¿Un candidato presidencial desconocido e independiente?-Claudio Hohmann

¿Un candidato presidencial desconocido e independiente?-Claudio Hohmann

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Resta un año y dos meses para la primera vuelta de la próxima elección presidencial prevista para el 16 de noviembre de 2025. ¿Es un lapso suficiente como para permitirle a un perfecto desconocido, independiente de los partidos políticos, construir una candidatura competitiva con posibilidades de pasar a segunda vuelta? ¿Sería posible que un nombre irreconocible para la mayoría del electorado debutara de pronto en las encuestas de opinión pública y a poco andar se posicionara en la parte alta de las preferencias, convirtiéndose en una opción presidencial con proyecciones?

Desde la recuperación de la democracia en 1990 nunca se ha presentado ni cercanamente este escenario. Es cierto que en el pasado una pléyade de competidores independientes y no pocos desconocidos inscribieron sus nombres en el voto de la primera vuelta. Ninguno alcanzó un resultado como para ponerlo siquiera en las proximidades de una segunda vuelta. Se trataba de iniciativas más bien testimoniales y en la mayoría de los casos obtuvieron votaciones insignificantes. Por el contrario, la totalidad de los candidatos que pasaron a los seis balotajes que han tenido lugar en las contiendas presidenciales fueron militantes de partidos políticos de larga trayectoria o recientemente consolidados -este último fue el caso de Gabriel Boric y José Antonio Kast en 2021, los primeros que no eran militantes de los tradicionales de centro izquierda o centro derecha que gobernaron el país durante 30 años.

En un contexto de voto obligatorio el principal problema que enfrentaría un desconocido para alzarse como un candidato competitivo -y no uno más de las decenas que han participado sin pena ni gloria desde 1999 en adelante- es hacerse ampliamente conocido en un lapso relativamente corto: un año en la práctica, si se restan los meses del verano cuando decae ostensiblemente la atención de las personas en la política. Por cierto, lograr un alto conocimiento a lo largo y ancho del país es una condición necesaria para la competitividad de un candidato presidencial. El desconocimiento de su nombre o figura política en una porción relevante del electorado podría restarle millones de votos en la primera vuelta tornando inviable el paso a segunda vuelta.

¿Existe una estrategia comunicacional para que en cosa de meses un desconocido, por fuera del sistema político, alcance un amplio y extendido conocimiento, indispensable para transformarse en un candidato competitivo, generando de paso el acontecimiento más impactante de las próximas elecciones presidenciales? Se trata, desde luego, de un objetivo extraordinariamente desafiante, del que no existen referencias en Chile. Sería un hecho político inédito entre nosotros, cuya viabilidad en el contexto del colapso de la confianza en el sistema político no parece prudente descartar del todo. Lo que se puede asegurar es que semejante empresa sería de un alto costo pecuniario y que, a consecuencia de ello, la disponibilidad de ingentes recursos jugaría un rol central para el éxito de la estrategia. Es por esto que un posible candidato desconocido e independiente no la tendría nada fácil, pero de intentarlo no sería imposible que logre su objetivo -que recordemos, sería pasar a la segunda vuelta.

Con todo, aunque es cierto que las encuestas políticas vienen mostrando una aguda caída de la confianza en el sistema político, de momento no se advierten en esos resultados indicios de una candidatura emergente de las características que se analizan aquí. Hasta ahora los nombres que se revelan competitivos de cara a la contienda de 2025 siguen siendo los de militantes de partidos políticos que gozan de un alto conocimiento en la población. Pero la contienda presidencial de 2021 demostró que esa favorabilidad no es invulnerable a la competencia y a la contingencia política, y que se puede desvanecer en favor de nuevos contendores -que en ese caso fueron no sólo militantes de partidos, sino que políticos con trayectoria en el Parlamento-.

A un año y dos meses de la primera vuelta, ¿está tan abierta la elección presidencial de 2025 como para que se pueda producir una sorpresa en la papeleta de la segunda vuelta? Es claro que está abierta por el lado de la izquierda, que podría iniciar el año electoral sin un candidato claramente competitivo para asegurarse el paso al balotaje. Y lo está por la derecha, que, aunque tiene a su candidata instalada sostenidamente en lo más alto de los estudios de opinión pública, podría sentir los efectos de una contingencia política que arrecia por estos días sobre el conjunto del sistema político, pero sobre todo en el territorio de la centroderecha.

Los atributos que aprecian desde hace algún tiempo los chilenos -la experiencia del candidato, su capacidad de dialogar para alcanzar acuerdos, su capacidad de gestión para enfrentar los problemas de seguridad, y su convicción sobre el crecimiento económico- serán puestos en una balanza donde la profunda desconfianza en la política podría terminar por inclinar al electorado en favor de un candidato ajeno al sistema político para competir en segunda vuelta. En tal caso, con alta probabilidad se las vería allí con uno del establishment. El tiempo para que ello ocurra se va acortando y los recursos para financiar una aventura semejante no parece que se podrían generar fácilmente. No apostaría entonces a que la sorpresa en cuestión se produzca, incluso en momentos que se desploma la confianza en las instituciones. Todavía sigue siendo más probable que los contendores del balotaje finalmente provengan del vilipendiado sistema político, como ha ocurrido en todas las ocasiones anteriores. Y sería por supuesto una buena noticia. Nada bueno podría esperarse de la aparición de un desconocido ajeno a la política que súbitamente atrajera las preferencias del electorado. No sólo sería una sorpresa, podría ser también un grave retroceso para nuestro país y para nuestra democracia. (El Líbero)

Claudio Hohmann