¿Un nuevo estallido social?-Claudio Hohmann

¿Un nuevo estallido social?-Claudio Hohmann

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Desde hace años que se viene hablando del malestar que se habría incubado en la sociedad chilena, un malestar profundo y generalizado, acumulado en la olla de presión del sistema institucional, hasta alcanzar niveles críticos que la hicieron explotar sin control en el estallido social de octubre de 2019.

Se suele leer con frecuencia que ese malestar no sólo no ha cedido, sino que incluso podría haberse agravado en el tiempo que ha transcurrido desde entonces. Que ninguna de las causas que dieron lugar a ese inédito acontecimiento ha desaparecido, ni los problemas que aquejaban a buena parte de los grupos medios han sido siquiera mitigados.

Entre tanto, la pandemia vino a agravar las condiciones materiales de vida de los chilenos -y no solo las materiales-, por lo que no sería descartable que tarde o temprano se repita la violenta rebelión que hace tres años y medio sacudió al país hasta sus cimientos.

Así las cosas, una suerte de estallido social 2.0 estaría vibrando en el ambiente, amenazando con desatarse sobre una ciudadanía que en cualquier momento podría volver a revivir esos días aciagos cuando tambaleaba gravemente la institucionalidad y la primera línea rodeaba peligrosamente el perímetro de seguridad de La Moneda.

¿Será tanto así? ¿Será que el malestar social se mantiene incólume o que incluso se ha agravado? Si se analiza la situación actual y se la compara con la de mediados de 2019, cuando se gestaron las particulares condiciones que dieron lugar al estallido social, se concluirá que ahora el contexto es otro muy distinto y que ha cambiado lo suficiente como para anular las condiciones de posibilidad de un déjà vu.

De entre varios factores diferenciales la agudización de la violencia delincuencial sobresale sobre todos los demás. Ha modificado a tal punto el escenario social y político que casi podría decirse que su sola existencia en el nivel que ha alcanzado -provocando el miedo cerval que tiene a medio Chile atemorizado-, sería capaz de inhibir cualquier intento de estallido social si es que lo hubiere.

Otro factor tiene también un efecto similarmente inhibidor: el Gobierno, o más bien la persona que gobierna. Bien sabemos que en 2019 gobernaba la derecha -por segunda vez en la década-, y Sebastián Piñera llevaba con lo que podía las riendas de la nación. La izquierda no se lo perdonaba. Pronto sería convertido en su enemigo número uno, incluso de sus sectores moderados.

En contraste, en la actualidad gobierna la izquierda y no una cualquiera, sino que precisamente la que apoyó con indisimulado entusiasmo la asonada de octubre. Si bien actualmente sufre de un esmirriado apoyo de la ciudadanía y no escasean sus desaciertos cuando no sus bullados dislates, todo eso es insuficiente como para provocar el tipo de rabia que es necesaria para prender el fuego de un nuevo estallido social.

La violencia ahora campea en los colegios -¿puede haber una tragedia mayor que esa?-, en los recintos de salud, en las calles donde se enfrentan los narcos, en las ciudades agobiadas por la ola inmigratoria, en los recintos penitenciarios y, con incesante intensidad, en la Macrozona Sur. Se trata de «mini» estallidos (al decir de la socióloga Kathya Araujo), contenidos en los límites de su origen geográfico y que se vuelven recurrentes. La suma de todos ellos no alcanza ni de cerca para constituir lo que sería un estallido social propiamente tal. Hasta podrían entenderse como una forma inorgánica de descomprimir la olla a presión del malestar social.

Pero quizá más importante, el malestar de la década pasada ha mutado significativamente desde uno que tenía base en los abusos y la desigualdad -aunque también en la economía morosa de mediados de la década pasada- a uno que resiente sobre todo el desorden y la violencia que vienen actuando a sus anchas en el territorio nacional.

Lo cierto es que en 2019 una combinación única de factores, irrepetible en un contexto de suyo dinámico y cambiante, dio origen a una grave revuelta no del todo esclarecida hasta hoy mismo. Si se atienden a las que asoman como sus causas principales se tendría que concluir que es altamente improbable que un estallido social de las características del 18-O se vuelva a repetir entre nosotros en un tiempo previsible. (El Líbero)

Claudio Hohmann