40 horas de cueca-Manuel Bengolea

40 horas de cueca-Manuel Bengolea

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En el último tiempo la economía chilena ha tenido que resistir varios embates no esperados, como por ejemplo, y el más importante por la cuantía de su efecto, la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Y como es un impacto que viene del exterior, la autoridad pertinente -Banco Central, ministro de Hacienda, de Economía, etc.- puede implementar tan solo medidas que mitiguen su efecto.

Sin embargo, y lo que es el compendio de la insensatez, es que un parte no menor de nuestros políticos están discutiendo cambios, como el de reducción de la jornada laboral, que tendrían un impacto negativo significativo en la contratación y en los salarios, y por ende significaría una rebaja importante en el potencial de crecimiento de la economía chilena. Nuevamente estamos ante reformas que autoinfligen un castigo en los trabajadores de Chile. Se repite la historia: tal como con la tramitación de la reforma tributaria del segundo gobierno de la Sra. Bachelet, cuando los políticos oficialistas negaron el impacto y acusaban de campaña del terror a la derecha, aun cuando los técnicos de sus propias huestes advertían sobre el asunto.

Cuando un ex ministro de Hacienda de la Concertación y ex consejero del Banco Central declara respecto de proyecto de reducción de la jornada laboral que “tiene todos los defectos que uno ve en la clase política: cortoplacista, miope, sin ningún sentido estratégico”; cuando el actual Consejo del Banco Central advierte sobre los negativos impactos; o cuando un ex ministro de Hacienda de la Nueva Mayoría califica de temerario el proyecto… ¿Cómo explicarse que los políticos persistan en él?

El año 2005 hubo una reducción de la jornada laboral desde las 48 horas a las 45 horas. A pesar de que el contexto macroeconómico de esa época era bastante más benigno que el actual, el impacto se sintió al corto andar. En efecto, en el año anterior a la implementación de la reducción, mientras la economía se expandía al 7.2%, los salarios reales, descontada la inflación, se desaceleraban notoriamente hasta terminar casi en cero en diciembre del 2004, anticipándose a los cambios. En el contexto actual, de crecimiento potencial de 3.5%, con los problemas de oferta laboral que ha provocado la inmigración (reconocido por el propio Banco Central), el impacto será más complicado aún, y eso sin contar que la reducción será de varias horas más.

Este proyecto de reducción laboral ha dejado al descubierto no solo el desinterés de la clase política por el bienestar de la población y sus trabajadores, cuyos derechos dicen defender y proteger, sino que además de su total desconocimiento de materias económicas básicas, ha desnudado sus mezquinos intereses. La actividad política está seriamente desprestigiada por este tipo de actitudes irreverentes e irresponsables con la realidad económica de los contribuyentes.

Todos queremos y anhelamos trabajar menos y ganar más, sin embargo, en economía no hay recetas mágicas que se implementen fácilmente de un día para otro. Lo lógico, y pensando en el siglo XXI, es flexibilizar el mercado laboral de manera de ligar lo más posible el salario a lo producido y no a las horas que permanecemos en el lugar de trabajo. Así han logrado los saltos en productividad países como Singapur y Corea del Sur. Los técnicos serios e instruidos de la mayoría de los partidos políticos lo saben; otra cosa es que nuestros representantes elijan el camino fácil del populismo.

Aprovechando que estamos en el mes de la patria, y que nos preparamos para las cuecas, los asados y la chicha, no debemos olvidar que cada vez son más los políticos que les gusta más el cacareo que el huevo, y a los ciudadanos nos debería importar más lo segundo que lo primero. Tampoco debemos olvidar que somos nosotros los contribuyentes quienes los elegimos y los financiamos, así es que cuando un burro rebuzna, los demás paran la oreja. (El Líbero)

Manuel Bengolea

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