¿Solo cuestión de estilo?-Isabel Plá

¿Solo cuestión de estilo?-Isabel Plá

Compartir

La filtración de la Cancillería merece el escándalo que ha generado. Porque detrás de la informalidad, el lenguaje y la aparente liviandad con la que se tomaban decisiones en esa reunión, hay un problema más severo que el simple descuido.

Al principio de su mandato, después de varios bochornos de estreno, el Presidente Gabriel Boric reconoció que en su gobierno había aún poca conciencia de “el habitar la República, la historia”. Llamaba a su gabinete a asumir el cuidado que exige ejercer como autoridades de alto nivel, en cuyos hombros recaen decisiones trascendentes.

Es curioso que un mandatario deba llamar a sus ministros a comportarse como tales. Con los meses vamos entendiéndolo: es un gobierno cuya coalición política de origen se funda, precisamente, en un íntimo desprecio por las instituciones y sus símbolos, concebidos como cómplices de los privilegios e injusticias.

Lo expresan a veces con sutileza, en cambios que rompen tradiciones, o maltratando el estilo y las ceremonias que comunican el poder. Como las mínimas formalidades en una reunión de gabinete, desde la minuta para revisar los hechos con objetividad, hasta la estricta reserva que debe observarse.

Y en otras, con estruendosa torpeza, como convertir de facto en inocente a un condenado por los tribunales, para justificar su indulto, llevándose por delante la separación de poderes.

En el Ministerio de Relaciones Exteriores ha sido más notorio, porque es la repartición que encarna el ceremonial en todo su esplendor. Todas las decisiones siguen un camino escrito desde hace mucho tiempo y ningún gesto pasa desapercibido. Y para su correcta interpretación existe un contingente formado desde hace años, precisamente, para evitar que el impulso de sus autoridades políticas le reporte problemas a Chile.

La institucionalidad molesta a quien pretende pararse siempre en el podio del héroe. Perdimos la cuenta de los países a los que nos hemos enfrentado en menos de un año, en nombre de la valentía presidencial.

No da lo mismo para la relación con Brasil, el principal socio comercial en América Latina de nuestro país, que la embajada haya permanecido vacante durante diez meses, a la espera de la llegada hipotética de un nuevo gobierno, que aceptara el nombre propuesto por el Presidente Boric. No da lo mismo para la relación con España el maltrato al rey Felipe II, y tampoco que nuestro embajador posara para una selfie con su novia, mientras acariciaba sus pies en el auto oficial.

Hay bastante de ese ADN antiinstitucional en el otro polo. Al asalto al Capitolio y el desborde en Brasilia hace algunas semanas se combinan el desprecio por las reglas de la democracia o, incluso, por la democracia propiamente tal, con el populismo que supone que la ciudadanía tiene el derecho a maltratar las sedes del poder político si no le gusta el resultado de una elección.

Si se actuó con esa liviandad en la Cancillería, desde donde se representan los intereses de Chile ante el mundo, en una reunión para abordar el impasse con el embajador de un país vecino, la pregunta es cuántas reuniones en donde se toman decisiones de Estado hoy pasarían la prueba si fueran grabadas y filtradas.

Es más que una cuestión de estilo. Hay reglas no escritas que se respetan, como señal de que se ha entendido en toda su magnitud la responsabilidad de gobernar. (El Mercurio)

Isabel Plá