Y ¿para qué?

Y ¿para qué?

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A ya una semana de la esperada Cuenta Pública, período en el cual las autoridades de gobierno han explicado y profundizado los mensajes, sigo sin entender el sentido político del anuncio más llamativo, el del aborto. Como era de esperarse, fue ese el que acaparó las primeras portadas y sigue y seguirá produciendo ecos, ruidos, entre los grupos más politizados, haciendo olvidar otros pasajes convocantes del mismo mensaje. ¿Cuál fue el objetivo del Presidente al plantearlo? La falta de respuesta resulta inquietante.

Una iniciativa legal de aborto sin causales no tiene ninguna posibilidad de ser aprobada con la composición del actual Congreso. Eso el primer mandatario no puede menos que saberlo. Tampoco puede ignorar que el anuncio distancia a la mayor parte de la DC, cuya buena disposición necesita para avanzar sus proyectos legislativos, crispa a no pocos de sus adversarios y no entusiasma a varios parlamentarios del socialismo democrático. El jefe de Estado tampoco puede ignorar que el tema produce reacciones emotivas intensas que hacen más ripioso el ambiente de entendimiento que se requiere para sacar adelante las leyes.

Si anunciar un proyecto acarrea pérdidas y no hay posibilidad de que el mismo se apruebe, permanece en el misterio la razón de anunciarlo. Por cierto que los partidarios del aborto sin causales pueden transformar esa consigna en la principal de su próxima campaña presidencial y parlamentaria. Allí tendría sentido político hacerlo, pues, si obtienen mayorías suficientes, podrán lograr aprobarlo. La pregunta es entonces para qué el Presidente adelanta el tema ahora, si algo pierde y nada gana. ¿O es que puede ganar algo?

La razón explícita, manifestada en el mismo discurso, es que Chile debería tener y no temer este debate. Por cierto, pero el debate se tuvo larga e intensamente entre 2015 y 2017, en que se aprobó el aborto en tres causales, renació con fuerza en la primera Convención, el 2020, y volvió a asomar en el segundo proceso constituyente, el 2022. Chile ha debatido y seguirá debatiendo este tema sin necesidad de anuncios. La pregunta, insisto, es para qué subirlo ahora a la primera plana. Por lo demás, si el Presidente hubiera querido encauzar un debate que considera deseable, tendría que haber anunciado algo más que el escueto titular al que se atuvo. Todo lo que dijo fue aborto legal, pero ese ya lo tenemos, mediando alguna de las tres causales. ¿Se tratará de agregar causales? ¿De dejarlo libre al cabo de ciertas semanas? ¿De cuántas? ¿Se tratará solo de despenalizarlo o de establecerlo como una prestación médica en el sistema público? ¿Con qué preferencia frente a otras atenciones sanitarias? El Presidente ha estado lejos de liderar un debate. Se limitó a desatarlo, sin conducirlo.

La razón del anuncio, dicen algunos, fue la de galvanizar a los suyos; volver a su redil luego de tantas loas a Piñera, de tanta palabra conciliadora al comienzo de su discurso solemne. Arengar a las tropas leales es un objetivo político que todo Presidente debiera siempre tener presente. Pero, ¿puede lograrse mediante ese anuncio? No estoy seguro. Los partidarios del Gobierno a quienes motiva positivamente el tema del aborto suelen ser personas políticamente más o menos sofisticadas. Saben entonces que se les está ofreciendo retórica y no una promesa; que no han avanzado un paso hacia la tierra prometida.

Quedan entonces dos posibles explicaciones, ambas igualmente inquietantes: o es que el Presidente deja por momentos de habitar el cargo, que pierde esa sagacidad política que siempre ha mostrado y que tanto ha ido mejorando desde que es inquilino de Palacio, o, lo que sería peor, ocurre que, en su mundo, se sigue creyendo y premiando la política que solo apela a la emoción, esa que se queda en el testimonio. (El Mercurio)

Jorge Correa Sutil