Aeropuertos, viajes y su impacto climático quedan “en el aire”

Aeropuertos, viajes y su impacto climático quedan “en el aire”

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El presidente Sebastián Piñera anunció 17 nuevos aeropuertos que duplican la capacidad existente hoy en el país y que permitirán vuelos entre regiones y hacia el exterior sin pasar por Santiago.  Los vuelos aumentan cada día y ciertamente la inversión de 1.442 millones de dólares responde a dicho fenómeno. Vale la pena preguntarse en el año de la COP25 y cuando Greta Thunberg, la famosa activista sueca, se niega a tomar un avión y decide venir a nuestro país en barco, cómo podemos reducir la huella de carbono de nuestros viajes.

Sin evidencia de la viabilidad comercial de otras energías para los aviones comerciales en el mediano plazo, sus emisiones y contribuciones a los Gases de Efecto Invernadero (GEI) siguen como gran preocupación.  En todas partes del mundo los viajes van en aumento y por eso el anuncio en Chile, pero literalmente quedan ‘en el aire’ estas emisiones porque ni los países, las empresas, ni los viajeros se hacen cargo de ellas. Hay planes de compensación de emisiones por viaje en los sitios de las empresas, pero aún son voluntarios y este es un terreno en el que se debería avanzar. 

Y existe otro tema en el que también es posible avanzar, y el anuncio del presidente abre un espacio para ello: las infraestructuras aeroportuarias. Los aeropuertos son intensivos en el uso de energía para climatizar y operar sus instalaciones, por ello es muy relevante que su diseño o mejoramiento apunte hacia aeropuertos “energía cero”, capaces de generar in-situ energía renovable para su operación, reduciendo significativamente las emisiones de GEI.  Un ejemplo es el aeropuerto SFO de San Francisco en Estados Unidos, mientras que en América Latina está el caso del aeropuerto Baltra de las Islas Galápagos con su certificación de neutralidad en carbono.

Los terminales aéreos pueden implementar sistemas de generación de electricidad como paneles fotovoltaicos en conjunto con techos y muros verdes (según región y condiciones locales), bombas de calor geotérmico, envolventes de alta eficiencia energética y adaptativas, entre otras estrategias, con el fin de alcanzar el estándar “energía cero” o carbono neutral. En esta línea, también es vital el manejo de los recursos hídricos ya que la demanda de agua es intensiva por la gran cantidad de personas que circulan en un aeropuerto y las grandes áreas de paisajismo que requieren riego. Es fundamental entonces poder utilizar aguas grises tratadas en riego y descargas de WC, colectar agua lluvia para los mismos fines, y diseñar un paisajismo de bajo requerimiento hídrico.

Todas estas iniciativas deben pensarse desde el diseño de los aeropuertos con una arquitectura e ingeniería de alta eficiencia energética que contemple envolventes y sistemas de climatización, iluminación, agua caliente y transporte de personas y carga que requieran la menor demanda energética, de tal forma que esta demanda pueda ser cubierta por generación de electricidad in-situ o con acuerdos con proveedores de energía limpia.

Además, el diseño de esta infraestructura debe preocuparse del ciclo de vida de las construcciones, considerando no solo sus requerimientos energéticos durante la operación, sino también incorporando materiales de bajas emisiones de GEI, disminución de escombros durante la etapa de construcción y de los residuos generados durante la operación. Las tecnologías que permiten una infraestructura aeroportuaria más sustentable ya se utilizan en Chile, pero no con un foco en infraestructura “energía cero” o “cero emisiones”, que es el gran salto para llegar a ser un país carbono neutral y ‘volar’ hacia el desarrollo sustentable.

Finalmente, tan importante como contar con una infraestructura sustentable, es clave también la energía usada en viajes hacia y desde los aeropuertos.  Se requieren sistemas de tránsito que conectan los aeropuertos con las ciudades, ya sea con trenes livianos y tranvía, extensión de metro o sistemas de buses de transporte público con conexiones directas con los centros urbanos. No debe ser parte del negocio de los aeropuertos fomentar los estacionamientos e incentivar los viajes en vehículos privados con un pasajero.  En este sentido, es clave pensar en el aeropuerto como parte de un sistema de movilidad urbana y no solamente un terminal aislado.

Vuelos nacionales e internacionales aportan 11% de las emisiones GEI de transporte global.  Mientras que hay iniciativas importantes en eficiencia energética de combustibles y en el diseño de aviones y planificación de rutas para reducir el consumo de energía, el mismo IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático), en su último informe de evaluación, sugiere también la relevancia de ‘evitar viajar’.  Es la opción de Greta.  Si esa opción voluntaria de ‘salvar el planeta’ no es atractiva para la mayoría, debemos considerar impuestos de carbono asociados a los vuelos que realmente reflejan los impactos generados, por ejemplo, el costo de secuestrar los GEI emitidos.

El ‘costo total’ de viajar es mucho más de los que estamos pagando hoy día. La emergencia climática en la cual vivimos es justamente producto de la idea que todas las emisiones son gratis. Los impactos del cambio climático no pueden quedar ‘en el aire’.

 

Sergio Vera/La Tercera

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