Dilemas

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Concluí mi columna de hace una semana planteando dos interrogantes: ¿Hasta cuándo podrá el Presidente Boric mantenerse haciendo equilibrios entre las dos alas que tensionan su Gobierno? ¿Hasta cuándo podrán los ministros del “Socialismo Democrático” que sostienen al Gobierno seguir con esa difícil e ímproba tarea?

La primera nos remite a algo que ya he tratado desde estas páginas: la tensión entre la “ética de la responsabilidad” y la “ética de las convicciones”, como las denominara Max Weber en su legendaria conferencia “La política como vocación”, esto es actuar basado sólo en los principios y valores o tomando en cuenta las consecuencias previsibles de cada acción. En ese contexto es imposible no entender el dilema del Presidente e incluso no sentir simpatía por él. Después de una joven existencia dedicada siempre a “exigir lo imposible” pensando que eso era “realista”, como proclamaron otros jóvenes mucho antes que él, resulta muy difícil admitir que lo imposible de veras no es posible y que arrastrar a la gente, al pueblo, a exigirlo, es arrastrarlos a la frustración, al desengaño, a la violencia como reacción a esa frustración y, finalmente, a su propia destrucción maquillada de martirio.

La “ética de la responsabilidad”, es verdad, no ofrece nada de ese mundo imaginario. Es terrenal e impura ante la pureza celestial de quienes piden lo imposible sólo porque lo consideran justo. Acogerla, hacerla suya, quizás sea para Gabriel Boric tanto como darle la espalda a la visión que seguramente comparte con su ministro Giorgio Jackson: que se trata de una moral que no es la de ellos y que la de ellos, claro está, es superior. (Mucho antes de que Jackson existiera, Trotsky escribió un libro que tituló “Su moral y la nuestra”, destinado a demostrar que la “moral burguesa” perdía vigencia ante la “moral revolucionaria” y que el fin justificaba los medios. Nada es nuevo, pues, bajo el sol de la ética de las convicciones).

Sin embargo, con nuestras simpatías o sin ellas, el Presidente está enfrentado a su dilema y debe decidir. Decidir para que su Gobierno no termine ahogado en la intrascendencia y decidir por el bien de su país, que no debe sufrir las consecuencias de esa intrascendencia. Quizás ayudaría a su decisión saber que actuar conforme a una “ética de la responsabilidad” no lo conduce a renunciar a sus convicciones; sólo lo obliga a hacerse cargo de los efectos de sus decisiones. Algo que el ministro Jackson y la ministra Vallejo han reconocido tardíamente con relación a la posibilidad de un sexto retiro de fondos de pensiones y que explicaron más o menos en los siguientes términos: es que antes, cuando votamos a favor de anteriores retiros, pensábamos que era bueno, pero después nos dimos cuenta de que provocaba inflación; por eso ahora estamos en contra, sería como “autoboicotearnos”.

Sólo se les olvidó decir que, desde la ética de la responsabilidad, ese efecto les fue advertido por todos quienes opinaron sobre el tema -incluido el ahora ministro de Hacienda, entonces presidente del Banco Central- y ellos, desde la perspectiva de su moral superior, de sus convicciones acerca de lo que es justo, decidieron apoyar los anteriores retiros.

Lo cierto es que el Presidente Boric y sus ministros, pero principalmente el Presidente Boric pues es él el del dilema, deberían leer a Weber para entender que todo Gobierno debe revisar permanentemente sus fines y los medios que utiliza, para que estos últimos no terminen “autoboicoteando” -como señaló la ministra Vallejo- a los primeros. Eso, y no más que eso, es actuar conforme a una “ética de la responsabilidad”.

Y en lo tocante a los ministros -principalmente Carolina Tohá y Mario Marcel– que sostienen el andamiaje del Gobierno corrigiendo y aun desmintiendo a sus colegas frenteamplistas y comunistas cada vez que éstos caen en el pozo profundo de sus convicciones y de su “moral superior”, sólo cabe decir que ellos también están enfrentando un dilema. En su caso, el dilema de mantenerse leales a un Gobierno, muchas veces actuando en contra de los impulsos naturales del mismo Gobierno… y hacerlo sin llamar demasiado la atención, sin parecer disidentes o, lo más grave -y es válido sobre todo para la ministra Tohá- sin parecer que quiere usurpar las funciones del Presidente o que está cimentando su propio camino para alcanzar una candidatura que le permita alcanzar esa posición. Para ella, a continuación, dos episodios históricos de los cuales quizás pueda sacar alguna lección.

Nicolás Fouquet, el primer ministro de finanzas de Luis XIV, el “rey sol”, era reconocido por todos como inteligente y capaz. De ahí que a la muerte del primer ministro Jules Mazarin en 1661, todos, y sobre todo él mismo, pensaran que él era su sucesor natural. Para fortalecer sus posibilidades, Fouquet decidió hacer una enorme fiesta para halagar al rey, con el pretexto de la inauguración de su propio castillo llamado Vaux-le-Vicomte. La fiesta, en la que el rey participó muy a gusto, al parecer fue superlativa y hasta hoy se habla de ella, aunque no sirvió a los propósitos de Fouquet: al día siguiente fue arrestado bajo la acusación de desfalco al tesoro nacional (desfalco que, si existió, se hizo con la aprobación del rey) y luego condenado a una prisión en la que pasó los últimos veinte años de su vida.

¿Qué ocurrió? Los historiadores no terminan de ponerse de acuerdo, pero al parecer el rey sol no creía que pudiera haber en su firmamento otro sol más que él. No podía aceptar que alguien lo superara ni en opulencia ni en agudeza y mucho menos uno de sus ministros.

Segundo episodio. En el Japón de fines del siglo XVI, el favorito del emperador Hideyoshi era Sen No Rikyu, un hombre que se destacaba por sus muchos méritos. Sin embargo, en 1591 el emperador lo hizo arrestar y condenar a muerte, cosa que el propio Rikyu, siempre leal, ejecutó por su propia mano. ¿Qué había sucedido? Que Rikyu había mandado a hacer una estatua de sí mismo en la que aparecía calzado con sandalias, lo que entonces constituía un signo de nobleza. Un signo que, a él, de origen campesino, no le correspondía. En otras palabras, había ocurrido que, así como en la corte del rey sol no podía haber más que un sol, en la corte de Hideyoshi sólo él podía calzar sandalias.

Con toda humildad y respeto me permito un consejo para la ministra. Siga con lo que está haciendo, que lo hace muy bien. Pero, por favor, hágalo con mucho cuidado. (El Líbero)

Álvaro Briones