Sabemos también que el proyecto, una vez que sea despachado por el Congreso, irá al Tribunal Constitucional, esa instancia que la clase política transformó en una tercera cámara legislativa en la que intentar ganar lo que se pierde en las votaciones democráticas que tienen lugar en el Congreso Nacional. No hay ninguna reforma importante del gobierno actual que no haya ido a parar a ese tribunal por iniciativa de una derecha que no tuvo votos suficientes para detenerla antes, sin importarle para nada que, al hacerlo, desvalorizara la función legislativa y defraudara a la opinión mayoritaria del país. Si parlamentarios de lado y lado han degradado la actividad política y tienen por el suelo el prestigio de su propio lugar de trabajo -el Congreso Nacional-, se las han arreglado también para distorsionar la figura del Tribunal Constitucional, con la complicidad de aquellos de sus integrantes que deben su presencia allí no precisamente a una probada trayectoria, conocimientos y prestigio en materias constitucionales, sino al descarado cuoteo que la derecha y la Concertación/Nueva Mayoría han hecho de la designación de 4 integrantes de ese tribunal. El cuoteo en tal sentido ha sido doble: cuando el Senado nombra algún integrante del TC, va de uno en uno -uno de Chile Vamos y luego uno de la Nueva Mayoría- y, como si fuera poco, ambas coaliciones tienen de antemano cuoteada la plaza que les corresponde ocupar: en un caso es para la UDI, en el siguiente para RN; en un caso es para la DC y en el próximo para el sector progresista de la centroizquierda.
En cualquier caso, la pregunta es esta: si los parlamentarios votaron en conciencia, y si también lo harán los integrantes del TC más allá de las razones «jurídicas» que van a dar en su fallo, ¿cómo se explica que la parte de aquellos y estos que rechazan el proyecto valoren en tan alto grado su conciencia individual y en tan bajo el de las mujeres que tengan que decidir qué hacer en presencia de alguna de las tres causales?
Cuotear el TC y fijarse poco o nada en los antecedentes de quienes postulan a él ha erosionado la seriedad y el prestigio del tribunal, hasta el punto de que a ciudadanos cada vez más atónitos les va a resultar difícil entender que, después de dos años y medio de tramitación, el proyecto de ley de aborto vaya a ser decidido ahora por 10 jueces, con la posibilidad de que, en caso de empate, lo haga uno solo de ellos, el Presidente del TC, quienquiera que este sea.
¡Y pensar que todavía hay ingenuos y marulleros que afirman que nuestra transición a una auténtica democracia terminó hace tiempo y que lo que el país necesita es solo crecimiento y no una nueva Constitución!


