«Más pobres, pero más felices…»

«Más pobres, pero más felices…»

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En estos días, algunos muy livianamente argumentan en maniquea contradicción que después de esta pandemia seremos “más pobres, pero más felices”, como asumiendo que antes de aquella todos éramos ricos y felices.

Cuando somos testigos de una frase como ésta, intentamos buscar fundamentos para comprender tamaña afirmación. Recordé algunos conceptos del filósofo y politólogo Karl Popper (1902-1994) reconocido como uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX. Su interesante obra aborda importantes aspectos relativo a la epistemología, la ciencia social y a la sociedad con el fin de mejorar y defender a la democracia liberal.

Por ello, resulta importante recoger indesmentibles ideas de este notable intelectual acerca de la felicidad en una sociedad.  Para el filósofo, la idea política mas peligrosa es la que pretende buscar y dar la felicidad al pueblo, reinterpretando una forma de felicidad como apta para todos. Para Popper esta idea no es posible, porque las personas buscan y encuentran la felicidad en distintos aspectos y no existe un acuerdo general en torno a ésta.

La felicidad, además, tiene distintas connotaciones. No es comparable la angustia e infelicidad de un rico aquejado de una grave enfermedad con un pobre que goza de buena salud. Por su lado, si revisamos la historia y buscamos las raíces de la felicidad, encontraremos formas distintas de hallarla que van desde el aristotélico concepto de ser felices en la polis, por medio del hedonismo epicureista o viviendo de acuerdo a la naturaleza impulsada por los cínicos y después por Hiparquia, considerada la primera mujer filosofa.  Se añaden, innumerables formas más de ser feliz que las personas buscan de acuerdo al ejercicio de sus libertades.

Por cierto, en nuestra condición actual de testigos de gente muriendo por el virus y las malas condiciones en que vive parte de la población chilena, puede comprenderse que surjan este tipo de slogans o “frases hechas” sin mucho análisis. Mas aun, que este desgraciado virus ha despertado muchas ilusiones como que, a futuro, habrá cambios morales en los seres humanos.

En lo personal, creo que se sucederán cambios instrumentales como el uso del teletrabajo y ojalá mayores previsiones ante enfermedades, pero no creo en cambios significativos en el ámbito de la moral y las conductas, toda vez que la historia después de miles de pestes, catástrofes y guerras nunca nos ha mostrado avances en cánones morales. Incluso, alguna vez Freud se lo dijo a Einstein, “el ser humano es lo que es “. Tanto es así, que en estos días y en plena vigencia del virus hay gente que no respeta las normas establecidas y ya nos imaginamos como será cuando este virus pase.

Si nuestro país -ya debilitado- necesita algo, son recursos. La experiencia actual nos muestra que es urgente post pandemia, consolidar muchos avances, entre los más importantes, un sector de salud sólido, porque hoy es el Covid y mañana será otra pandemia. Todo ello, requiere recursos y mas recursos, ya que sin ellos no es posible hacer nada en el mundo de hoy.

Popper nos ayuda como alcanzar felicidad desde la autoridad, pero de una forma racional y efectiva. El expresa con lucidez que no se trata de aferrarse a promocionar felicidad para todos, sino que el objetivo debe ser eliminar las causas de infelicidad o de sufrimiento. En una interpretación más amplia, hay que aceptar que la minimización del sufrimiento exige un cambio muy importante en las relaciones sociales.

Por ello, insistir en la idea de dotar de felicidad desde el Estado a los ciudadanos, aparte de ser una soberbia, genera una vulneración de los juicios individuales y de las propias libertades. La felicidad, según Popper, es hipotética e indeterminada, difícil de identificar y definir.

Nuestros políticos debieran colocar el acento en las causas de infelicidad y en los distintos tipos de sufrimiento y no de repetir estas frases demagógicas de «felicidad para todos». Esto, porque todas las encuestas comprueban que la pobreza, la falta de trabajo y de recursos son causas de infelicidad. Nadie querrá ser más pobre para ser feliz. Por tanto, es necesario tener identificadas estas causas y estratificadas en nuestra población para poder tratarlas en forma racional y efectiva.

La historia enseña que un Estado que ofrece felicidad y una sociedad perfecta lo ejecuta por medio de una organización que ahoga las libertades y las individualidades de los ciudadanos. Además, nunca logra genuinamente tal propósito, salvo que, parodiando a Unamuno, lo haga a “felicizasos” en la cabeza de los ciudadanos, obligando a una sola forma de felicidad para todos.

La desdichada frase de “más pobres, pero más felices” se entiende en un matinal de TV, pero que lo afirme alguien que ostenta una condición política es delicado ya que de ellos se esperan soluciones y no absurdos.

Como colofón al tema, traigamos al recuerdo la frase de un novelista francés del Siglo XIX Jean Baptiste Alphonse Karr: “La felicidad se compone de las desgracias evitadas”. (NP)

Jaime Garcia Covarrubias

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