En el desierto de Atacama, al norte de Chile, un telescopio de alta resolución concebido para la investigación astronómica ha terminado en el centro de una disputa diplomática entre China y Estados Unidos. Lo que nació como un proyecto académico entre universidades hoy se encuentra bajo revisión del gobierno chileno tras las advertencias de Washington sobre posibles riesgos de seguridad. Este episodio refleja mucho más que un debate científico: es el espejo de la lucha de poder en América Latina.
Las preocupaciones de Estados Unidos
Para Washington, los equipos chinos no son neutrales. Señala el riesgo de un uso “dual”: además de observar el cosmos, podrían rastrear satélites y captar señales sensibles. El antecedente argentino en Neuquén pesa mucho: allí opera una estación espacial china bajo fuerte influencia militar, cuya opacidad alimenta sospechas constantes. Por ello, el proyecto chileno se interpreta dentro de la misma lógica de riesgo estratégico.
La contraofensiva china
Pekín respondió acusando a EE.UU. de una “interferencia burda” en la soberanía chilena, subrayando que se trata de una cooperación científica transparente. A su vez, denuncia el doble estándar: mientras potencias occidentales ya administran grandes observatorios en territorio chileno, solo a China se le cuestiona. Pero más allá del discurso, es evidente que la penetración china en la región se ha expandido de forma integral: puertos, litio, cables submarinos y ahora incluso proyectos astronómicos forman parte de su estrategia de largo plazo.
El dilema chileno
Chile se enfrenta a una decisión compleja. Por un lado, la colaboración con China abre oportunidades de financiamiento y transferencia tecnológica para la academia y la industria. Por otro, la presión de Washington y las dudas en materia de seguridad no pueden ser ignoradas. En un escenario donde la pugna entre EE.UU. y China ya abarca prácticamente todos los frentes en América Latina, la capacidad de Chile para preservar su autonomía se vuelve decisiva.
La necesidad de un marco institucional
Reducir la discusión a un “sí o no” es caer en la trampa de la polarización. Lo esencial es construir un marco regulatorio sólido: que las estaciones de aterrizaje estén bajo control chileno, que el acceso a datos sea auditado y público, que exista un organismo de supervisión con representación plural y que se incluyan cláusulas de retiro en caso de incumplimientos. Son medidas concretas que valen más que la simple retórica de la transparencia.
De la ciencia a la economía
El telescopio no es un asunto aislado del mundo académico. El manejo de datos astronómicos exige centros de cómputo avanzado y servicios en la nube, lo que conecta con la agenda nacional en inteligencia artificial, meteorología, minería remota e incluso con el futuro cable submarino Humboldt. Chile está llamado a convertirse en un nodo de la economía de los datos, pero ello requiere articular la ciencia, la industria y la seguridad en un mismo diseño estratégico.
Conclusión
El cielo de Atacama debería ser patrimonio de la exploración colectiva de la humanidad; sin embargo, hoy refleja las tensiones de la rivalidad entre potencias. Chile solo podrá garantizar que el telescopio sirva a la ciencia y no a la geopolítica si fortalece sus instituciones y defiende reglas claras, dentro y fuera de sus fronteras. Esta controversia es, en el fondo, una prueba de fuego para demostrar la autonomía estratégica del país en el nuevo orden internacional. (Red NP)
Andrés Liang
Experto en Geopolítica y Seguridad



