc, resalta que se ha aumentado el tiempo dedicado a las materias que son medidas por el Simce y la PSU. “En detrimento de horas de libre disposición para actividades que varíen y enriquezcan culturalmente el currículo”. En esta línea, dice, el número de pruebas anuales se ha reducido a la mitad (de 18 a 9).
Lo primero fue garantizar el acceso a la JEC. “Ver cómo usamos este tiempo es el segundo cambio. Para mantener a los alumnos motivados, pero no más cansados”, dice Martinic.
La Tercera