2022: Educar, educar y educar-Sergio Urzúa

2022: Educar, educar y educar-Sergio Urzúa

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“Gracias a los niños y niñas que a lo largo de este viaje nos llenaron de cariño y de esperanza”. Se emocionó el Presidente electo, Gabriel Boric, al decir esas palabras ese domingo 19 de diciembre. Y es que no la tiene fácil. A partir de marzo, le corresponderá una tarea titánica: llenar de esperanza a millones de niños y niñas que han visto interrumpida por años su educación.

La pandemia ha afectado la instrucción y formación en cada rincón del planeta. Los estudiantes han olvidado lo aprendido y dejado de aprender lo necesario. De hecho, por el cierre de colegios y la mala calidad de la enseñanza remota se estima que la tasa de “pobreza de aprendizaje” podría llegar al 70% en países de ingresos medios y bajos. En términos monetarios, un reciente estudio del Banco Mundial elevó el monto de los ingresos futuros que perderán las generaciones afectadas a más de 17.000.000.000.000 dólares (equivalente al 14% del PIB mundial).

¿Y en Chile? Los datos disponibles desvelan. Se han documentado retrasos significativos en vocabulario y desarrollo socioemocional incluso en menores de 5 años (falta de estimulación). A esto se suma la deserción escolar (39.498 personas, entre 5 y 21 años, no se matricularon el 2021) y el desplome de la asistencia (solo el 49% de los estudiantes asistía a clases presenciales en noviembre pasado). Las comunidades más vulnerables han sido las más afectadas. Así, generaciones completas requerirán atención especial, incluyendo en lo relativo a la salud mental. ¿Si no se hace nada? Las consecuencias se dejarán sentir por décadas: menores salarios, mayor pobreza y aumento de desigualdad.

En principio, uno podría pensar que basta con abrir los colegios para avanzar. Sin embargo, tal tamaña disrupción del sistema educacional está generando dificultades adicionales que obligan a hacer más. Dejo dos para pensar.

Primero, generaciones de jóvenes que han “estudiado” frente a una pantalla por años, emergen incapacitados de enfrentar el desafío de una educación presencial (¿no ha escuchado de pruebas “piloto” para acostumbrarlos al lápiz y papel?).

Segundo, se detecta un incipiente cambio cultural que puede ser letal: la normalización de la deshonestidad intelectual en el ambiente escolar. Esta no solo se manifiesta en la extensión de la copia y el plagio, lacras inerradicables cuando se educa a distancia, sino también en desvergonzados padres que utilizan todo tipo de artimañas para asegurar la mejor nota de su pimpollo, sin importarles si aprende o no (toma de pruebas online a nombre del alumno, cierre anticipado de semestre, entre otros). La problemática parece más aguda mientras más caro el colegio, pero esto puede ser producto del sesgo asociado a los datos que uno logra recopilar.

“Hemos mirado a los ojos de los niños y niñas de Chile y sé que no podemos fallarles”. Tiene razón el Presidente electo. Su responsabilidad es gigantesca. En sus hombros, y los de nadie más, cargará el desafío de hacerse cargo de un cataclismo educacional. Le deseo la mejor de las suertes en lo que será, sin duda, su más importante labor a partir del 2022. (El Mercurio)

Sergio Urzúa

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