Por eso, no es banal que el rector de la universidad estatal de Valparaíso y vicepresidente del CRUCh afirme que hay que «evitar que se consolide un mercado de la educación superior» respecto de la adjudicación de recursos.
Recursos. La palabra es fea, pero nos remite a lo real: personas, edificios, platas, bibliotecas y laboratorios, procesos, etc. En las universidades recurrimos a esos medios todos los que en ellas trabajamos, desde el rector hasta el más novato de los recién matriculados.
Entonces, suprimamos el mercado, para que deje de adjudicar los recursos, como quiere el rector Aldo Valle.
Suprimámoslo de verdad y habrá que impedirles a los jóvenes que postulen a la universidad que quieran; y a los decanos, que puedan contratar al profesor que gane un concurso (el concurso es público, es un mercado, es perverso); y a los profesores se les debe impedir la presentación a fondos en competencia (muerte a Fondecyt: tiene características mercantiles); y nada de pedir donaciones, ni mucho menos salir a buscar terrenos para nuevos campus o llamar a licitaciones para dotar laboratorios o construir edificios: fuera el mercado; y, por cierto, alumnos, prepararse para ser asignados al profesor que determine un computador, porque se acaba la posibilidad de optar por el de más prestigio: eso es universidad de mercado.
Si vamos a suprimir el mercado para la adjudicación de recursos, que sea en serio, rector Valle.
En paralelo, no es tampoco nada de banal la aportación de la vocera de la Confech, quien aboga por un sistema de planificación universitaria, porque «actualmente hay mucho cesante ilustrado o jóvenes que no trabajan en lo que estudian o estudiantes endeudados».
Planifiquemos de verdad, entonces.
Determinemos cuántos ingenieros en minas necesitamos para el 2025 y cuántos para el 2037, con la absoluta certeza del precio del cobre en esos años, de acuerdo a una perfecta absorción de los egresados, de modo que todos y cada uno de ellos trabajen en lo que estudiaron. Por cierto, ¿qué pasaría si algunos (¿cuántos?) libremente quisieran dedicarse a otra cosa o salir del país? Hmmm: habría que considerar también esas variables en la planificación… Sencillito.
Y, por cierto, metámosle número a la cantidad exacta de médicos, enfermeras, tecnólogos médicos y terapeutas ocupacionales imprescindibles en el 2028, considerando que conocemos perfectamente cómo van a evolucionar las tasas e índices de todas y cada una de las enfermedades y accidentes que afectan la salud. Obvio: algún asesor habrá en el ministerio respectivo, de esos que vienen de Cuba y que ganan seis milloncitos, que pueda darnos la cifra exacta.
No se nos vaya a escapar la planificación de todos y cada uno de los técnicos, porque al comenzar el 2016, es evidente que ya tenemos claridad absoluta sobre el desarrollo de la electrónica, la cibernética, la mecánica y la computación para los próximos 25 años. Métale datos no más, que corra el software planificador.
Tuerca: eliminar el mercado; contratuerca: planificación centralizada.
Que la tuerca la proponga un experimentado rector y la contratuerca una inexperta estudiante revela que no estamos frente a un problema técnico, sino ideológico: estas personas buscan lo mismo porque piensan simétricamente mal. A sincerarse: viva la universidad única y estatal; sí, una sola y del Estado, a la uruguaya del siglo XX.
Bueno, existe también otra posibilidad: que piensen igual de mal por la debilidad o el temor a perder en la libre competencia.


