En su libro «The Righteous Mind» («la mente recta», pero de quien pretende superioridad moral), el psicólogo social Jonathan Haidt, en Chile esta semana, cita a Damasio con mucho entusiasmo. Lo cita en respaldo de David Hume cuando escribió, hacia 1738, que «la razón es, y debe ser, esclava de las pasiones», y que la moral, en vez de ser un conjunto de valores trascendentes que la razón pueda deducir, nos es más bien innata: es inherente a nuestra naturaleza humana. Haidt construye su propia metáfora al respecto, la de un elefante y su jinete. El elefante es nuestros instintos, y el jinete nuestra capacidad para razonar en forma analítica. Como se ha de suponer, dados sus tamaños relativos, el elefante manda. El jinete a lo mucho logra en algo enmendar su rumbo, sobre todo si el elefante tiene la amabilidad de darle tiempo para consultar con amigos o con la almohada. Pero en general, es el elefante el que decide el rumbo, y la capacidad para razonar del jinete es reducida a defender esa decisión. Por irracional que ésta sea, el jinete está más interesado en justificarla que en acceder a la verdad. Por eso se pone a racionalizarla con la astucia de un abogado o publicista. Tanto insiste en defender los prejuicios instintivos que le ha generado el elefante, que es imposible cambiárselos a través de la razón, sin apelar primero a sus emociones.
Los instintos del elefante están en gran parte determinados, según Haidt, por la evolución, que nos ha provisto, según él, de seis imperativos morales: cuidado (en el sentido de protección), equidad, libertad, lealtad, autoridad y sacralidad. Según Haidt, que en sus análisis políticos se nutre de la experiencia estadounidense, la derecha tiene una ventaja sobre la izquierda, porque mientras ésta vibra con solo los primeros tres, a la derecha la inspiran todos los seis, lo que la hace capaz (¿en Estados Unidos?) de llegar a más gente. Por cierto Haidt hace una interesante acotación acerca de la equidad: aclara que para la izquierda, tiende a significar igualdad, y para la derecha proporcionalidad.
La obra de Haidt es más rica y compleja de lo que se puede resumir en una columna. Baste decir que ha sido inspirador oírlo estos días en Chile gracias al CEP y La Otra Mirada. Nos deja dos lecciones para este 2017 electoral. Primero, que estamos encerrados en paradigmas emocionales difíciles de alterar. Esta es una lección para los políticos, a quienes no les bastará razonar con los votantes; tendrán que seducirlos, apelando a sus emociones. Una mala noticia, creo yo, porque puede favorecer a los populistas. Segundo, que los paradigmas de la izquierda y la derecha son ambos válidos, porque provienen de módulos morales que nos ha dado la evolución, y a los que adherimos de buena fe. Por tanto en vez de descalificarnos alegando superioridad moral, deberíamos tratar de entendernos, y recoger lo mejor de cada lado. Una gran oportunidad, creo yo, para candidatos de centro, capaces de trascender la polarización y de apelar a la unidad de los votantes.


