Supe de Estonia como un caso de estudio cuando en la Enade 2007 su entonces primer ministro, Mart Laar, fue el invitado especial, debido a la profunda transformación que experimentaba ese pequeño país, que se había independizado de la disuelta Unión Soviética en 1991. Consultado sobre la fuente de inspiración para las reformas que llevaba a cabo, su respuesta me sorprendió positivamente; había sido su lectura de “Free to Choose”, de Milton y Rose Friedman, uno de mis libros de economía favoritos. Desde ese momento he seguido su desempeño, que no solo ha sido muy destacado, sino que sería un ejemplo a seguir para resolver dos de los problemas más graves que tiene Chile: la necesaria reforma del Estado y el deterioro en materia de educación.
El proceso de desarrollo económico y social de Estonia se sustenta en cuatro pilares: un sistema tributario competitivo, un amplio proceso de digitalización del Estado, una educación de excelencia y una amplia libertad de emprender como motor de la economía. Los resultados de la estrategia están a la vista; en 1993 Estonia tenía un PIB per cápita a paridad de poder de compra similar al de Chile, y medido en dólares corrientes, de un tercio del nuestro. Actualmente es casi un 60% superior medido a PPC, y un 75% más alto en dólares corrientes. Nada de mal como modelo a seguir.
En materia tributaria, en 1994 Estonia estableció un sistema de “Flat Tax” de 20% generalizado, a bienes, servicios e ingresos, totalmente integrado además en materia de renta, en que solo los dividendos pagan impuestos. Debido a niveles de informalidad casi inexistentes, explicados por la simplicidad del sistema y por la amplia digitalización, recauda un porcentaje de 20% del PIB (excluida la seguridad social), superior a lo que se recauda en Chile, con tasas mucho más altas, pero niveles elevados de informalidad, evasión y exenciones. ¿Tiene entonces Estonia un sistema tributario poco progresivo? No parece. La acción del Estado reduce el índice Gini en forma mucho más significativa que en Chile. Es así como de un Gini de 0,465 antes de impuestos y transferencias, lo logra reducir a 0,305 después de la acción estatal. En Chile, la acción del Estado reduce el Gini de 0,50 a 0,47.
En el desarrollo de la economía digital, Estonia es líder mundial. Esta ventaja tecnológica es utilizada no solo en la creación de un Estado digitalizado, sino también en la educación, que incorpora fuertemente las nuevas tecnologías, lo que requirió un amplio proceso de capacitación de los profesores. Los resultados son destacables; a pesar de estar en el lugar N° 21 en la OCDE en términos del gasto en educación como porcentaje del PIB (Chile es el segundo), ocupa el primer lugar en los resultados de la prueba PISA en occidente. El éxito de la economía digital se demuestra también en que el país tiene una tasa de 39,8 startups por millón de habitantes, por lejos la más alta del mundo.
Por último, en materia de libertad económica, el cuarto pilar de desarrollo, es el sexto país más libre del mundo en el índice elaborado por Heritage Foundation (Chile fue top ten hace algunos años, hoy es N° 22), destacando especialmente en el respeto al Estado de Derecho.
Resulta claro entonces que tenemos bastante que aprender de este país. Y aunque no parece factible avanzar en el corto plazo hacia un sistema de Flat Tax, se hace evidente la importancia de tener un sistema tributario simple, lo más parejo posible, junto con un Estado digitalizado, para avanzar en formalidad y eficiencia. En materia de educación, harían bien los expertos en esta área estudiando a fondo la experiencia de Estonia, y de paso mirar el proceso de desarrollo del emprendimiento digital.
Un corolario para no sentirnos tan disminuidos frente a este caso de éxito: nosotros también podemos darle una lección a Estonia, referida a nuestra política previsional. Ese país tiene un costosísimo sistema de reparto (las cotizaciones representaron un 13% del PIB en 2020), que además será cada vez más oneroso producto de una demografía muy negativa, siendo este uno de los problemas más serios que enfrenta. ¿O también la lección la deben dar ellos, mostrando lo desastroso que sería incorporar componentes de reparto en nuestro sistema? (El Mercurio)
Cecilia Cifuentes



