En la medida que se consolida su ventaja en las encuestas, más atención empieza a poner la plaza en las medidas que promete José Antonio Kast. Especialmente desde el campo de Evelyn Matthei, las críticas al programa de Kast hablan de “voluntarismo” y “poco realismo”. Si bien es cierto que los números de Kast no cuadran, el candidato del Partido Republicano está haciendo lo que hace cualquier candidato exitoso. Kast está convocando a los chilenos a soñar con un país mejor y promete ser un presidente que se atreve a hacer las cosas difíciles y no trepida en enfrentar desafíos complejos.
La campaña de Matthei y las de los otros candidatos de oposición debieran aprender lecciones de lo que hace Kast. Después de todo, el último candidato presidencial exitoso de derecha, Sebastián Piñera, también hizo compromisos improbables que lograron hacer soñar a los chilenos con un país mejor.
Una de las frases más abusadas de la política es que se debe hacer campaña en poesía, pero se gobierna en prosa. No por ser repetida en exceso, la afirmación deja de ser cierta o profunda. Los candidatos deben entender que no basta con tener un programa en que todos los números cuadren y sólo se incluyan promesas que se pueden cumplir. La gente quiere que los candidatos los convoquen a soñar con un país mejor.
En Chile hoy reina la percepción de que nuestro mejor momento ya pasó y acecha el temor de que la inmigración ilegal, la delincuencia y la falta de oportunidades anticipan un mal futuro. La gente cree que el país va por un mal camino. Por eso, Jeannette Jara tiene un camino tan cuesta arriba. Como la candidata del continuismo, Jara tiene muy pocas probabilidades de ganar.
Si bien los chilenos saben que el país creció y se desarrolló mucho en las primeras décadas después del retorno de la democracia en 1990, la percepción generalizada hoy es que hemos perdido el rumbo. Para volver al sendero correcto, la gente necesita creer en un líder que no le tenga miedo a los fantasmas que atemorizan a la población. Este no es momento para hojas de cálculo y tecnócratas con credenciales académicas. El país pide a gritos héroes que se atrevan a hacer las cosas difíciles.
Sebastián Piñera, el único derechista que ha logrado ganar una elección presidencial en Chile, siempre entendió que no iba a ganar la elección porque tenía un doctorado en economía de Harvard o porque conocía todos los temas. Desde el Mapocho navegable hasta su plan para convertir a Colo Colo en un club grande en el continente, Piñera siempre entendió que debía convocar a los chilenos a soñar en grande. Muchos de esos proyectos no funcionaron, pero la gente no juzga a sus autoridades sólo por sus logros y fracasos. La gente también valora el esfuerzo que ponen las autoridades en avanzar hacia sus metas.
El éxito de Piñera en el rescate de los 33 mineros fue impulso de energía y voluntarismo que rejuveneció y energizó al país entero. Pese al riesgo que implicaba jugársela por un rescate complejo que podía terminar muy mal, Piñera entendió que los chilenos necesitan sentirse ganadores cuando se intentaban hacer cosas difíciles.
La historia de Chile está llena de momentos en que los presidentes se impusieron metas difíciles. Al iniciar su gobierno en 2000, el Presidente Ricardo Lagos dio a Michelle Bachelet, su entonces desconocida Ministra de Salud, un plazo de tres meses para terminar con las filas de espera en los consultorios. Evidentemente no estaban los recursos ni la infraestructura para lograr esa meta, pero Lagos invitó al país a soñar en grande y Bachelet terminó convirtiéndose en la ministra más popular del gobierno.
Los chilenos hoy quieren volver a soñar. El país va por mal camino. Se ven nubarrones en el horizonte. La gente tiene temor y pesimismo sobre el futuro. Para cautivar a un electorado decepcionado, los candidatos necesitan convocar a soñar con un mejor futuro. Igual que un grupo de personas que está en una balsa a la deriva, nadie necesita que le digan que se vienen momentos difíciles. La gente necesita un líder que tenga la voluntad -el voluntarismo si se quiere- de mostrar un mejor futuro y que se atreva a tomar el liderazgo.
Para un electorado que está ansioso y preocupado, es mucho más atractivo un candidato que muestre el norte que guíe su ruta y describa la tierra prometida a la que podremos llegar que un tecnócrata que explique que el camino será escabroso y que el árido desierto hará penoso el caminar.
Es verdad que los números de Kast no cuadran y que está prometiendo más de lo que podrá cumplir en cuatro años, con un Congreso fragmentado que dificultará el avance y con un sector público que estará lleno de adversarios que tratarán de hacerle zancadillas. Pero el electorado quiere creer en alguien que prometa un Make Chile Great Again. Si los otros candidatos no logran entender eso, entonces Kast se quedará fácilmente con la victoria en la segunda vuelta de diciembre de 2025. (El Líbero)
Patricio Navia



