Los números del mercado del trabajo son decidores. Después de controlar por la inflación, los ingresos totales de los trabajadores en Chile —formales e informales— son hoy solo un 3,3% superiores a los de septiembre de 2019 —su máximo previo a la pandemia— y 10% menores a los de su tendencia previa a 2019. En otras palabras, sin crisis social, sin discusión constitucional y sin covid —unos grandes “sin”—, las remuneraciones serían 10% superiores a las actuales o habría un 10% más de empleo. (¿Quiere verlo con sus propios ojos? Abra el último IPoM en la página 18).
Desafortunadamente, todo indica que esta pérdida de ingresos será persistente, lo que conlleva un efecto riqueza inmenso. Con un crecimiento de 2,2% promedio en los próximos tres años —como pronostica el Banco Central—, no hay posibilidad de recuperar el terreno perdido. Con suerte, esto da para que la cosa no empeore.
Curiosamente, el consumo se ha defendido bastante bien, posiblemente explicado por la significativa caída en el ahorro de los hogares. Las familias hoy en Chile están ahorrando bastante menos que antes de la crisis, empujadas por la mayor informalidad, que viene acompañada de nulo ahorro previsional.
Aunque el consumo no ha caído tanto respecto de su tendencia previa, su cambio de composición es notorio. Mientras el gasto en servicios y bienes no durables muestra una recuperación casi completa, los bienes durables —jerga técnica para referirse a autos, refrigeradores y computadores— están 20% por debajo de su tendencia previa. La fuerte caída en los ingresos laborales, la incertidumbre que ello conlleva sobre el futuro, un peso depreciado y las altas tasas de interés son el cocktail perfecto para postergar las compras grandes con crédito. Esta es otra arista del nuevo Chile: todo apunta a que las condiciones para comprar durables se mantendrán restringidas. Otra cara de este mismo fenómeno es la realidad en el sector inmobiliario. De las compras que involucran deuda y requieren buenas perspectivas económicas, la vivienda es la principal. Y hoy la gente no está comprando viviendas.
El Gobierno no le ha tomado el peso al asunto. Junto con la pandemia en la educación escolar, la pandemia laboral es el asunto más relevante para el devenir de las familias chilenas. Sin un plan para dinamizar la inversión y con una agenda laboral y de pensiones que contribuye decididamente a restarle dinamismo al mercado del trabajo, la probabilidad de acumular frustración es alta. La apuesta por un poco de cobre, otro poco de litio y que China va a andar bien es demasiado riesgosa como para salir del atolladero. (El Mercurio)
Sebastián Claro