Incertidumbre y la constituyente

Incertidumbre y la constituyente

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En conversaciones cotidianas con parientes, gente de oficina y la calle haciendo “fila”, la palabra que más se repite es incertidumbre. Un sentimiento normal, que surge ante acontecimientos impredecibles que escapan a nuestro control y causan inseguridad, amenazando nuestro futuro. Suelen provocar reacciones psicológicas y físicas, miedo, estrés, ansiedad, dolor de cabeza, nervios. Pero cuando la sensación de incertidumbre es colectiva, configura un cuadro de inestabilidad que complica la existencia, como experimentamos desde hace tiempo.

Ya con las manifestaciones sociales de octubre de 2019, en las que grupos minoritarios desbordaron con una serie de actos de violencia extrema que a veces lindaron en terrorismo, el Estado y sus instituciones fueron sobrepasados, el Congreso no condenó en bloque el vandalismo y reinó una percepción de desconfianza hacia los partidos, medios de comunicación —TV especialmente— y otros medios alternativos. Se habló de crisis y de negativas proyecciones económicas y financieras.

Todo se agravó con la irrupción de la pandemia, que ya se extiende demasiado y no tenemos ninguna certeza de cuándo podremos contenerla. Añadamos las restricciones al desplazamiento y carencias económicas que afectan el diario vivir, y de los más vulnerables sobre todo. Sabemos que de depresiones económicas y financieras nos recuperamos corrido cierto plazo, pero también sabemos que, para entonces, enfrentaremos una situación de mucho mayor pobreza. ¿Cuánto tardaremos en mejorar las condiciones de vida de tanta gente? ¿Qué rumbo tomará el país? Una incertidumbre política que gravitará durante el largo proceso electoral que se inicia pronto.

En su primera etapa habrá que responder a un desafío muy trascendente: establecer los fundamentos de la nueva Constitución que acordará una Convención. De hecho, su conformación mediante elección es una incógnita per se, ante todo por la polarización e indisposición al diálogo de la clase política. Conspiran la fragmentación partidista, los ideologismos de algunos y genera mayor incertidumbre la posición ortodoxa de la izquierda extrema y sus adláteres: sus conceptos sui generis de democracia, derechos humanos, visión económica, su justificación de la violencia política, dependiente del contexto y objetivos.

Habrá más certidumbre —según opinión corriente— si quienes la integren mayoritariamente son “independientes” y, de tener simpatías políticas —no militancia—, obran con espíritu libre de directrices partidistas. Personas inspiradas en servir al país, al bien común, criteriosas, razonables, que sepan discutir ideas respetando a oponentes, que posean una cultura suficiente como para entender y argumentar en torno a los asuntos esenciales y propios del texto que se analiza, en lenguaje llano, sin intelectualismo o abstracciones conceptuales, para eso habrá especialistas a la hora de redactar.

Votar representa una responsabilidad de la mayor magnitud, acorde a la trascendencia del evento. No es una elección cualquiera, está en juego “el nosotros” nacional. Y esperemos en Dios que el método electoral aplicado desde 2017 no arroje sorpresas impropias o exóticas. (El Mercurio)

Álvaro Góngora

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